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Los pasajeros del tren de vía estrecha se empiezan a rebelar ante el suplicio que supone cada día tener que coger este ferrocarril que acumula una década y media de incidencias y abandono.
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Primero se organizaron a través de grupos de WhatsApp para informarse unos a otros de retrasos y problemas durante los trayectos; más tarde recogieron todos los fallos del servicio en un documento entregado a las instituciones; y también han constituido una plataforma reivindicativa que el próximo 6 de abril celebrará una segunda manifestación en León y en mayo acudirán al Ministerio de Transportes en Madrid.
Sin embargo, la última situación vivida, este mismo lunes 17 de marzo, ha tumbado la paciencia y resignación que muchos usuarios han mostrado hasta ahora.
Un grupo se montaba en el autobús que completa el tramo arrebatado por el Gobierno de España y Adif, entre la inutilizada estación de Matallana y el apeadero de La Asunción-Universidad, donde muere el tren. El inicio de ese viaje se hace en Suero de Quiñones.
Una vez en el apeadero se encontraron con dos trenes «sin conductor, parados y sin información». Una situación que les llevó a pensar que ese tren de la tarde no iba a salir.
En ese momento solicitaron hojas de reclamaciones, pero «nadie sabía nada» y remitieron al despacho que Feve tiene en Padre Isla para exigir responsabilidades.
«La gente empezó a protestar indignada y se nos ocurrió hacer un pliego de firmas». En la misma han ido recogiendo el «suplicio y sacrificio» que supone cada día tomar esta línea ante el abandono de las administraciones. «Somos gente que trabajamos, que salimos a las 6 de la mañana de un tren de Cistierna y volvemos a nuestra casa a las 9 de la noche», un episodio que se vive en el mejor de los días, cuando no se registran incidencias.
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El hartazgo llegó por derivarles a un apeadero «inhóspito, frío y desagradable», que no cuenta ni con cafetería cercana, a pesar de que la compañía sabía que su tren no iba a salir. Eran un total de 25 usuarios «que nos dejaron tirados» en La Asunción.
Allí tuvieron que esperar al próximo tren, una hora más tarde, para poder regresar a sus hogares. Y esa espera conllevó llamadas al telefonillo de emergencias «con mucha violencia», una actitud que ya «no es de extrañar» y que, apuntan, acabará cualquier día «ocurriendo algo desagradable». «Es insostenible y alguien tiene que ser el responsable. No pueden tratar así a los viajeros. Es una falta de respeto total y ni el más cabal lo puede aguantar», reflexionaba una de las afectadas desde su casa, a la que había llegado mucho más tarde de lo esperado.
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