Empiezo la jornada dejando dormir a los niños, es sábado y no tienen clase.

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Hoy tenemos que limpiar la casa.

Ayer fui a Carrefour y había tanta gente pululando que era imposible mantener la distancia de seguridad de un metro. Salí con sensación de ... contagio inevitable y para colmo, a pesar del pañuelo pirata que siempre llevo ahora, el viento me metió un mechón de pelo en la boca al sacar a continuación a Nala, porque los niños no quieren.

Yuyu con la compra, yuyu con las bolsas de la compra, yuyu en la operación limpieza de patas de Nala antes de entrar en casa, porque se sienta en el suelo en la calle, y a ver quién limpia todos los virus que puede atrapar.

Zapatos fuera, lavado de manos, de cara y de ropa, lavado de manos cada vez que se toca un paquete que entra en casa del supermercado. Tengo en el coche el grueso de la compra de ayer en Carrefour, en cuarentena. Al cabo de un número de horas (no hay acuerdo sobre esto) el virus muere en las superficies de plástico, cartón, metal, etc; en cada superficie tiene una supervivencia distinta. Tengo, pues, en el maletero, unos cuantos litros de lejía -que fue lo que me llevó a Carrefour, porque hace dos días en Mercadona no quedaba y en casa casi tampoco-, cereales, un cuaderno de dibujo con hojas gruesas, infusiones, arroz, harina, lentejas, horquillas para el pelo (demasiado tarde) detergente grande, champú grande y leche condensada.

Estoy segura de que no habrá desabastecimiento, pero lo que quiero evitar son las visitas al súper. Yuyu total.

Llegan noticias de que el pico se producirá a mediados de abril y yo me preparo para estar confinados un mes más.

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