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pablo m. díez
Enviado especial a Tokio
Jueves, 5 de agosto 2021, 05:16
Era la única medalla que le faltaba. Pero no porque no hubiera podido ganarla antes, sino porque, sencillamente, no existía. En el debut del kárate como deporte olímpico en el legendario Budokan de Tokio, la española Sandra Sánchez ha logrado este viernes el primer oro ... de la historia en la modalidad de 'kata', que consiste en una exhibición de golpes y defensas sin combate con otro adversario. Pero eso no significa que Sánchez, número uno del mundo, no haya tenido rival, ya que se ha visto obligada a emplearse a fondo para batir a la japonesa Kiyou Shimizu, número dos, practicando la 'kata' Chantanyara Kushanku.
A sus 39 años, con esta medalla olímpica pone el colofón a su palmarés como la mejor karateca del mundo. Campeona mundial en 'kata' individual en 2018, desde hace seis años viene ganando los títulos de Europa de forma consecutiva y acumula en su palmarés más de 80 podios. En marzo de 2018, la Federación Mundial de Kárate la reconoció en su escalafón de «All time» («De todos los tiempos») porque llevaba ya tres años como número uno del mundo. Consiguiendo medallas en todos los torneos en los que ha participado, hoy son cinco. Una marca histórica que le ha permitido entrar en el Libro Guinness de los Récords por sus triunfos en la Karate 1 Premier League, donde ha conseguido 35 medallas consecutivas entre enero de 2014 hasta febrero de 2020.
Y todo ello después de una carrera que empezó de niña, pero que no despuntó hasta ya muy mayor, ya que no entró en la selección nacional hasta pasados los treinta años. Con solo cuatro, sus padres la apuntaron a clase de baile, pero Sandra sólo quería estar con su hermano, que se había apuntado a kárate. «Siempre le tenía como referencia y, a partir de entonces, empecé a hacer kárate y nunca más lo dejé», contó el año pasado a la Federación Mundial de Kárate.
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Aunque a Sánchez se le presentó la oportunidad de entrenar en el Centro de Alto Rendimiento con 20 años, prefirió regresar a su casa para acompañar a su madre, que estaba enferma. Tras finalizar la carrera de Ciencias del Deporte, se trasladó a Australia, donde dio clases de kárate a niños en Brisbane. Allí fue donde empezó a soñar con hacer carrera en el mundo del deporte, para lo que volvió a España. A Jesús del Moral, referencia del kárate español y actual seleccionador nacional, no solo le convenció para que fuera su entrenador, sino también para casarse. Desde entonces, han compaginado su amor con los golpes en el tatami y las medallas en los podios. Cuando el kárate fue aceptado como deporte olímpico en 2015, ambos sabían que su próximo objetivo era Tokio.
Apasionada del 'anime' nipón, Sánchez ha cumplido su sueño de colgarse el primer oro olímpica de kárate en su casa, el templo de las artes marciales del Budokan. Mañana le toca el turno a Damián Quintero, otro supercampeón español que también aspira a la gloria olímpica.
«¡Quiero llorar, quiero reír, quiero saltar!», exclamaba Sánchez ante los periodistas con lágrimas en los ojos. Tratando de asumir el momento histórico que acababa de protagonizar, aseguraba que era «la final soñada, en el Budokan y contra Shimizu, que era lo más emocionante. Si había que ganar, había que hacerlo así». Para ella, no había un escenario más apropiado ni una rival mejor. Aunque admitió ciertas dudas por jugarse la final en Tokio contra una adversaria nipona, se concentró en su 'kata' y salió con la mente fija en su objetivo: el oro. «Sabía que tenía factores en contra por estar en Japón y salir primera… Pero me daba igual. Pensaba que, si hacía lo que sé hacer y me dejaba el alma en el tatami y les entregó el corazón, lo tienen que valorar. Y eso he hecho», declaraba entre risas.
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Tras ver a su rival, Sánchez pensaba que podía ganar. «Yo sentía que mi 'kata' había salido muy bien y creía que se podía. Pero luego vi que la árbitra venía muy despacio…», bromeaba la campeona, quien sabía que iba a ser un resultado muy justo. Abrazada a su entrenador y marido, con el que precisamente celebra hoy cinco años de matrimonio, se despedía: «Estoy deseando que me den la medalla, tocarla y ver que es mía».
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