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El papa Francisco preside la celebración del Vía Crucis en el Coliseo el Viernes Santo en Roma, Italia, el 29 de marzo de 2013. EFE
Muere el Papa Francisco

Muere el Papa Francisco

En sus doce años de pontificado Jorge Mario Bergoglio trató de renovar por completo la Iglesia

LN

Lunes, 21 de abril 2025, 10:12

El papa Francisco murió este lunes a los 88 años, anunció el Vaticano en un comunicado. «Esta mañana a las 07:35 horas, el obispo de Roma, Francisco, volvió a la casa del Padre», anunció el cardenal Kevin Farrell en un comunicado publicado por el Vaticano en su canal de Telegram. La noticia llega un día después, de que el Pontífice impartiese, el Domingo de Resurrección, la bendición 'Urbi et Orbi'. En el mensaje pascual, leído por Monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, Francisco reiteró su llamada al alto el fuego en Gaza, pidió la liberación de los rehenes israelíes y el envío de ayuda humanitaria a los hambrientos.

Todavía no se ha comunicado el motivo del fallecimiento de Bergoglio, que el día anterior pudo impartir su bendición 'Urbi et Orbi' desde el balcón central de la basílica de San Pedro al final de la misa del Domingo de Resurrección. Justo ayer se cumplieron cuatro semanas desde que el Papa recibió el alta tras pasarse 38 días ingresado en el hospital Gemelli de Roma por una infección en las vías respiratorias que acabó derivando en una neumonía bilateral por la que estuvo dos veces cerca de morir. Los médicos le dijeron al salir del hospital que debía permanecer «al menos dos meses» haciendo reposo, pero lo cierto es que Francisco hizo poca convalecencia y realizó continuas salidas de la Casa Santa Marta. Fue el sucesor número 265 de San Pedro tras ser elegido en el cónclave convocado tras hacerse efectiva la renuncia de Benedicto XVI a finales de febrero de 2013.

Sucesor número 265 de San Pedro

El 13 de marzo de 2013, poco después de su elección como obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio, hasta entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires, se mostró ante el mundo por primera vez vestido de blanco en el balcón central de la basílica de San Pedro del Vaticano ofreciendo una breve alocución que acabó convirtiéndose en una declaración de intenciones de lo que iba a venir después.

Antes de pedir a los fieles que «rezaran por él», humanizando así el cargo recién estrenado, dijo que sus «hermanos cardenales» habían acudido en el cónclave apenas concluido «casi hasta el final del mundo» para encontrar al nuevo obispo de Roma, fallecido este lunes 21 de abril a los 88 años de edad.

Las complicaciones de salud acabaron costándole la vida al sucesor número 265 de San Pedro, elegido en el cónclave convocado tras hacerse efectiva la renuncia de Benedicto XVI a finales de febrero de 2013.

En sus casi 12 años como Pontífice, Bergoglio se destapó como uno de los líderes más influyentes del panorama internacional, teniendo sus palabras y sus gestos una repercusión que iban más allá de los casi 1.400 millones de católicos que hay en el mundo. Buen ejemplo de ello es el impacto global que tuvo la ceremonia extraordinaria de oración contra el coronavirus que presidió el 27 de marzo de 2020 en una plaza de San Pedro del Vaticano completamente vacía y batida por la lluvia. «Estamos todos en la misma barca», dijo entonces en una de las imágenes memorables de su pontificado. Serán también recordados sus múltiples llamamientos a favor de la acogida de los migrantes y refugiados, dos colectivos que estuvieron en el centro de su acción pastoral aunque le costara enfrentarse por ello a los más poderosos líderes de la tierra, como el presidente estadounidense, Donald Trump, a quien le afeó que levante «muros de ignominia», mostrándole su «desacuerdo» con las deportaciones masivas de extranjeros. Francisco dejó clara su opción preferencial por los desplazados desde su debut, al elegir la isla de Lampedusa, símbolo del drama migratorio en el Mediterráneo, como destino de su primer viaje tras su elección como obispo de Roma.

De puertas hacia adentro, la principal preocupación de Bergoglio fue la reforma de la Iglesia, para que se convirtiera en una institución abierta para todos por encima de la situación particular de cada uno. Al timón de la barca de San Pedro, un auténtico transatlántico cuyo rumbo cuesta enormes esfuerzos alterar debido a las inercias del pasado, Francisco completó una profunda actualización de la comunidad eclesial para acercarla a sus orígenes, remarcando que son bienvenidos dentro de ella incluso los más alejados o quienes se encuentren en una situación doctrinal irregular.

Esta posición no gustó nada al sector más conservador que, en algunos momentos, llegó a ponerse en pie de guerra contra él y a maniobrar de cara al futuro, con la esperanza de que su sucesor sea alguien menos rupturista. Entre los presuntos agravios sufridos por los tradicionalistas destacan las limitaciones puestas en 2021 a la celebración de misas en latín con el rito previo al Concilio Vaticano II. Bergoglio le enmendó así la plana a Benedicto XVI, quien abrió la mano en 2007 en un intento de seducir a los sectores más conservadores.

El Papa renovador, reformista y revolucionario

En sus primeros años como obispo de Roma, a Bergoglio se le acumularon los adjetivos: renovador, reformista, revolucionario, modernizador... Las expectativas que levantó eran tan altas que resultaba difícil no decepcionar, sobre todo entre quienes esperaban cambios doctrinales o no se esperaban que dedicara palabras gruesas para rechazar la eutanasia o el aborto. Este último lo comparó repetidas veces con «contratar a un sicario para resolver un problema». Todo lo que no movió en esos aspectos lo hizo en cambio desde el punto de vista de la pastoral. Gais, divorciados, personas alejadas de la fe, marginados, inmigrantes, refugiados, indigentes… Todas estas personas estuvieron en el centro de su mensaje y de sus acciones, en las que trató de plasmar una y otra vez su idea de una Iglesia «de puertas abiertas» y como si fuera un «hospital de campo», que no juzga y en la que todo el mundo es bienvenido.

Su mano tendida hacia los homosexuales y transexuales es un buen ejemplo de esta actitud: repitió repetidas veces que son bienvenidos en las parroquias, como cuando rompió los esquemas en 2013, pocos meses después de su elección, al asegurar que «quién era él para juzgar» a un gay de «buena voluntad». Se equivocaban, no obstante, quienes soñaban con que la Iglesia católica fuera a aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Sí que permitió en cambio que los sacerdotes bendigan las uniones entre personas del mismo sexo o que dieran la comunión a los divorciados vueltos a casar. Esas decisiones se ganaron el aplauso del sector más progresista y supusieron un alivio para los católicos que se encuentran en esa situación, pero también contribuyeron a aumentar la polarización del área eclesial conservadora, incómoda con Bergoglio.

Francisco, en definitiva, puso a las periferias en el centro de su atención. Para ello desplegó sus mejores armas comunicativas, que no eran pocas: espontaneidad, calidez, ternura, escucha, frescura… Logró así humanizar y acercar el cargo de Romano Pontífice a todas las personas, fueran o no fieles de la Iglesia católica.

La última bendición «Urbi et Orbi»

El Papa Francisco habla durante la bendición Urbi et Orbi tras la Misa de Pascua en la Plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, el 20 de abril de 2025. EFE

La última aparición pública del papa Francisco era este domingo 20 de abril, poco después de las 12:00 horas en el balcón de la Basílica de San Pedro del Vaticano para dar su tradicional bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad de Roma y al mundo).

«Feliz Pascua», dijo el papa argentino de 88 años, en silla de ruedas y sin cánulas nasales para el oxígeno, ante miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro por el Domingo de Resurrección.

Bergoglio trató en estos años de seducir a las personas para que libremente decidan acercarse a la fe católica, sin imposiciones ni amenazas. Esa es la primordial tarea en la que tendrá que desgastarse a su sucesor, ese «Juan XXIV» que Francisco se sacaba con humor de la manga cuando le planteaban compromisos a medio plazo y coqueteaba con la idea de que sería una tarea para el próximo obispo de Roma. Éste saldrá de un Colegio Cardenalicio profundamente rediseñado por el argentino, quien dio entrada en este exclusivo club a un buen número de representantes de Iglesias minoritarias y periféricas, tratando así de que su concepción de la Iglesia resulte irreversible.

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