Los Juegos Olímpicos no deberían celebrarse». Shigeru Okeda es tajante. Este joven administrativo de Tokio cree que es una irresponsabilidad empeñarse en celebrar la Olimpiada en medio de una pandemia que aún puede agudizarse. «No sé si se podrían retrasar un año más y esperar ... a que la mayor parte del mundo esté inmunizada. En caso contrario, deberían cancelarse. Porque acaba de levantarse el último estado de emergencia -decretado en la capital el pasado mes de enero- y no se puede garantizar al 100% que no vayan a provocar una ola de contagios que dañaría más la imagen de Japón», sentencia.
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Ichika Ito es de la opinión contraria. «El país se ha esforzado demasiado como para que ahora toda la inversión caiga en saco roto. Creo que con las cifras de contagios que tenemos ahora es posible celebrar unos Juegos Olímpicos seguros. Eso sí, se deben exigir tests de coronavirus tanto a los atletas como a los visitantes que vengan del extranjero, que podrían limitarse a quienes estén vacunados. Si se hace bien, Tokio 2020 puede ser un espectáculo que sirva para animar a la gente, algo más necesario que nunca», afirma esta profesora de secundaria residente en la capital nipona.
Las de Okeda e Ito representan las opiniones que polarizan a la sociedad tokiota. A solo cuatro meses de la fecha prevista para encender el pebetero, una encuesta de la agencia de noticias Kyodo reflejó que el 80,1% de sus habitantes es partidario de que la llama olímpica -guardada desde hace un año en Tokio- siga a buen recaudo durante este año. Entre ellos, las opiniones están divididas: un 44,8% apuesta por un nuevo aplazamiento de la cita deportiva, y un 35,3% cree que lo más adecuado sería olvidarse para siempre de Tokio 2020. Otra encuesta de la cadena nacional NHK redujo aún más el apoyo a que la Olimpiada se mantenga: solo la quiere el 16% de los japoneses.
Sin embargo, David Esteban, responsable de Viajar Por Asia y español residente en el centro del archipiélago desde hace una década, señala que la mayoría de la población no tiene una postura especialmente firme al respecto. «Les da bastante igual», asegura. Él, sin embargo, hace ya tiempo que apostó por la opción que, finalmente, las autoridades tomaron el pasado día 20: los Juegos se celebrarán solo con público local. «Cancelarlos o volver a posponerlos sería desastroso a muchos niveles, pero sobre todo en el plano económico. Y la opción de organizarlos sin extranjeros siendo un país de 127 millones de habitantes no es descabellada. Evidentemente, el retorno no va a ser el mismo, pero creo que se minimizarán las pérdidas», comenta Esteban.
Los organizadores de los Juegos, que ya el año pasado se resistieron a aplazarlos, son de la misma opinión. «Es una pena, pero, teniendo en cuenta la situación actual de la pandemia y las medidas que se deben tomar para no poner en peligro nuestro sistema sanitario, no podemos tomar otra decisión», explicó Seiko Hashimoto, presidenta del comité organizador de Tokio 2020, antes de anunciar que se comenzará a reembolsar el importe de las 630.000 entradas vendidas fuera de Japón de un total de 7,8 millones (en un principio, se estimó que medio millón de extranjeros acudirían a la cita).
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No obstante, el diario Japan Times avanzó el pasado lunes que las autoridades están planteándose una excepción para permitir la entrada de 500 voluntarios extranjeros «con aptitudes especiales» -sobre todo conocimiento de lenguas para las que no hay intérpretes en el país asiático- que serán escogidos entre 2.000 candidatos por todo el mundo. Una cifra muy inferior a los 8.000 que tenían previsto ofrecer asistencia durante los Juegos.
De todas formas, hasta el mes que viene no se revelarán las medidas de seguridad definitivas, que determinarán el aforo permitido en las gradas y que, según diferentes medios locales, podría quedarse en el 50% de los asientos, como ha ocurrido con la mayoría de las competiciones deportivas que se han celebrado en el archipiélago desde el pasado mes de julio. Los espectadores, eso sí, tendrán que protegerse en todo momento con mascarillas y no podrán gritar. Solo estará permitido aplaudir. «Las decisiones se tomarán de acuerdo con la situación de cada momento y las recomendaciones de los expertos», apostilló Hashimoto.
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En juego hay mucho dinero. Los 15.400 millones de dólares del presupuesto oficial, que ya se ha incrementado en 2.800 millones para hacer frente al aplazamiento, son lo de menos. Según cálculos de la asesoría financiera Bloomberg, la cancelación de la Olimpiada supondría pérdidas de 42.600 millones de dólares y una contracción del 0,2% en el PIB del país. Sin embargo, celebrar los Juegos con la mitad de espectadores le permitiría a la economía nipona sumar hasta 4,3 puntos porcentuales. En la actual crisis, eso es oro puro.
Sin duda, los de Tokio 2020 son los Juegos Olímpicos de la incertidumbre. De momento, lo que ya se sabe es que las ceremonias de inauguración y de clausura tendrán más pragmatismo que glamur. De hecho, se han tenido que rediseñar para que resulten «más sencillas y contenidas». Y está claro que no se verán multitudes desfilando por la pista de atletismo. En enero se estimó que lo harían 6.000 deportistas, y ahora hay quienes abogan por dejarlos en solo unos cientos.
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En un documento de 53 páginas publicado el pasado mes de enero también se determinaron algunas de las reglas que afectarán directamente a los 11.100 atletas que pueden residir en la Villa Olímpica: no se les permitirá acceder a ella hasta cinco días antes de su primera competición, y deberán abandonarla como tarde dos días después de la última. Los organizadores también pedirán a los atletas que mantengan las distancias «y eviten todo tipo de contacto físico innecesario», una directiva que choca con la decisión tomada en febrero de poner a su disposición nada menos que 150.000 preservativos. «Sexo a dos metros de distancia puede convertirse en una disciplina olímpica más espectacular incluso que el 'break dance'», bromeaba un internauta.
Menos gracia han hecho los escándalos que han salpicado los Juegos. En un país de normas sociales tan rígidas, la dimisión de dos cargos relevantes de la organización ha dejado manchas indelebles y, sobre todo, ha reflejado el machismo endémico que afecta a Japón. Porque tanto Yoshiro Mori como Hiroshi Sasaki han tenido que decir adiós a sus puestos debido a comentarios sexistas.
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El primero fue el del presidente del comité organizador de los Juegos, en el que solo cinco de sus 24 miembros eran mujeres hasta el pasado día 2. Cuando se planteó incrementar su representación, Mori, de 83 años, afirmó que «en ese caso habría que restringir el tiempo que pueden hablar, porque las mujeres hablan demasiado y tienen dificultades para terminar». Aunque sus palabras provocaron una tormenta inmediata y Mori reconoció que hasta su mujer, su hija y su nieta se las echaron en cara, él afirmó en un principio que no dimitiría. Lo acabó haciendo una semana después, cuando incluso patrocinadores de la talla de Toyota se mostraron públicamente «decepcionados» con las palabras de Mori y un grupo de diputadas se vistió de blanco a modo de protesta.
Pero nadie escarmienta en piel ajena. La semana pasada fue el director creativo de los Juegos quien tuvo que presentar su dimisión. A Sasaki no se le ocurrió mejor idea que proponer un vestido de cerda para que la actriz Naomi Watanabe hiciese su aparición en la ceremonia inaugural como una 'Olympig' (término que en inglés se puede traducir como 'cerda olímpica'). «Es totalmente inapropiado hacer comentarios que ridiculicen la apariencia física de la gente», censuró Hashimoto. Sasaki se disculpó y es ya historia, pero las mujeres japonesas tardarán algún tiempo en olvidarlo.
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«Nos han dicho con orgullo que estos serán los Juegos con mayor participación femenina de la historia -un 48,8%-, pero los dirigentes están demostrando que en Japón estamos todavía anclados en el pasado en lo que se refiere al tratamiento de la mujer. Algunos disculpan a Mori y Sasaki arguyendo que son viejos, pero lo cierto es que muchos otros hombres jóvenes se comportan igual. Esta es una buena oportunidad para sacar a la palestra problemas sociales en los que debemos avanzar», comenta desde Tokio Misa Takeuchi, oficinista que aboga por la independencia de la mujer.
A pesar de que Tokio 2020 es ya una de las Olimpiadas más accidentadas, el primer ministro japonés, Yoshihide Suga, está convencido de que se celebrarán y que serán un éxito tanto deportivo como social. Así de claro lo dejó a finales de enero: «Estoy determinado a lograr que los Juegos Olímpicos sean la prueba de que el ser humano ha salido victorioso de la pandemia, y a que supongan un símbolo de solidaridad, esperanza y coraje». Y para que sus palabras adquieran contenido, el jueves la antorcha comenzó su camino de relevos hacia Tokio desde una de las localidades más tristemente famosas del archipiélago: Fukushima.
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15.400 millones de dólares costarán los Juegos Olímpicos de Tokio, una factura que ha crecido en 2.800 millones debido a su aplazamiento. Cancelarlos resultaría aún más caro.
Impacto económico Aunque se celebren solo con la mitad del aforo de las instalaciones deportivas, los Juegos pueden impulsar el PIB de Japón hasta un 4,3%.
11.100 atletas se han clasificado para la Olimpiada con mayor igualdad, porque el 48,8% son mujeres. Al Comité organizador se sumaron 12 el pasado día 2 y ya suponen el 42%.
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