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J. GÓMEZ PEÑA
BILBAO
Viernes, 1 de noviembre 2019, 10:38
Los niños del programa de Deporte Escolar de la Diputación de Vizcaya aguardan frente al edificio foral, en la Gran Vía de Bilbao. Suena el tema principal de la banda sonora de 'Rocky'. Y aparece entre el humo Garbiñe Muguruza (Caracas, 26 años). De ... blanco. Va a jugar con dos niñas un partido de pelota a mano en un frontón portátil. Disfruta. Regreso a la infancia, a Venezuela; a Barcelona, donde se hizo tenista; a Eibar, la tierra de su padre. Eso, regresar, es su meta ahora. Quiere volver a ser, como en 2017, la número uno del tenis mundial. Su carrera deportiva tiene perfil de togobán. Estuvo arriba y ahora, acosada por lesiones y derrotas, ha desaparecido del espejo. Pero aún tiene edad, talento y carácter de sobra para volver. No ha perdido ese temperamento que saca en la pista, cuando muerde el bozal si hace falta. Muguruza nació programada para ser única, impar, como el número 1.
-Cuando vuelve a Euskadi, la tierra de su padre, ¿qué es lo que nunca deja de hacer?
Visitar a mi familia, que apenas la veo. Y disfruto mucho de la comida. Procuro hacer algo de turismo. Vengo poco y tengo mucho que ver. Me gusta hacer vida normal. Lo que más me llama del País Vasco es cómo me recibe la gente. Se ve que están contentos de verme aquí. Lo agradezco mucho.
-Nació en Venezuela, tiene raíces vascas, creció en Barcelona, reside en Ginebra y no deja de viajar de torneo en torneo. ¿De dónde es?
Es difícil de decir. Llevo toda la vida viajando. De todas la culturas cojo algo y con todas ellas me identifico.
-Se ha estrenado como pelotari en un frontón improvisado frente a la Diputación de Bizkaia.
Nunca había jugado a pelota a mano y es realmente dura. Lo he pasado muy bien jugando con las niñas. Ha sido un día muy completo en Bilbao. Viajo mucho por el tenis, pero tengo pocas oportunidades de ver sitios fuera del circuito.
-La pelota vasca es un deporte mayoritariamente masculino, pero empieza a crecer el número de mujeres que lo practican. Es una ola. Crece el deporte femenino.
Ha habido un cambio enorme. Me encanta que se le dé visibilidad. Yo estoy en un deporte muy mediático y sé que hay otros que necesitan mucha más atención. Por eso me alegro de haber compartido con unas niñas este partido de pelota.
-Usted empezó a rueda de sus hermanos mayores, que quisieron ser tenistas.
Sí. Era la pequeña de la casa y siempre quería copiarles. Con los patines, con las piezas de Lego, con la raqueta... Así empezó todo.
-Sus ídolos eran las hermanas Williams. Creció viéndolas por la televisión, imitándolas. A Serena le ganó en la final de Roland Garros en 2016 y a Venus, en Wimbledon 2017. Se convirtió en un referente para niñas como las que han estado en la Gran Vía de Bilbao.
La verdad es que es algo en lo que no pienso mucho. Me doy cuenta cuando me cruzo con alguna niña que se acerca y me dice que le encantaría jugar como yo. Ahí noto que tengo cierta influencia, cierta responsabilidad.
-En 2017 tocó techo. Subió al número uno del ránking mundial. ¿Se está muy sola ahí arriba?
(Inspira) Bueno, cuanto más éxito logras más se cierra el círculo. El tenis es un deporte individual en el que tienes muy poca gente cerca. Y sí, tiene muchos momentos de soledad. Este deporte es así.
-¿Qué le ha pasado esta temporada para bajar al puesto 32 del ránking?
Qué es lo que no me ha pasado. He sufrido un bajón. He tenido lesiones. Han llegado jugadoras nuevas. He tenido que cambiar de equipo (entrenador)... Este último año y medio ha sido muy intenso. Me ha pasado de todo. Estoy contenta de que haya acabado. Ahora empieza otra temporada. Nueva ilusión. Voy con frescura.
-Ahora mismo, las ocho mejores jugadores del mundo están en China, en el Masters, el torneo que cierra el año. ¿Qué siente?
Intento no pensarlo. Me encantaría estar allí, como tantas veces he estado. Para eso trabajo, para volver ahí, a estar entre las mejores.
-¿Qué le preocupa más, recuperar su juego o formar un equipo que la apoye tras haber roto con su entrenador?
Las dos cosas. Un tenista no es nada sin un equipo a su alrededor. Tengo que rodearme de gente muy profesional y empezar a trabajar para volver a lo más alto.
-¿Qué objetivos se marca?
Ya he sido una vez la número uno. Quiero volver a esa cima. Además, el año que viene están los Juegos Olímpicos de Tokio.
-¿Piensa más en volver a ser la número uno o en ganar torneos?
Mira, cuando ya has estado en ese puesto valoras más lograr títulos que situarte en un puesto u otro del ránking. Lo que más saboreas son las copas, las finales. Quiero volver a levantar trofeos.
-Dice Nadal que se recuerdan más la derrotas que las victorias.
Los malos sentimientos se te quedan más tatuados, más grabados. Pero conservo muy buenos recuerdos que lo compensan.
-Nadal es un buen ejenplo de tenista que supera sus lesiones y vuelve a la cima.
Claro. Ha pasado por momentos muy duros. Es una bestia. Siempre nos demuestra que sigue ahí. Es un referente no sólo para los tenistas sino para toda la gente que ama el deporte.
-El número uno está obligado a ganar. ¿Pesa eso?
Es que ya no puedes subir más. Cuando llegué ahí estuve unos días preocupada por eso, pero luego dejas de pensarlo. Ahora prefiero volver a ganar torneos.
-Tiene fama de ser una tenista con carácter en la pista, con mal genio. ¿Cómo lo lleva?
Ja, ja. Hay momentos en los que sí, es cierto, se ha visto mi carácter. Mira, estoy compitiendo al máximo nivel. No salgo a la pista para ser elegante. Hay que sacar el monstruo, el diablo que tenemos dentro. Lo que pasa es que ahora siempre nos está enfocando una cámara y lo graban todo. En mi caso, ese genio quiere expresar lo mucho que quiero el tenis. El carácter siempre sale.
-Ahora está de vacaciones. ¿Qué capricho se ha dado?
Para mí las vacaciones son comer lo que me gusta. Siempre estamos con dietas de deportistas. Ahora puedo comer lo que hace mamá y algún capricho.
-Por ejemplo.
Ayer, nada más llegar, pedí un chuletón. Eso son mis vacaciones.
-Bjorn Borg aseguraba que pudo haber seguido en la élite cinco años más, pero que se retiró porque perdió la motivación.
Más que la motivación, lo que cuesta es el precio que hay que pagar por estar en la élite. Es un sacrificio enorme y si no eres muy ambicioso, no compensa. Sobre todo, si ya has conseguido ser el número uno.
-¿Y después del tenis? ¿Se dedicará a la moda?
Ufff. Ojalá me queden muchos años en el deporte. Así tendré tiempo para ver por dónde van mis gustos.
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