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Madurando los partidos con sosiego, el Real Madrid ha conseguido sacarle cuatro puntos de ventaja al Barça más el 'goal average' cuando sólo restan doce en liza. Las siete victorias consecutivas logradas desde la reanudación del campeonato, su mejor racha desde el final de ... la temporada 2015-2016, han dejado a los blancos echando cuentas para cantar el alirón y la campaña orquestada por el club azulgrana para desprestigiar al líder no mina el temple de una escuadra que soltó amarras hacia el título y se dispone a un atraque triunfal en puerto la próxima semana presumiendo de equilibrio y paciencia dentro y fuera del rectángulo de juego.
La mesura impera en la 'casa blanca' mientras en Can Barça proliferan las diatribas contra el videoarbitraje (VAR), con escalafón ascendente a medida que el equipo de Zinedine Zidane se cobraba victorias y descontaba jornadas rumbo a un desenlace que parece irremediable salvo hecatombe mayúscula. Fue Piqué quien tiró la primera piedra con sus alusiones en el Ramón Sánchez Pizjuán a una presunta conspiración para servir el trofeo en bandeja al Real Madrid, luego se subió al carro Quique Setién y por último fue Josep Maria Bartomeu quien echó más gasolina al fuego con unas declaraciones propias de épocas en las que los dirigentes se comportaban como ultras, manchando de barro la dignidad del cargo que ostentaban.
Actitud que empequeñece a una entidad que trata de desviar la atención de los problemas internos atizando la polémica y poniendo en duda la integridad del fútbol español, olvidando que once meses de la Liga más larga de la historia han dejado decisiones controvertidas en todos los estadios, incluyendo el Camp Nou, donde el Real Madrid reclamó dos penaltis sobre Varane que tanto el árbitro Hernández Hernández como el responsable aquel día del VAR, Ricardo de Burgos Bengoetxea, pasaron por alto mientras Emilio Butragueño soltaba un «caray» que en boca del diplomático director de Relaciones Institucionales del Real Madrid sonaba como el peor de los exabruptos.
Clama el Barça y calla el Real Madrid en un viraje de lo sucedido entonces que no es más que el reflejo de la veleidosa interpretación de los lances según el lado hacia el que sople el viento. En Chamartín consideran que la pataleta azulgrana no busca sino socavar los méritos de los blancos en un viaje que, al dictado de Zinedine Zidane, ha transformado a un bloque depresivo hace poco más de un año en otro con una confianza a prueba de bombas que vuela con la firmeza defensiva y el espíritu de sacrificio por bandera.
«Es nuestra solidez. Se trata de eso. Lo que estamos demostrando es nuestra fortaleza y nuestro equilibrio. Cuando perdemos el balón defendemos todos y eso últimamente lo estamos haciendo muy bien», reivindicaba Zidane en San Mamés, donde Courtois dejó imbatida su portería por decimoséptima ocasión en la presente Liga, algo que no lograba un guardameta del Real Madrid desde que Paco Buyo lo hiciera en la campaña 1994-1995. De sumar otros dos encuentros con su marco indemne, igualaría el registro del cancerbero gallego en el curso 1986-1987. Lleva 367 minutos sin encajar un gol y ante el Athletic volvió a sostener a su equipo con dos buenas intervenciones a remates de Raúl García e Iñaki Williams que le acercan al que sería su tercer Zamora, tras los dos conquistados con el Atlético.
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Fue el tercer triunfo consecutivo de los blancos con un solitario gol, después de los logrados frente a Espanyol y Getafe, y el sexto en toda la campaña, más que ningún otro equipo de la Liga. Sin generar grandes ocasiones, el Real Madrid volvió a armarse de paciencia hasta que un pisotón de Dani García a Marcelo permitió a Sergio Ramos decantar el choque desde los once metros. Esa tranquilidad para esperar a que se presente la oportunidad propicia es uno de los cambios más notables que ha operado el parón en un equipo que antes de la interrupción de la competición cayó demasiadas veces en la precipitación en duelos cerrados.
Ahora el Real Madrid evita aquellos centros fútiles desde los laterales. Asentado sobre su muro defensivo –sólo dos goles recibidos desde la vuelta-, aguarda a que el fruto caiga del árbol por su propio peso. «Sabemos que si estamos bien defensivamente vamos a tener ocasiones», explicó Zidane en San Mamés, repitiendo un mantra del marsellés, que pese a su deseo de apartarse del ruido externo, sacó los dientes. «Estoy cansado porque al final siempre hablamos de lo mismo. Parece que nosotros ganamos los partidos por el tema de los árbitros y no es así. Estamos en el campo y hay que respetar al Real Madrid y a los jugadores».
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