A. Azpiroz y María Eugenia Alonso
Madrid
Lunes, 15 de febrero 2021, 09:46
Las costuras de Ciudadanos han vuelto a saltar por los aires. El descalabro en las elecciones catalanas, donde los liberales se dejaron treinta escaños y casi un millón de papeletas, ha desatado todas las tensiones larvadas desde hace meses y ha puesto a Inés Arrimadas ... contra las cuerdas. Un sector crítico dentro de la formación y varios cargos públicos exigen depurar responsabilidades políticas y reclaman las dimisiones del vicesecretario general Carlos Cuadrado, y de su adjunto, José María Espejo.
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A ambos dirigentes les culpan, tanto de la deriva de Ciudadanos en su aproximación al Gobierno, que no siempre se ha entendido en las filas liberales, como de la «nefasta» campaña, que ha contribuido a que la formación se desengrase a izquierda y a derecha, con un amplio trasvase de votos hacia el PSC y Vox. «Primero fueron las elecciones gallegas y vascas, ahora las catalanas, que se han saldado con el más estrepitoso batacazo electoral sufrido por Ciudadanos. En consecuencia, esperamos y exigimos cambios importantes», insistieron las voces más críticas.
Sin embargo, Arrimadas no está por la labor de prescindir ni de Cuadrado ni de Espejo, sus dos hombres de máxima confianza, y busca culpables en otro lugar para justificar el desastre. La baja participación, solo el 53,42% de los electores acudieron a las urnas, y la herencia recibida de Albert Rivera es el clavo ardiendo al que se agarra la líder de Ciudadanos para intentar frenar las presiones. «Desde el 10-N, estábamos en ese porcentaje de voto», defendió en Onda Cero.
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Tanto Arrimadas como su equipo evitaron hacer autocrítica en público y se mostraron decididos a «seguir adelante con este proyecto» descartando cualquier relevo. «Yo creo que si esto solucionara el problema –remarcó– estaríamos en otro escenario, pero ya vemos que no». Para la líder de los liberales, ya se asumió suficientes responsabilidades «hace un año» con la marcha de Rivera y de sus principales colaboradores. Entonces, el expresidente de Ciudadanos había perdido un 60% de los votos entre las generales de abril y las de noviembre. Ahora entre las autonómicas catalanas de 2017 y 2021 la caída ha sido de un 86%. «No podemos tomar de referencia los comicios del 21-D porque se dieron circunstancias especiales», justificó.
Una llamada a la calma, o disciplina, según se vea, que Arrimadas hace antes de tener que enfrentarse a la dirección nacional, que está convocada a última hora del día a una reunión «urgente», en la que pese a la situación epidemiológica se pidió presencialidad. Un cita que se augura tensa de antemano no solo por los raquíticos resultados electorales sino por el ruido de sables a nivel interno que ponen en cuestión hasta la propia estrategia del partido y a sus principales dirigentes.
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Pero la líder liberal hace, al menos de momento, oídos sordos y apuesta por mantener el mismo rumbo y pelear por un espacio en el centro del tablero que le permita mantenerse a flote y frenar la OPA hostil que ha lanzado Pablo Casado sobre los votantes, las bases y los cuadros de Ciudadanos.
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