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José Félix Cachorro
Viernes, 8 de enero 2021, 13:54
La facilidad con la que la turba agitadora de Donald Trump asaltó el Capitolio el miércoles contrasta con las fuertes medidas de seguridad que protegieron edificios federales el pasado junio ante las manifestaciones por la muerte del ciudadano negro George Floyd ... a manos de un policía. El movimiento Black Lives Matter se echó a las calles de numerosas ciudades para protestar contra la violencia policial. Aunque la mayoría de las movilizaciones entonces fueron pacíficas, los activistas contra el racismo se encontraron enfrente con cordones de policías, apoyados por medios aéreos y vehículos blindados en muchos casos.
Es el caso de la protesta que tuvo lugar el 2 de junio frente el Monumento a Lincoln, situado cerca del Capitolio. La Guardia Nacional se había desplegado alrededor del edificio memorial con unos cinco mil de sus miembros, armados y uniformados de camuflaje. Esta milicia estatal tomó posiciones antes de que llegara la manifestación y su presencia era visible en las escalinatas que dan acceso a la estatua de Lincoln. A la Guardia Nacional se sumó la Policía de Parques, con agentes protegidos con escudos y cascos, y componentes de otros cuerpos de seguridad federales. En cambio, la Guardia Nacional solo acudió el miércoles al Capitolio cuando había sido tomado por los radicales de Trump tras rebasar a la policía propia de la sede congresual, desprovista de medios suficientes para contener a los asaltantes. La Policía del Capitolio cuenta con unos dos mil agentes, pero fue evidente que el miércoles actuaron muchos menos.
En la primera semana de junio, la Casa Blanca se blindó para evitar una hipotética invasión de Black Lives Matter. Una nueva valla de seguridad, levantada a toda velocidad, rodeaba aquellos días la residencia oficial del presidente estadounidense. La protección perimetral incluyó policía militar, tanquetas del Ejército y perros guardianes. Los soldados mostraban rifles de asalto, como en cualquier zona en guerra. Helicópteros Lakota sobrevolaban aquellos días la ciudad de Washington, lo que ofrecía una panorama bélico nunca visto antes en la capital estadounidense. Los defensores de la justicia racial fueron dispersados con gases lacrimógenos en las calles próximas a la Casa Blanca.
La 'derrota' de los cuerpos de seguridad frente a la turba arengada por Trump ha motivado la dimisión del jefe de la Policía del Capitolio, Steven Sund. La renuncia se produce después de que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, pidiera la dimisión de Sund, que también recibió críticas por parte del líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, así como de otros legisladores. También es muy probable que se produzca una cadena de despidos en la cúpula policial.
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La invasión del Capitolio ha hecho saltar las alarmas entre los representantes políticos. El presidente de la Comisión de Asignaciones de la Cámara de Representantes, Tim Ryan, encargado de supervisar la financiación destinada a la Policía del Capitolio, destacó que «se han registrado fallos enormes, de carácter estratégico y de planificación por parte de la Policía del Capitolio». También el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, instó a abrir cuanto antes una investigación al respecto, la cual espera que sea abordada de forma «bipartidista».
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