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El coronavirus ha cerrado China a cal y canto. Para entrar al país más poblado del mundo hay que sortear una innumerable sucesión de barreras burocráticas a las que se suma la falta de conexiones aéreas y una estricta cuarentena obligatoria de 21 días. ... No obstante, la proyección de China al mundo es cada vez mayor: la dependencia de sus productos se ha disparado, como muestran las estadísticas del comercio exterior, y su influencia en el mundo en vías de desarrollo crece de forma proporcional a los envíos de las vacunas chinas, que Pekín ha ofrecido incluso a Tokio 2020.
No obstante, esta coyuntura está complicando la organización de los Juegos Olímpicos de invierno que Pekín organizará solo cinco meses después de los paralímpicos de Tokio. Primero, porque, como sucede con la cita olímpica nipona, no está nada claro que para el próximo 4 de febrero el gigante asiático vaya a permitir el acceso de espectadores extranjeros al país. Y, en segundo lugar, porque cada vez son más quienes están levantando la voz contra el Partido Comunista.
Aunque los boicots parecen cosa de la Guerra Fría, la polarización política que ha provocado la pandemia a nivel mundial los ha resucitado. Algunos gobernantes y diferentes organizaciones activistas han comenzado a exigir que Pekín 2022, rebautizado por ellos como los 'Juegos del Genocidio', sirva para denunciar la deriva autoritaria que ha tomado China y su sistemática violación de los derechos humanos en regiones como Xinjiang, Tíbet o Hong Kong.
El presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, ya ha dicho que la política no debe interferir en la Olimpiada. «No somos una organización supragubernamental que pueda encontrar soluciones para problemas que no han resuelto ni el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ni el G7 o el G20», afirmó la semana pasada. Por su parte, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, criticó que se agite la bandera de los derechos humanos «para interferir en asuntos internos», y sentenció que las llamadas al boicot «están destinadas a fracasar».
Sin duda, a pesar de que esta semana la Unión Europea ha impuesto a China las primeras sanciones económicas desde la matanza de Tiananmen, en 1989, lo cierto es que pocos países están dispuestos a airar a la segunda potencia mundial. Si ya en 2008, cuando la capital china acogió los juegos de verano, campañas similares tuvieron un éxito nulo, ahora que el poder del país ha crecido notablemente es muy poco probable que algo impida la consecución de un hito: Pekín será la primera ciudad que organice tanto la Olimpiada de verano como la de invierno.
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