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Mikel Ayestaran
Jerusalén
Lunes, 23 de agosto 2021
Después de veinte años de operación militar, los colaboradores de la OTAN que quedan en Afganistán y todos aquellos que quieran dejar el país se juegan su futuro en los próximos siete días. El tiempo corre y el 31 de agosto está cada vez más ... cerca. Esta es la fecha que pactaron Estados Unidos y los talibanes para la retirada de las tropas, pero siguen quedando miles de personas pendientes de evacuación y podría ser necesario extenderla. Para los talibanes esta posible prórroga «es una línea roja», según advirtió de forma tajante el portavoz islamista Suhail Shahin en una entrevista a SkyNews.
Shahin aseguró que «si Estados Unidos o Reino Unido buscan más tiempo para continuar las evacuaciones, la respuesta es no. O habrá consecuencias». La inestabilidad es creciente en el aeropuerto de Kabul, al que intentan acceder de manera desesperada miles de personas y donde un guardia de seguridad afgano murió en un tiroteo en el que intervinieron soldados estadounidenses para responder al fuego enemigo.
Shahin también habló para la cadena BBC y adelantó que pasado el día 31 «no obstaculizaremos las salidas de aquellos que tengan un pasaporte en regla. Podrán viajar en vuelos comerciales en cualquier momento. Queremos que se queden en el país, pero si tienen la intención de irse, podrán hacerlo». El problema es que la gente que quiere escapar del Emirato no confía en las promesas de los nuevos dirigentes, sobre todo tras publicarse un informe de la ONU que asegura que persiguen a los excolaboradores puerta a puerta.
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El lunes por la noche, el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Heiko Maas, admitió que su Gobierno, así como los de Estados Unidos y Turquía, negocian con el régimen la ampliación del plazo de retirada, que, desde luego, no iría más allá de septiembre. Maas reconoció que la operación de rescate es «cada vez más caótica». En todo caso, Estados Unidos reafirmó el lunes su objetivo de completar la evacuación de sus ciudadanos de Afganistán antes del 31 de agosto, conforme al acuerdo con los talibanes y a pesar de los citados llamamientos de los aliados para prorrogar las operaciones en el aeropuerto de Kabul. «Como ya ha dicho el presidente, creemos que tenemos tiempo de aquí al 31 (agosto) para evacuar a todos los estadounidenses que lo deseen», dijo a periodistas Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del mandatario Joe Biden.
Desde la conquista del país por los islamistas ya han sido evacuadas 37.000 personas, según los datos ofrecidos por el Pentágono. De ellas, 16.000 han despegado en las últimas 24 horas del país. El tráfico aéreo es constante en una ciudad controlada por un régimen que ha desplegado en el exterior del aeródromo a sus fuerzas especiales, incluidos francotiradores.
Al caos habitual para gestionar la entrada de los civiles se le sumó este lunes el nerviosismo generado por el tiroteo que dejó un guarda afgano muerto y varios heridos. «Ninguno de los soldados de la coalición resultó herido durante el breve intercambio de fuego», explicó el capitán estadounidense William Urban, quien explicó que «tanto las fuerzas afganas como nosotros devolvimos los disparos en defensa propia». El Ejército alemán, que participó en la refriega, señaló que los asaltantes eran unos «desconocidos» que se habían dirigido a la puerta norte del complejo y añadió que más tarde se produjeron «otros tiroteos».
Ya son 21 los muertos en el aeropuerto en la última semana, entre disparos y aplastamientos en avalanchas humanas. Pero esta es la primera vez que se registra un ataque directo contra las fuerzas que custodian el interior del recinto.
Entre los países que solicitaron más tiempo para evacuar a los suyos está Francia, cuyo ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, se mostró «preocupado por la fecha límite fijada por Estados Unidos» y vio «necesario» contar con más días. París ha desplegado a sus fuerzas especiales y este lunes cooperaron con las de Estados Unidos en una operación para escoltar hasta al aeropuerto a 260 «colaboradores» de la delegación de la Unión Europea en Kabul. Lo complicado que resulta acceder a la terminal aérea ha hecho que los países opten por este tipo de operaciones de escolta o incluso por el envío de helicópteros a puntos de recogida para luego llegar por aire hasta la misma pista.
«Aunque no lo parezca, estamos ante un ejercicio de coordinación importante entre Estados Unidos y los talibanes. Los aviones aterrizando y despegando en un aeropuerto urbano como éste son vulnerables y sería muy fácil un ataque que paralizara la misión, pero no ha ocurrido. Los miles de personas que se apelotonan cada día allí son en su mayoría colaboradores de la OTAN, pero los islamistas no les detienen. Estos factores podrían cambiar a partir del 31», explican fuentes diplomáticas europeas con experiencia en el conflicto afgano. Otra de las grandes amenazas sobre la mesa es la entrada en escena del grupo yihadista Estado Islámico (EI), que podría intentar golpear en Kabul para debilitar la imagen de seguridad y fortaleza que transmiten los talibanes desde su llegada.
Mientras el mundo mira al aeropuerto internacional Hamid Karzai y los afganos que salen son realojados en diferentes países, los fundamentalistas prosiguen con sus labores de gobierno y tratan de sofocar el frente de resistencia que se ha formado en el valle del Panjhsir, donde Ahmed Massoud y el exvicepresidente, Amrullah Saleh, se resisten a aceptar el Emirato. Cada vez hay más dudas sobre si los islamistas formarán o no lo que denominan un «gobierno integrador» ya que tienen toda la fuerza en sus manos.
Uno de los primeros nombramientos realizados por los talibanes ha sido el del nuevo gobernador del Banco Central. Haji Mohammad Idris será el encargado de dirigir la institución en un momento clave ya que los bancos del país llevan cerrados una semana, no hay dinero en los cajeros y los funcionarios permanecen desde hace dos meses sin cobrar. El nombramiento de Idris coincidió con el anuncio del reinicio de las exportaciones de petróleo desde el vecino Irán, otra decisión que puede ayudar a relajar la grave crisis que sufre el país.
Estados Unidos apeló a una alianza militar-civil posterior a la Segunda Guerra Mundial para evacuar a los civiles de Afganistan. El sistema se ha activado solo dos veces antes: en 1990-1991, durante la Guerra del Golfo, y en 2003, durante la invasión de Irak.
La Flota Aérea de Reserva Civil (CRAF en inglés) es un «programa cooperativo y voluntario» entre el gobierno y las aerolíneas privadas, que permite al ejército estadounidense utilizar aviones comerciales en situaciones de emergencia cuando necesita capacidad adicional. El origen de la asociación se remonta a la salida de Berlín durante la Guerra Fría y permite al Departamento de Defensa (DOD) «aumentar ... la capacidad de los aviones durante una crisis relacionada con la defensa nacional», según el Departamento de Transporte.
Las compañías aéreas ofrecen voluntariamente sus aeronaves al programa CRAF a través de acuerdos contractuales con el Comando de Transporte de Estados Unidos (USTRANSCOM), que maneja el sistema global de transporte de defensa estadounidense. Rodos los participantes de la CRAF deben ser transportistas estadounidenses totalmente certificados por la Administración Federal de Aviación (FAA).
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