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La enfermedad hemorrágica epizoótica, más conocida como EHE, llevaba tiempo siendo una conocida para los ganaderos leoneses, pero, nunca había supuesto una preocupación porque los casos, en el norte de León eran inexistentes.
Algo que cambió a principios de este verano. Santi Serrano tiene una gran explotación ganadera en La Cepeda. Zona de la alta montaña leonesa. «Es la primera vez que sucede algo así», confiesa el leonés. Tras años trabajando en la ganadería y cuidando de sus animales, a principios de la primavera comenzó a detectar algo «inusual» en su comportamiento.
«Lo primero que detectamos es la actitud del animal, las ves tristes y sin ánimo», asegura. Una situación que lamenta debido al cariño que él mismo tiene a sus animales.
Con más de un 30% de su ganado afectado, la enfermedad vírica infecciosa se empezó a propagar en sus animales. «Nunca tuvimos ningún caso hasta ahora pero este verano ha sido horrible», explica. A pesar de ser una enfermedad que únicamente se transmite por vectores y, por lo tanto, por la picadura del mosquito, la gran cantidad de casos alertó rápidamente a los ganaderos.
«Les empiezan a fallar las patas, les ves la boca y se les comienza a bloquear el cuerpo», añade el ganadero. Una situación de «impotencia» en la que no solo influye la pérdida económica del animal sino, también, el sentimiento que se desarrolla hacia ellas por el tiempo de cuidado. «Yo le dedico mucho tiempo a los animales y es por ello que acabas cogiéndole mucho cariño», indica. Una enfermedad que «afecta como el coronavirus», y en las que la gravedad de los casos varían en función del animal.
«Es una pérdida muy grande económicamente hablando», indica Serrano. Tras un verano «muy bueno», según indica, el ganado tenía «gran valor». «Vino una primavera muy buena y había muy buen material, pero esto me ha descontrolado», añade. Una situación de «impotencia» en la que los seguros no cubren los gastos. «Ves a los animales sufrir, se les va la vida y no pueden hacer nada», lamenta.
Firentino Reyero, presidente del Servicio Territorial de la Junta de Castilla y León ha asegurado a este medio que se trata de una problemática mayor porque ha afectado a zonas donde «no había resistencia». «Son nuevas zonas donde antes no había casos», asegura.
Con una pérdida de 1.500 euros por cabeza de ganado, Serrano lamenta una falta de «apoyo» en las administraciones. Gonzalo Hernando y Patricia Hernándo son propietarios de una explotación de más de 450 cabezas de ganado. El 9 de agosto comenzó una nueva pesadilla para ambos debido a la rapidez de propagación de la enfermedad que afectó a su ganado. «Es como el coronavirus pero afectando a las vacas», indica.
Tras muchos cuidados y tratamientos, la pareja consiguió que solo fueran cinco muertes. «Metimos mucho forraje para darles de comer en los comederos y así que no les bajaran las defensas», asegura. «Si no llegamos a hacer caso, la pérdida hubiese sido de 30 o 40 cabezas», explica. Una situación «crítica» para los ganaderos que se ven «abandonados» por las ayudas.
Ángel Alonso, veterinario de la zona norte de León lleva todo el verano tratando este tipo de casos. Desde principios de verano, el brote en la zona de la montaña se extendió de forma «muy rápida». «Hay sitios en los que ha afectado más y otros en los que ha afectado menos, depende la carga viral», asegura Alonso. A pesar de que los casos siguen siendo diarios, el veterinario asegura que la mayoría de los ganaderos ya saben tratar la enfermedad.
«Al principio era algo desconocido para ellos pero cuando tienen decenas de casos comienzan a saber tratarlos a no ser que se les compliquen», añade. Una situación que, a pesar de no ser «muy agresiva», conlleva muchas bajas en la ganadería. «La mortalidad es bastante baja pero depende también del manejo de las explotaciones», explica. Una situación en la que no solo influye la carga viral de la picadura sino también, el momento de detección o la rapidez con la que se trate el problema. «Hay muchas zonas de la montaña en la que las vacas están en los puertos que son cerrados y de maleza y si no las ves es complicado», asegura.
Sus principales síntomas, implican la problemática para comer, la afectación a las articulaciones, principalmente a las cuatro patas. «No saben ni con qué pata pisar», indica. «Hay muchos casos en los que no les afecta en absoluto y otros hay que tratarlos», añade.
Con un periodo de incubación, al igual que la Covid-19 en las personas, su tratamiento requiere de antiinflamatorios al ser una enfermedad vírica para quitar los dolores y evitar que dejen de alimentarse. La bajada de defensas es uno de los principales problemas. Además de la hidratación la cual, al dejar de beber también conlleva a que se trata una deshidratación e, incluso en ocasiones, una limpieza en la boca para curar llagas.
La bajada de las temperaturas y la llegada del otoño aseguran que se reduzcan los casos aunque, según indica Alonso, hasta la llegada de las primeras heladas no se producirá una bajada grande de casos debido a que muchos de ellos se encuentran en periodo de incubación.
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