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La leyenda de Kobe Bryant trasciende sus múltiples gestas en las canchas de baloncesto. Cuarto máximo anotador de la historia de la NBA, cinco veces ganador del anillo que reconoce a los campeones de la competición reina del deporte de la canasta, dieciocho veces ... All Star y detentador de dos oros olímpicos, la 'Mamba Negra' fue un mito dentro de las pistas y un genio fuera de ellas. Una figura poliédrica que extendió sus tentáculos sobre diversos ámbitos a los que trasladó, casi siempre con el mismo éxito con que descerrajaba el aro rival, la ambición que le convirtió en el referente por antonomasia de la segunda franquicia más laureada de todos los tiempos.
Brillante empresario, padre devoto, receptor del Oscar al mejor cortometraje de animación, forjador de nuevos talentos a través de esa Mamba Academy hacia la que se dirigía en el momento de su fallecimiento y filón comercial, el digno heredero de Michael Jordan fue mucho más que un anotador compulsivo y un icono cultural cuya desaparición a los 41 años ha dejado desolados a los millones de fans que vibraron con sus entradas a canasta, sus estratosféricos mates o ese letal toque de muñeca que le situó entre los elegidos.
«Dudaban que un niño pudiera llegar a la NBA y estaban equivocados. Dudaban de que podría ganar un campeonato y demostró que estaban equivocados. Dudaban que él podía hacer películas y ganó un Oscar. Como todos los grandes artistas, Kobe Bryant demostró que los escépticos estaban equivocados», rezaba el mensaje con el que el domingo despedía al legendario jugador de Los Angeles Lakers la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que en 2018 reconoció con la estatuilla dorada los poco más de cinco minutos de metraje de 'Dear basketball', en los que desgranaba su devoción por el baloncesto a partir del relato publicado en The Player's Tribune para dar cuenta de su retirada.
«Ni en mis sueños más salvajes pensé que formaría parte de la industria del cine y mucho menos que estaría en los Oscar», confesaba en el almuerzo de los nominados de aquella edición quien tras recoger el galardón dijo sentirse «mejor que si ganara un campeonato». Para entonces habían pasado casi dos años desde que se despidiese encestando 60 puntos ante los Utah Jazz en el último de sus 1.346 partidos vistiendo el púrpura y oro de los Lakers.
Durante sus 20 años de singladura en la NBA, fiel siempre a la franquicia de sus amores, Kobe Bryant amasó una fortuna de alrededor de 800 millones de dólares entre salarios y patrocinios. Más de 320 millones procedieron de sus emolumentos con los Lakers, que le convirtieron en la estrella mejor pagada de la liga en sus seis últimas campañas. Pero aún más suculentas fueron las ganancias derivadas de los contratos que firmó con marcas como Nike, Hublot o Panini.
Mientras compañeros de profesión dilapidaban fortunas, el escolta se convirtió en un ávido negociante todavía en activo, auspiciando iniciativas que engrandecieron aún más su patrimonio. En 2016, año de su retirada, puso en marcha junto al empresario Jeff Stibel un fondo de inversiones dotado con 100 millones de dólares para proporcionar estrategia, capital y soporte a empresas con un enfoque en tecnología, medios y datos. Para cuando se produjo su deceso, había acometido más de una docena de operaciones en compañías como Alibaba, el desarrollador de juegos para móvil Scopely o The Player's Tribune que generaron pingües plusvalías.
Avezado ojo para los negocios que ya le había llevado a apostar años atrás por BodyArmour, una bebida energética en cuyo accionariado entraría después Coca-Cola, multiplicando en cuatro años por más de 33 la inversión de seis millones que acometió para hacerse con el 10% de la compañía.
Gestionaba sus negocios a través de su propia empresa, Kobe Inc., pero nunca perdió de vista el legado deportivo que dejaba tras de sí. Padre de cuatro niñas junto a Vanessa, su esposa y amor de juventud, a Kobe no paraban de pedirle sus fans que tuviese un varón que recogiese el testigo de su padre. «Yo me encargo», terciaba Gianna, segunda de sus vástagos y a quien presentía como heredera. Le acompañaba como espectadora a los partidos y se entrenaba a su vera. «Tienen la misma forma de actuar y la misma personalidad», aseguraba Derek Fisher, excompañero en los Lakers de la 'Mamba Negra', que soñaba con ver un día a la 'Mambacita' en la WNBA.
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Amador Gómez
N. PRATVIEL / J. RASETTI (COLPISA / AFP)
José Manuel Andrés
Gigi, como la llamaba afectuosamente, jugaba con las Mamba Ballers de la Mamba Academy, un centro polideportivo ubicado en la californiana ciudad de Thousand Oaks por el que han desfilado miles de jóvenes atletas desde 2016 y que materializaba el compromiso de Kobe Bryant de «educar y entrenar a la próxima generación de niños a través del deporte». «Es un privilegio ver sus movimientos y las expresiones que hace. Es increíble cómo funciona la genética», explicaba el orgulloso padre en una entrevista concedida el pasado octubre al diario 'Los Angeles Times', tres meses antes de que un accidente de helicóptero camino de la institución a la que tantas horas de esfuerzo habían consagrado segase la vida de ambos.
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