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Doce de los principales clubes de Europa, liderados por el Real Madrid y el Manchester United, han logrado su objetivo de poner patas arriba el fútbol mundial con su anuncio de la creación de una Superliga semicerrada que acabaría con la Champions actual ... y pondría en jaque no solo a las ligas sino también a las grandes competiciones nacionales. En el fondo, sin embargo, subyace el deseo dinamitar las actuales estructuras y de obligar a la UEFA a modificar su formato y, sobre todo, elevar los ingresos de los poderosos. Comienza una dura batalla de negociaciones que se prolongará durante más de un año y, seguramente, dará origen a otra Champions, del mismo modo que la actual Liga de Campeones reemplazó a la Copa de Europa en 1992.
La Superliga es una vieja idea de Florentino Pérez, convencido de que un sistema parecido a la NBA permitiría a los poderosos triplicar al menos sus actuales ingresos, con un fijo solo por participar de unos 400 millones. Según algunas fuentes, el Atlético, por ejemplo, ingresaría seis veces más que ahora. A medio y largo plazo, empero, dirigentes como Javier Tebas, presidente de la Liga, considerá que sería una ruina que terminaría con el deporte rey.
En cuanto a los equipos participantes, estarían el Real Madrid, el Barça y el Atlético por parte de España. En Inglaterra, el Manchester United, Manchester City, Liverpool, Arsenal, Chelsea y Tottenham. Desde Italia, Milan, Juventus e Inter de Milán. Como invitados al gran circo estarían el PSG, el Bayern de Múnich, ya contactados, y otro club por definir. Los cinco restantes irían variando y clasificándose en un sistema, todavía por definir, que sí premiaría la meritocracia y los valores tradicionales del deporte.
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La pandemia ha puesto de manifesto que muchos clubes viven muy por encima de sus posibilidades y que la situación actual, con fichas desorbitadas de futbolistas y entrenadores, no es sostenible con un panorama de crisis. La burbuja está a punto de estallar y se abre el camino a un nuevo orden mundial que agrave aún más las diferencias entre grandes y modestos y repercuta de forma negativa en las ligas nacionales.
Ha comenzado una batalla larga que puede dejar muertos a su paso y cambiará el sistema, cada día más alejado de los valores del deporte y más empresarial, y ligado a los mercados, pero ni se acabarán las competiciones nacionales ni están en peligro los grandes torneos de selecciones. La FIFA, enemiga histórica de la UEFA y más próxima a los clubes porque de ellos depende su Mundialito, se ha ofrecido como mediadora. Muy en su papel, a modo de organismos en otros ámbitos como el Comité Olímpico Internacional o la Organización de Naciones Unidas.
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Las alarmas se han encendido a nivel mundial, ya que la guerra afecta incluso a los gobiernos nacionales y a la Unión Europea, pero tarde o temprano las aguas tenderán a estebilizarse. Es inviable que la propia UEFA cumpla con sus amenazas e impida las figuras de sus mejores clubes no competir en una Eurocopa que ella misma organiza o que Real Madrid, Barcelona y Atlético no compitan en la Liga española. En ese caso, no se podrían negociar bien los derechos televisivos y sería el final de los equipos modestos, del fútbol base y hasta de las canteras.
El ambicioso e histórico proyecto de Superliga se venía pergeñando desde hace seis años vio la luz de madrugada, curiosamente, horas antes de celebrarse la reunión del Comité Ejecutivo de la UEFA de este lunes, para debatir y aprobar el nuevo formato de la Liga de Campeones a partir de 2024 y la redistribución económica del próximo trienio. Si no aumenta de forma considerable el pastel para los poderosos, ahí está la amenaza de una competición privada que choca claramente con la Champions.
«Vamos a ayudar al fútbol a todos los niveles a ocupar el lugar que le corresponde en el mundo. El fútbol es el único deporte global en el mundo con más de 4.000 millones de seguidores y nuestra responsabilidad como grandes clubs es responder a los deseos de los aficionados», ha declarado Florentino Pérez. Los inversores y los patrocinadores aportan 4.000 millones al proyecto, lo que multiplicará las ganancias. Los organizadores tienen previsto ofrecer más de 10 000 millones de euros en los llamados pagos de solidaridad a lo largo del periodo de compromiso de los clubes implicados. La financiación irá a cargo del banco de inversión JP Morgan.
El anuncio de este torneo al margen de la UEFA, ha desatado una cascada de reacciones contrarias. Las más duras, curiosamente, proceden del Reino Unido, que tendría seis equipos en esa Superliga pero por encima de todo defiende su Premier. La FIFA ha expresado su «desaprobación a una liga separatista« europea cerrada fuera de las estructuras futbolísticas internacionales».
La propia UEFA, en palabras de su presidente Aleksander Ceferin, considera esta iniciativa «vergonzosa, un escupitajo en la cara».. Por ello, amenaza con medidas drásticas contra los clubes disidentes: no poder jugar sus respectivos en toda otra competición nacional, europea o mundial e inhabilitar a sus jugadores para actuar con sus respectivas selecciones. Sanciones inviables porque el organismo rector del fútbol europeo se pegaría un tiro en el pie y atentaría contra la Champions y la Eurocopa, sus dos grandes fuentes de ingresos.
Quedaría por ver si una medida así se ajustaría al Derecho europeo en materia de competencia, lo que hace presagiar una batalla jurídica si la separación de los organismos oficiales se consuma. Un terremoto sin precedentes en casi setenta años de competiciones europeas.
«El proyecto es contrario a valores de la Unión Europea tales como la diversidad y la inclusión» apuntó el presidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas. «Debemos defender un modelo de deportes basado en valores», dijo Schinas. «Universalidad, inclusión y diversidad son elementos centrales del deporte europeo y el modo de vida de los europeos», apuntó Schinas en Twitter. En opinión de la UE, «no hay espacio» para reservar el modelo de deportes «a los pocos clubes ricos que quieren cortar los vínculos con todo aquello que la asociaciones defienden». La Asociación Europea de Clubes (ECA), de la que forman parte las grandes formaciones del fútbol europeo, entre ellas el Atlético de Madrid, declaró estar «fuertemente en contra de un modelo de Superliga cerrada».
Las críticas también llueven desde las altas esferas de la política: el primer ministro británico, Boris Johnson, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han mostrado su oposición al proyecto. El mandatario británico expresó en sus redes sociales que «los planes para una Superliga europea serían muy perjudiciales para el fútbol» y que apoya «a las autoridades futbolísticas para que tomen medidas».
A su juicio, golpearía «el corazón del fútbol nacional» y preocuparía a los aficionados del país. Sus declaraciones van en contra de una iniciativa de la que forman parte, mayormente, clubes británicos. La mitad de los miembros fundadores de la nueva competición son los llamados 'Big Six' de la Premier League.
En un comunicado, la presidencia gala dijo que el Estado actuará para proteger la integridad de las competiciones federales, a nivel nacional y europeo. «El presidente de la República saluda la postura de los clubes franceses que han rechazado participar en un proyecto que amenaza el principio de solidaridad y méritos deportivos», señala el Elíseo. Alemania, firme defensora de los aficionados que marcan la pauta en la Bundesliga, también se opone de manera frontal.
La futura competición contará con 20 equipos y será un formato semi-cerrado , con 15 de ellos con plaza asegurada más otros cino que sería por méritos deportivos. Un sorteo los distribuirá en dos grupos de diez. Los tres primeros de cada grupo se clasificarán automáticamente para los cuartos de final. Los equipos que terminen en cuarta y quinta posición jugarán un 'play off' adicional a doble partido.
Posteriormente se jugarán las eliminatorias a doble partido a partir de cuartos para llegar a la final, que se disputará a partido único, a finales de mayo, en una sede neutral. La competición se jugaría entre semana, salvo la final, y se iniciaría a mitad de agosto. La Champions perdería a los conjuntos más potentes.
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