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Al pronunciar el apellido Villafañe en León, irremediablemente se evoca un balón de fútbol y el escudo de la Cultural y Deportiva Leonesa. Es uno de esos nombres con connotación futbolera, con un vínculo especial con el escudo del león rampante y con una historia siempre ligada a la Cultural.
Paco Villafañe (1949) es uno de esos nombres del 'santoral' culturalista, que formó parte de una histórica plantilla que devolvió, tras más de una década de sinsabores, a la Cultural a Segunda, casi la lleva a Primera y, tras descender, la volvió a llevar a Segunda, en el último ascenso hasta que el equipo que dirigió Rubén de la Barrera en la temporada 2016/17 se encargó de acabar con una sequía de más de cuatro décadas.
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Dani González
Villafañe siempre ha sido culturalista desde que, con 10 años y con sus amigos, fue a ver un Cultural-Baskonia a La Puentecilla: «Era un partido de Segunda y, desde aquel día, el fútbol fue como una droga para mí. Nunca pude dejarlo».
Siempre siendo un jugador fino, y con gol, fue quemando etapas en la cantera leonesa hasta llegar a debutar, siendo juvenil, con el primer equipo en Ciudad Rodrigo: «Ganamos 0-2 y marqué los dos goles. No se me dio nada mal y jugué los últimos cuatro partidos de esa temporada».
Tras una cesión en el Hulleras de Sabero regresó, en 1969, a la Cultural, para ser ya un jugador legendario del club de su tierra: «Salió una generación muy buena, reforzada con algunos fichajes de fuera».
Aquella 'época de plata' de la Cultural, con tres temporadas en Segunda y nombres históricos como Ovalle, Marianín, Piñán, Larrauri, Zuazaga o el propio Villafañe, es una de las que siempre está en la mente del culturalismo: «Repetir algo así es prácticamente imposible. El ambiente que se creaba era increíble».
«Jugábamos a las 15:45 horas y a las 15:00 horas ya había mucha gente en La Puentecilla. Siempre estaba el campo lleno, se creaba un ambiente increíble y todos los equipos sufrían mucho en León», recuerda Villafañe.
El leonés recuerda también que Rafa Yunta, el entrenador de aquel equipo, no les concentraba antes de los partidos, y prefería que «comiéramos en casa, tranquilos, y ya reunirnos luego en una cafetería cerca de La Puentecilla». «Cuando salíamos al campo ya había un barullo que se incrementaba con la segunda o tercera jugada y nos veníamos arriba», sostiene.
Aquel histórico equipo estuvo cerca del ascenso a Primera en la temporada 1971/72 – fue quinto en Segunda – y descendió una temporada después, ascendiendo de nuevo en la temporada 1973/74, durando únicamente un año el nuevo periplo en Segunda. Pero, más allá de esos dos descensos, fue un equipo de leyenda.
«Ante todo éramos amigos y, además, cada jugador tenía unas características diferentes. Ya nos conocíamos, muchos ya habíamos coincidido en la cantera, y jugábamos de memoria, empujados por el público, con un fútbol de ataque total. En esa época, se jugaba con tres defensas y un líbero por detrás: pues bien, nosotros teníamos al líbero por delante», explica el exjugador de la Cultural.
Recuerda la distribución de juego de Piñán, el físico de Roldán, la velocidad de Ovalle y Zuazaga, la zurda de Larrauri, la capacidad de remate de Marianín o el gran trabajo defensivo de todo el equipo.
El primero de los dos ascensos a Segunda que protagonizó es su recuerdo más bonito como culturalista, porque fue «una explosión de alegría», además de partidos históricos como la remontada ante el Zaragoza, en la que la Cultural perdía 0-3 y acabó empatando 3-3: «Y tuvimos una jugada final para marcar el 4-3 que hubiera sido increíble. Todas las radios conectaron para narrar aquel partido loco», asegura.
«Viví una época dorada y tuve muchísima suerte de poder hacerlo», finaliza Paco Villafañe, una de esas leyendas del culturalismo cuyo nombre reluce en estos 100 años de historia del club leonés.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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