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Un país vecino, pero con unas costumbres sociales, horarios y lengua diferentes. Ana Gorostiaga se estableció en Nantes (Francia) hace ya «unos 15 años», donde conoció a su pareja, con quien ha formado una familia bilingüe, y trabaja «en lo que siempre había soñado».
Tras finalizar sus estudios de Filología Inglesa en León, Ana ha estudiado y trabajado en diferentes puntos del planeta como auxiliar de conversación: Belfast, Inglaterra e incluso «estuve un año dando clase de español en Rusia» recuerda, ya que «siempre me ha gustado viajar y los idiomas».
Desde muy pequeña, Ana tenía claro que quería dedicarse a la enseñanza «recuerdo como tenía mi pizarra y daba clase a mis alumnos imaginarios», hasta que su sueño se materializó en un trabajo «que ha cumplido todo lo que buscaba», consiguiendo una plaza fija como profesora de español en un colegio de la ciudad de Nantes, ubicada a orillas del río Loira en la región de Alta Bretaña en el oeste de Francia.
La decisión de trabajar en Francia «fue casualidad» explica, ya que en ese momento se encontraba dando clases de inglés en Madrid y, tras recibir una llamada del rectorado de la Universidad de Nantes con una oferta de trabajo «bastante buena» no se lo pensó y preparó sus maletas rumbo al país francés.
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Dani González
«A mí no me amedrenta nada», asegura la leonesa, quien anima a todos a trabajar «en lo que realmente te guste» ya que, hay ocasiones, en las que «las cosas en la vida surgen» sin planteárselas y en ese momento «a mi nada me ataba».
Un estilo de vida con similitudes a España, pero también «con muchas diferencias». Ana destaca sobre todo el aspecto social del país, ya que «los franceses no son tan sociables» y hay veces «que echas de menos poder salir de trabajar e ir a tomarte unas cañas» o «el tema de los horarios».
Los franceses «madrugan muchísimo» y tienen unos horarios «muy europeos», comiendo en torno a las «12 del mediodía» y cenando «sobre las 7 de la tarde». Esto fue un choque al principio, pero «me adapté rápido» ya que, como considera la leonesa, «es mucho más ordenador y te da tiempo a hacer más cosas».
El carácter de los franceses «no tan sociables como los españoles» y «el ocio» fueron algunas de las cosas que más le costaron a Ana al principio, ya que aquí «no existe lo de reunirse en un bar» ni «el término tapeo». En el tiempo libre y «sobre todo en invierno» los franceses prefieren estar en sus casa o «ir todos a casa de alguien», en lugar del «ocio leonés y español» de tascas y bares.
Pese a encontrarse a «a penas a una hora de avión» de España, «el clima lo echo mucho de menos», asegura la leonesa, quien lamenta que en el país vecino «suele llover muchísimo», aunque agradece que durante los meses más duros de verano y de invierno «las temperaturas no son tan extremas como en León».
¿Previsiones de vuelta? Ana tiene bastante claro que «hasta la jubilación» seguirá en Francia, donde ha construido su vida junto a un francés y ya tiene un niño de casi 6 años. Con su hijo siempre ha hablado en castellano, lo que ha hecho que el pequeño «sea completamente bilingüe», e incluso muchas veces «traduce palabras en español a su padre».
Pese a vivir en otro país «no me veo lejana», asegura, ya que cuenta con amigas en muchas partes del mundo que hacen «que no vea tanto esas distancias». Está segura de «como España nada», pero ella vive «muy feliz y contenta» en el país vecino al que emigró «por gusto y no por obligación».
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