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Twitter tiene diez veces menos usuarios que otras plataformas como Facebook, Youtube o Instagram, pero su poder de influencia sigue siendo notable. En su primer tuit una vez que se hizo pública la compra, Musk publicó -en un mensaje acompañado de emojis de corazones y cohetes- que la libertad de expresión es «el cimiento de una democracia funcional y Twitter es la plaza digital del pueblo donde se debaten los asuntos vitales para el futuro de la humanidad».
Y aunque parece que la libertad de expresión será un elemento clave para la nueva dirección de la empresa, aún no se han concretado los datos sobre su funcionamiento. Tanto es así que el actual consejero delegado de la red social, Parag Agrawal, reconoció en una ronda de preguntas de los empleados que existe «gran incertidumbre» acerca de lo que ocurrirá una vez finalice la operación.
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Edurne Martínez | R. C.
Precisó que «en estos momentos» no se prevén despidos en la compañía, pero evitó comprometerse de cara al futuro y no aclaró si será él quien siga al frente de la empresa o se nombrará un nuevo CEO. «Cuando se cierre el trato no sabemos en qué dirección irá la plataforma», señaló Agrawal en una videollamada con los trabajadores tras darse a conocer el acuerdo.
Lo que sí se sabe es la indemnización que cobrará Agrawal si es despedido en los 12 meses posteriores al acuerdo: 42 millones de dólares (unos 39 millones de euros), según los cálculos de la consultora Equilar, que ha tenido en cuenta el salario anual del CEO (30,4 millones de dólares en 2021) más la adjudicación de las acciones según el precio de oferta de Musk de 54,20 dólares por título.
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La venta de la plataforma al hombre más rico del mundo inquieta a varias organizaciones de derechos humanos. Es el caso de Amnistía Internacional y la Unión Americana por las Libertades Civiles, que en un comunicado mostraron su preocupación y afirmaron que, independientemente de quién tenga la propiedad de la plataforma, Twitter tiene que proteger los derechos humanos, incluido el derecho a vivir libre de discriminación y violencia.
En su opinión, la plataforma «ya falla con demasiada frecuencia» sobre esto -en referencia a los mensajes de odio que se acumulan en la red social-, por lo que les preocupan las medidas que Twitter pueda tomar para cambiar los mecanismos diseñados para proteger a los usuarios. «Lo último que se necesita ahora es que Twitter haga deliberadamente la vista gorda ante los discursos de odio», señalaron las organizaciones.
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