Venganza en León: diez años del crimen de Isabel Carrasco

Isabel Carrasco, el arte de mudar de enemigos

Perfil I La política de Castilla y León tiene en la exconsejera y expresidenta de la Diputación leonesa una referencia indiscutible más que por lo que hizo, por cómo lo hizo

J. I. Foces

Valladolid

Viernes, 10 de mayo 2024, 08:13

O conmigo, o contra mí. Si estás contra mí, atente a las consecuencias; pero si estás conmigo, también. Esa filosofía de acción marcó la carrera política de Isabel Carrasco (Santibáñez de Bernesga, León) de principio a fin. Si se pidiera que de los 41 ... años de vida de Castilla y León como comunidad autónoma se elaborase un quinteto de políticos que han sido referencias indiscutibles en ese tiempo, ella estaría en ese cinco titular. Con total seguridad. Son muchos motivos, pero se resumen en uno: tenía personalidad y la ejercía. No mudaba de ideas, pero era campeona en mudar de enemigos. Y lo hacía de cara. Nadie podía llamarse a andana con ella: si, como los césares, bajaba el pulgar, muerte política y social segura para quien fuese su objetivo (hay ejemplos para aburrir); pero, si lo levantaba, nada garantizaba que el sujeto de semejante beneficio tuviese asegurada la tranquilidad. Con Isabel Carrasco todo era imprevisible, porque ella era imprevisible, a pesar de ser una de las dirigentes políticas más previsibles. ¿Una contradicción? Claro, pero es que Isabel Carrasco era la encarnación absoluta de la contradicción. Hoy te nombraba y se deshacía en elogios, y mañana te destituía (no daba opción al cese a petición propia) sin despeinarse y te ponía de 'chupa de dómine'.

Publicidad

Isabel Carrasco llegó en 1987 a la política en el ámbito autonómico desde la estructura provincial leonesa de la Junta de Castilla y León. A ella le gustaba decir que lo hizo de la mano de José María Aznar, pero nada más lejos de la realidad. Fue el primer consejero de Economía y Hacienda de Aznar, Miguel Pérez Villar, quien aupó a Carrasco nada más y nada menos que a delegada territorial en León, máxima representante de la Junta de Castilla y León en la provincia, en el puesto de única dirección política que había creado AP (entonces, hoy PP) a su llegada al Gobierno de Castilla y León, tras suprimir los delegados por consejerías que tenía el PSOE. Ahí empezó a tallarse la personalidad política de una dirigente que protagonizaría grandes momentos del PP. Caído Pérez Villar, con la salida primero en 1989 de José María Aznar rumbo a Madrid, y el relevo en 1991 en la Presidencia de la Junta, previo paso por las urnas, de Jesús Posada por Juan José Lucas, la primera mayoría absoluta popular condenó al ostracismo a Isabel Carrasco. Y eso que en su gestión como delegada de la Junta en León lejos de generar problemas asentó una gestión más que aseada. Puede decirse que empezó a fijar la marca 'made in Carrasco' porque, esa es la verdad, gestionó siempre con éxito y resultados positivos, como se comprobó años más tarde.

Arriba, primera foto oficial como delegada en León (1987). Debajo, con la Federación Regional de Cajas (1999). A la derecha, en las Cortes, junto a Javier León (1993) JCYL/ G. Villamil/ Efe

Cajas de ahorros

No estuvo mucho tiempo en ese estado de letargo político. A principios de los 90, para los partidos empezaron a ser objeto de deseo las cajas de ahorros. Y en el ámbito financiero, el triángulo León-Valladolid-Salamanca iba a ser un campo de batalla que duraría lustros, hasta la desaparición de estas entidades. Pero mientras duraron, el control sobre las cajas de ahorro fue 'casus belli' para PP y PSOE. Y como para todo buen control se necesita una estrategia eficaz, Juan José Lucas encargó ese apartado en León en 1993 al recién repuesto en la Presidencia del PP leonés Mario Amilivia y este decidió rescatar el ostracismo político a Isabel Carrasco para que colaborara en el diseño de esa estrategia.

El hoy (2024) presidente del Consejo de Cuentas de Castilla y León puede que sea uno de los exponentes (hay más, como veremos) del amor-odio que profesó Isabel Carrasco hacia muchos y muchas dirigentes políticas. Nunca le reconoció a Amilivia que apostara por ella en estos inicios de las sucesivas mayorías absolutas del PP. Es más, en algún acaloramiento de los que protagonizaba el presidente soriano, Lucas llegó a echarle en cara al presidente provincial leonés de su partido que hubiese sido el valedor de Carrasco en ese momento. Pero, ¡oh paradojas de la política!, el propio Lucas fue el que encumbró a esta inspectora de Hacienda a la máxima dirección de la política económica, financiera y fiscal de Castilla y León en julio de 1995.

Con Mariano Rajoy, en 1998, cuando era ministro de Administraciones Públicas, en la Comisión Mixta de Transferencias. A. Díaz

La impronta y su gestión

Y entre 1995 y 2003 dejó su impronta. Hay una coincidencia generalizada -incluso entre sus detractores, dentro y fuera del PP, y entre sus más vehementes adversarios políticos-, una extraña coincidencia, que raya casi con la unanimidad: la gestión de Isabel Carrasco al frente de la Consejería de Economía y Hacienda fue buena. Lo refrendan, además, las cifras macroeconómicas que por entonces ya avalaban este dato. Otra cosa es que la comunidad dispusiese de una capacidad competencial como para poder haber hecho aún más. Pero no; como autonomía de 'vía lenta', las del artículo 143, las de segunda división política (frente a País Vasco, Cataluña, Galicia y Andalucía), las competencias a Castilla y León fueron llegando con cuentagotas. Y para fajarse con el Gobierno de la nación (desde 1996 dirigido por Aznar) Lucas puso a Carrasco al frente de la Sección Castellana y Leonesa de la Comisión Mixta de Transferencias.

Publicidad

Noticia relacionada

Conocía las cifras (para eso llevaba la política de Hacienda), sabía de las necesidades (para eso dirigía la política económica), ¿quién mejor que ella para negociar los traspasos? Mantuvo a raya el déficit, peleó la llegada de fondos europeos y removió Roma con Santiago para poder atraer a eficaces gestores para el tercer nivel de la Administración regional. Los sueldos que se pagaban entonces a los cargos públicos eran aún más bajos que los de hoy, lo cual desanimaba a los funcionarios a dejar su puesto profesional unos años para pasar a cobrar menos y encima significarse políticamente. Así que Carrasco encontró la solución: llevó a las Cortes un proyecto de ley para que quien tuviera una carrera profesional en la Administración pública pudiera mantener su sueldo de funcionario al llegar a un cargo político de confianza.

«No le dolían prendas en cargarse de un plumazo a cualquier cargo público de su equipo no ya solo si la pifiaba en la gestión, cosa harto difícil siendo ella la que supervisaba todo, sino que algunos fueron expulsados por haber contraído matrimonio»

Sin embargo, todo el prestigio que iba acumulando en esa gestión pública iba dejando afectados por el camino. Si se hubiesen puesto en fila todos los adversarios y enemigos que se fue creando, habrían dado vuelta y media a la catedral de León. No le dolían prendas en cargarse de un plumazo a cualquier cargo público de su equipo no ya solo si la pifiaba en la gestión, cosa harto difícil siendo ella la que supervisaba todo, sino que algunos fueron expulsados por haber contraído matrimonio o porque algún medio publicaba borradores de actas de la Comisión Mixta de Transferencias. Aún se recuerda la cara de sorpresa de los periodistas que recibieron por respuesta «es que se ha casado» al preguntar al entonces portavoz de la Junta por el cese de un director general del departamento de Carrasco. Y a un redactor de prensa le hizo copiar a mano un informe de doce páginas porque se negó a facilitarle una fotocopia; semanas antes el redactor en cuestión había rechazado ser su jefe de prensa.

Publicidad

Estas, que podrían no pasar del estadio de anécdotas, son muestra clara de su impetuoso hacer en muchos momentos en la Consejería de Economía y Hacienda. Pero otras circunstancias, especialmente en las cajas de ahorro, adquirieron categoría de conflicto político que abrió más de una primera página de periódico. La obsesión de los partidos por controlar las cajas hizo que ella, desde el PP, aplicase mano de hierro en Caja España, la principal caja de la comunidad autónoma, con la que desde León, de donde era la consejera, se trataba de doblar el brazo a Castilla en la eterna lucha entre ambas regiones dentro de la misma comunidad. Varias veces fue cambiada la ley regional de las cajas y se llegó a perder la cuenta de los presidentes que tuvo aquella entidad, muchos de ellos aupados por la consejera con la misma facilidad y el mismo entusiasmo con el que fueron luego defenestrados. Las cajas eran el verdadero objeto de poder político y Carrasco se empeñaba en demostrar que ella era poderosa. Contó ahí con la alianza desde Valladolid de Tomás Villanueva, quien, como eterno aspirante a presidir Castilla y León, mantuvo una inmejorable relación política con la dirigente leonesa.

En 2011, Zapatero recibió en el Palacio de la Moncloa al alcalde de León, Emilio Gutiérrez (i) y a la presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco. Juan Lázaro-Ical

Viento en contra

Hasta que el viento que tuvo a favor en los seis años que ella fue consejera con Lucas en la Presidencia de la Junta empezó a soplarle en contra con la llegada de Juan Vicente Herrera. En 2001, el burgalés sustituyó al soriano y mantuvo a Carrasco como consejera de Economía y Hacienda. Pero solo los dos primeros años. Chocaron por muchas cosas, pero especialmente por las cajas de ahorro. Con estilos políticos y personales opuestos, Herrera y Carrasco no hicieron buenas migas en la Junta y cuando el presidente ganó en 2003 sus primeras elecciones como candidato oficial del PP, se desprendió de la consejera leonesa. Y, no contento con eso, metió en su gobierno al leonés Antonio Silván, que aunque había sido número dos de Carrasco en Economía, acabó siendo uno de los políticos más denostados por ella.

Publicidad

«Cuando desde la presidencia regional del PP Herrera quiso empezar a situar sus peones provinciales se encontró con que Isabel Carrasco se hizo con el mando del PP de León. Y desbarató al burgalés todos los planes que tenía para el partido»

No tardaría en cobrarse venganza Isabel Carrasco por su expulsión de la Junta. No midió bien el presidente burgalés la fina inteligencia de la dirigente leonesa, inteligencia que le llevó a estrategias dignas de entrar en los libros del arte de batallar y vencer en política. Cuando desde la presidencia regional del PP Herrera quiso empezar a situar sus peones provinciales se encontró con que Isabel Carrasco se hizo con el mando del PP de León. Y desbarató al burgalés todos los planes que tenía para el partido y luego hizo caer en desgracia política a todos y cada uno de los que pudieran ser identificados con el herrerismo en territorio leonés. Carrasco se enrocó en la provincia de León, hizo de ella su particular campo de batalla contra propios y extraños y desde allí construyó un liderazgo político en el que aplicó aquello de 'O conmigo o contra mí'. Pero ni los que estuvieron con ella lo tuvieron fácil.

Y del asalto al partido, al salto a la Diputación Provincial de León, en la que llegó a presidenta en julio de 2007 y permaneció hasta que fue asesinada siete años después. Ejerció como virreina leonesa, provincia en la que siempre el presidente de la Diputación, a diferencia de otras como Valladolid o Segovia, ha sido el cargo más influyente, de mayor peso político y de más elevado poder personal.

Publicidad

Con ambos cargos puso pie en pared, por ejemplo, para remar en contra de los intentos del PP regional y del PSOE autonómico para fusionar las seis cajas. El poder político, acompañado del poder financiero, en León hacía intocable e inalcanzable (cuando no, intratable) a quien ejerciese ambos y en ese tiempo ella fue la más poderosa. En León, por supuesto; en Castilla y León, casi, pero como acompañaba su hacer con mano de hierro en guante de acero (lo del guante de seda no iba con ella), el temor que provocaba en los demás le hacía aparecer como 'primus inter pares'. Ese aura de temida lo utilizó magistralmente puesto que le encantaba alardear de que había sido jefa de la Inspección de Hacienda de León. Y se encargaba de que, además de actuar así, se supiese que lo hacía. De esa manera forjó su fama de intratable a la par que afectuosa; indomable a la par que leal; fría a la vez que accesible; inteligente junto a un carácter impetuoso. Y. sobre todo, hábil, muy hábil.

En 2010, con el resto de presidentes de las diputaciones de Castilla y León, en un encuentro en el Palacio Pimentel de Valladolid. M. A. S.

Exceso de confianza

Pero como decidió ir por la vida de intocable, cometió el mayor error en el que puede caer una dirigente así: el exceso de confianza. Eso le llevó a no medir todas su acciones y decisiones. Nadie se atrevía a contradecirla, menos aún a toserla; hasta que dos mujeres decidieron que eso sería para otras personas; que si a ellas Carrasco se la había hecho, lo pagaría. Y lo pagó con la vida.

Noticia Patrocinada

A primera hora de la tarde del 12 de mayo de 2014, fue tiroteada en plena calle, cerca de su domicilio. Dos afiliadas del PP, Montserrat González, y su hija, Triana Martínez, fueron detenidas como autoras materiales del hecho. El motivo, la venganza por el despido de esta. La indestructible Isabel Carrasco moría a tiros. De la vuelta y media que habría dado a la catedral de León la cola de enemigos que se había ido granjeando la presidenta leonesa a lo largo de su vida política y personal, dos mujeres decidieron salirse, seguirla y acabar con ella. Así finalizó sus días la dirigente política que se pasó la vida mudando de enemigos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad