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Las murallas de león son uno de esos tesoros universales de nuestra ciudad. Su excelente grado de conservación, su extensión y su recorrido las convierten en una envidia histórica para otras capitales donde el desgaste del tiempo ha impedido su manutención.
En el anterior artículo del Odonista, nos acercamos a la Muralla Romana, que recorría el centro de León para adentrarse por las calles más angostas. Como vimos, prácticamente permaneció intacta, al menos uno de sus brazos, hasta que en 1910, con el fulgor expansionista de la ciudad, decidieron derruir los cubos de la calle Carreras, allí donde también estaba ubicada la antigua Iglesia de Santa Marina la Real, ocupando su torre el interior de uno de los cubos de la muralla.
Es necesario avanzar en el tiempo para poder seguir conociendo la historia de las murallas de León, de la mano de uno de los grandes cronistas de nuestra bella ciudad: Victoriano Crémer, quien documentó el estado de las cercas mucho antes de reconocerles su valor histórico.
Pero antes, es necesario delimitar la extensión de las cercas medievales, y desmentir ciertos mitos que han contribuido a confundir a los investigadores. Por ejemplo, el ya conocido Monasterio de San Claudio contaba con una gran muralla que, hasta hace no mucho, creían parte de las cercas medievales. Pero nada más lejos de la realidad, pues esta era independiente. Desapareció hacia los años ochenta, cuando el barrio de San Claudio comenzó a expandirse.
Lo curioso de los muros de la ciudad de León es su composición, pues en un solo fragmento de la muralla han podido convivir estilos arquitectónicos muy variopintos, desde romanos, pasando por visigodos, hasta el medieval.
La muralla romana sufre una gran reforma hacia los siglos III y IV. Con todo ello, la muralla pasa a convertirse en una frontera inexpugnable con 7 metros de espesor llegando en algunos tramos en torno a los 10 o 12 metros.
Ese cuadrilátero romano tenía un perímetro aproximado de 570 x 350 metros. A este se le fue adosado otro semicírculo que conforma el Burgo Nuevo, fundado prácticamente por Alfonso V alrededor del año 1020. Este crecimiento urbano supone una expansión total hacia el extrarradio, surgiendo esos nuevos barrios, como también surgiría el de San Martín.
Según reconoce Villanueva en su libro sobre el gótico en León, siglos después, los leoneses, cansados de la franqueabilidad de sus murallas, hechas prácticamente de adobe, decidieron levantar grandes muros que impidiesen a los enemigos encontrar vía sencilla para conquistar el Reino de León.
Suplicaron a Alfonso XI, el rey de por aquel entonces que costease los gastos de la muralla, pero se negó, obligando a la sociedad a actuar para proteger a los habitantes de la ciudad. Decían así las palabras de don García, el Cabildo de la Catedral y el Concejo de la Ciudad:
«todo sea por la cerca, que lo den por tiempo cierto a quien quisiere tomar por mayor condición, et los que la tomaran queden la villa cercada, et acabada de piedra et de cal, desde call Escuderos, fasta el postigo de la Ollería, desde Calle san Miguel de vendimias primero que viven, hasta quien años, desde el postigo de la Ollería hasta la puerta inmediata de fajeros que se abre de fundamento, que el pedazo de tierra incluida entre el muro tras la casa de san Marcelo hasta Puerta del Burgo Nuevo se cerque continuando dicho muro, y que se derribe la pared de tierra que está sobre el muro de piedra hecho las casas de Gonzalo Mateo hasta Puerta Gallega, y se haga también de piedra y se continúe hasta la Puerta moneda como la cerca nueva de allende esta última desde allí siga a la puerta de Call de Moros a la de Diego Gutiérrez y a la Call de Escuderos, todo de la misma anchura que el muro de piedra antes existente».
Por lo tanto, se deduce que durante varios siglos, León tuvo una muralla de tapial, que estaba conformada por un semicírculo que se extendía hacia la vertiente este, y luego fue remodelada y actualizada durante el siglo XIV por los descritos leoneses, preocupados de su vulnerabilidad.
Las cercas nos han acompañado desde el comienzo de nuestra historia, pues la fundación de León estuvo señalada con las determinantes murallas que protegieron nuestro pasado. Las cercas se expandieron para dar a conocer un nuevo León provisto de nuevas puertas, como la de Santa Ana, barrio del que ya ha hablado este Odonista, la de Puerta Moneda, la Puerta Gallega o la puerta situada en lo que hoy es Santo Domingo y que daba acceso a la ciudad.
Y Victoriano Crémer, ilustre cronista, bien documentó sus paseos, con su cámara por los pasadizos tan conocidos de León, haciéndonos observar la belleza de un maravilloso legado histórico que ha perdurado hasta nuestros días.
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Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Fernando Morales y Sara I. Belled
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