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Luis Javier González
Caín de Valdeón
Viernes, 23 de junio 2023, 20:27
En el segundo avituallamiento de la primera etapa de la Riaño Trail Run, 22 kilómetros después del pistoletazo de salida en Oseja de Sajambre, Cristina Salazar sigue la rutina habitual con su pareja, José Urbaneja, uno de los corredores de largas distancias más laureados de ... Andalucía: como ella es la lenta, sigue corriendo y es él quien rellena los bidones con agua y la caza unos minutos después para que el tiempo colectivo no se resienta. Pero pasan los kilómetros y él no llega. La consecuencia de «reventar» a su marido deportivo fueron casi dos horas de beber y renunciar al honor de ser la mujer más rápida. Ya en los aledaños de meta se paró a esperar y entraron juntos, como dicta la normativa. Es la historia del día en una comunidad de corredores que ella define como «el Camino de Santiago del trail-running».
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Luis Javier González
Salazar, de 45 años, es corredora por montaña desde hace tres años –compite con la selección andaluza– explica lo «divertido» que es correr en pareja. «Tienes que adaptar tus ritmos al más débil. No solo tienes que gestionar tus problemas, sino los suyos. Y hacerlo durante horas y horas». En la asignación de roles, el hombre asume más responsabilidad y tiene dificultades para transmitir su debilidad. «Los hombres no son capaces de decirte que no pueden seguirte el ritmo; son extremadamente caballerosos, lo que necesite ella».
En cualquier pareja, la parte más lenta es la que más sufre, la que marca el ritmo. «Él se acopla a mí. Yo en el avituallamiento pierdo cinco segundos; él rellena los míos, los suyos y va a intentar a cogerme. Suelen pasar de tres a cinco minutos». Pero pasaban los minutos ahí no llegaba nadie. «Yo iba a un ritmo cómodo y él no aparecía. Y llevaba una hora subiendo». Sin agua. Sin comida. Ahí entran en juego sus entrenamientos en calor, los días en ayunas. Es médico de atletas de élite, nadie mejor para regular su cuerpo. «Había chicos sudando a chorro, con deshidratación. Yo aguanté bien».
Hasta ese momento, Salazar era la mujer más rápida. Lo fue hasta que Caín, la meta, se tocaba con las yemas de los dedos, apenas a dos kilómetros. «Ya me he parado y he esperado unos 35 o 40 minutos a que viniera él. Si no, me penalizan». Cuando llegó, explicó su mareo, su pájara. «Bien, no se ha hecho daño. Pero él me dice que mañana va a estar a full. Que me toca a mí», bromea. «Son ejemplos de que nos podemos entender y que las carreras son maravillosas por todas las circunstancias que van apareciendo. Las parejas no tienen que ayudar, sino amplificar. Que la persona que esté a tu lado, sea hombre o mujer, te haga mejor».
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