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En el tranquilo barrio de El Ejido de León, en el número 23 de la calle Bordadores, una casa destaca entre todas las demás. No es por su tamaño ni por su diseño, sino por la magia que desprende en cada Navidad. Con las numerosas luces que iluminan cada rincón y sus figuras que parecen cobrar vida, esta vivienda se ha convertido en un auténtico espectáculo para todos aquellos que pasean por la zona. Pero detrás de este derroche de creatividad hay una historia de tradición, pasión y muchísimo espíritu navideño.
«La Navidad siempre ha sido importante en mi familia», cuenta la propietaria de esta casa, rodeada de las luces y figuras que ha colocado con esmero. Desde niña, Nuria García, recuerda cómo se decoraba el árbol en casa de su madre, una tradición que se convirtió en el centro de las reuniones familiares. «Somos muchos hermanos, y yo, como la pequeña, siempre me emocionaba con estas fechas. Con los años, esa ilusión se transformó en una pasión por decorar».
Sin embargo, no fue hasta que tuvo una casa en un pueblo, con un gran jardín, cuando comenzó a desarrollar su faceta decorativa. «Allí empecé a adornar un pino exterior con luces, y luego me animé con las temáticas de Halloween porque los cumpleaños de mis hijas son en noviembre. Fue una oportunidad perfecta para experimentar con la decoración», añade.
El espectáculo de luces que adorna la casa no es solo el trabajo de una persona. Es un proyecto familiar en el que todos colaboran. «Mis hijas, mis sobrinas, mi hermana… cada uno aporta su granito de arena. Incluso mi marido, aunque que no es muy manitas, ayuda», cuenta entre risas, reflejando la alegría que desprende esta tradición.
Y es que no todo queda dentro de las paredes de su hogar. La decoración ha contagiado al barrio. «Hace unos años, apenas había casas decoradas. Ahora, hasta mis vecinos mayores de enfrente han colocado luces en sus balcones. Es bonito ver cómo poco a poco se expande el espíritu navideño».
Entre todas las luces y figuras que adornan la casa, hay un claro favorito. «El reno es mi pieza preferida. Llevaba dos años detrás de él y, este año, por fin, lo conseguí. Me habría encantado colocarlo en lo alto de la casa, pero todavía estoy pensando cómo hacerlo.»
La innovación también forma parte de la tradición. Este año, inspirada por TikTok, incorporó nuevas piezas confeccionadas por ella a su colección, como una estrella luminosa y unos cupcakes decorativos. «Siempre estoy buscando ideas nuevas. Cada año añado algo. Es imposible no emocionarse con tantas opciones».
Pero no todo es planificar. También hay espacio para la improvisación. «Empiezo con una idea general, pero voy ajustando sobre la marcha. Aunque una vez que coloco algo, suelo dejarlo en su sitio. Este año, por ejemplo, unos globos se deshincharon, pero no pasa nada, siempre hay algo más que añadir».
Lo que comenzó como una manera de mantener viva una tradición familiar se ha transformado en todo un fenómeno local. Los vecinos ya esperan con ansia el encendido de las luces. «El año pasado, por circunstancias familiares, casi no decoré nada, pero mi vecina de enfrente insistió: '¿No vas a poner ninguna luz?'. Al final, puse algo sencillo y este año volví con más ganas».
La casa se ha convertido en un punto de encuentro. Personas de toda la ciudad se paran a admirar la decoración, a fotografiarla, a dejarse contagiar por el espíritu navideño.
Entre las luces y los colores, hay algo que trasciende lo material. Esta casa no solo ilumina un barrio, sino que también inspira a quienes la visitan. Es un recordatorio de que la Navidad no está en los regalos, sino en compartir momentos, en mantener vivas las tradiciones y, sobre todo, en contagiar alegría.
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Y aunque la Navidad aún no ha terminado, Nuria ya tiene en mente ideas para el próximo año. «Voy a planificar bien cómo distribuir las luces exteriores. Además, el reno, que este año está en el jardín, irá en el tejado, y buscaré nuevas piezas que complementen la decoración. Esto no para», afirma Nuria con una sonrisa.
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