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Era viernes, 15.45 horas. Un viernes cualquiera de un mes de agosto cualquiera, de un año cualquiera, con las calles de León vacías por el calor. Era viernes, 10 de agosto de 2012, cuando el sobrecalentamiento de la CPU de un ordenador ubicado en el extremo noroeste del edificio anexo al Ayuntamiento de León en Ordoño II comenzó a arder.
El humo, que se extendía por las salas del consistorio, pronto activaba una alarma y precipitaba a los pocos trabajadores que a esa hora quedaban en sus puestos a la calle. El resto, es historia.
Este 2022 se cumplen diez años de aquel incendio que sacudió a la sociedad leonesa y que marcó als conversaciones de aquel mes de agosto.
Las llamas rápidamente se extendieron por la tercera planta del edificio, penetrando en las cuatro superiores y desencadenando un incendio que ha quedado marcado en la retina de aquellos que presenciaron en vilo aquel momento y que vieron cómo, minuto a minuto, el cielo de León se volvía negro.
Una treintena de bomberos de León, apoyados por 28 miembros de la UME y dos dotaciones de bomberos de Valladolid que se personaron en la avenida para ayudar en las labores de extinción, se vieron obligados a desplegar hasta cinco camiones y dos autobomba para hacer frente a unas llamas que por momentos parecía completamente descontroladas.
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En total, más de un centenar de efectivos trabajaron de forma conjunta para apagar el descontrolado incendio que llegó a alcanzar los 900 grados.
El por entonces alcalde de la ciudad, Emilio Gutiérrez, y el que fuera subdelegado del Gobierno en León, Juan Carlos Suárez-Quiñones, informaban de los avances minuto a minuto de un incendio en el que no hubo que lamentar daños personales.
No sería hasta septiembre de ese mismo año cuando un informe de la Policía Científica esclarecía las causas del incendio, ubicando su foco en un ordenador del departamento de Nóminas y Archivo de Personal.
Una treintena de páginas del informe detallaban las causas y consecuencias de unas llamas devastadoras que se originaron «sin intencionalidad y con la existencia de acelerantes de combustión» como era el mobiliario y el material de oficina.
Diez años después León recuerda aquella tarde trágica de agosto en la que el cielo se tiñó de negro y el corazón se sostuvo en un puño.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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