Dos pueblos rojos en el mapa azul de Madrid

Llamado «pueblo maldito» por una legión de «freaks» que allí compiten en juegos de rol «interactivos y teatrales» basados en los relatos terroríficos de Lovecraft, el 34,5% de los más de 2.000 habitantes del municipio votó a Ángel Gabilondo, mientras el 30,7% lo hizo a Ayuso. El resto de la «gente bien», como las describe una empleada del Ayuntamiento, repartió su voto sin ninguna discrepancia aparente en sus 60 kilómetros cuadrados.

Tierra de la escritora Elena Soriano pero con «marcado carácter rural», basa su economía a la agricultura de olivo, vid y cereales, pero también a la construcción, que ha vivido un boom similar al de otras poblaciones de la zona. El metro cuadrado alcanza los 500 euros. Comparado el precio con el de la capital, a unos 50 kilómetros por buenas carreteras, explica por qué la población no para de crecer unas decenas de personas cada año, a pesar de ser uno de los municipios más pobres, en cuanto a ingresos per cápita.

Ahora lo visitan ciclistas y maratonistas que van del centro del pueblo, bajo la sombra de la Torre del Reloj, a la ermita por tierras sembradas y orillas de sus ríos, Tajo y Tajuña. Exhibe un puente de hierro que, asegura el Ayuntamiento, fue construido por los mismos que la Torre Eiffel, inaugurado en 1876, una década después que Prim volara el anterior en su huida tras la sublevación, allá por 1866. Ahora, los que viven contra la corriente política, no huyen. Resisten, sin fiestas patronales, anuladas en julio del año pasado. Éste, veremos.

Ahora El Atazar podría nombrar un rey propio, como aquel pueblo de Patones con el que colinda. Pequeña y enmarcada en un paisaje verde, sus vecinos, que no llegan a cien, votaron en su mayoría al PSOE. Un 34,9% respaldó a Gabilondo, empezando a su alcalde socialista Juan Pablo Lozano, y otro 28,5% al PP. Pero entre ambos estuvo la abstención: 64 de los 94 habitantes no votó en este lugar de una calle principal y varios meandros de casas bien conservadas.

Ahora es la segunda mancha roja en el mapa azul de la política regional. Romanos, visigodos y árabes se detuvieron en sus predios de casi 30 kilómetros cuadrados y construyeron atalayas. Con los castellanos este lugar de la Sierra Norte pasó de señorío a villa y ahora municipio, con agricultores y ganaderos, cuyas tierras colindan con el gran embalse del Atazar, a veces rebelde, con algunas inundaciones en su haber. No es un pueblo degradado ni vaciado, al contrario, sus pobladores tienen ingresos per cápita muy superiores a la media. El alcalde, que «no tiene dedicación exclusiva», dicen en el Ayuntamiento, ganó la alcaldía lanzando una moneda al aire, después de un empate entre socialistas y populares.

Dicen que desde los lodos de su embalse se han visto Ovnis, al menos uno documentado en 2012, según un colaborador de Tercer Milenio. Un vídeo registra la reunión de diversos crédulos en este poblado, de «bonitas vistas» y «casas fabulosas», según guías turísticos. Esta vez, no hizo falta lanzar un euro para ver si es cara o cruz.