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Bienvenidos sean ustedes, mis queridos lectores y lectoras, una semana más, a este eterno paseo por las calles de nuestro querido León. Poco a poco, nos adentramos en el centro de León para, recorriendo la calle Ancha, llegar hasta la calle Cervantes, que no solo es famosa por llevar el nombre de uno de los escritores más laureados del panorama literario mundial, sino porque, como bien han leído en el título, fue el escenario de dos terribles crímenes, que sacudieron a la ciudad de León. Pero localicemos antes la calle Cervantes.
Bebe, como en tantas otras ocasiones, este Odonista de la crónica de nuestro ya conocido Armando G. Colino quien recorriera, junto a Javier Tomé, todo el callejero leonés para ofrecernos, a vista de pájaro, una perspectiva digna de reyes. La calle Cervantes puede entenderse como el ramal que conecta el barrio húmedo, por Varillas, con el barrio Romántico, con la calle Ancha como eje central. Van a conocer, a lo largo de este artículo, cómo ha cambiado la fisonomía de la calle, y quiénes han sido los encargados de llevar a cabo dicha evolución.
La calle Cervantes actuó, durante muchos años, como línea divisoria de ambas calles, La de Fernando Merino y la de la Catedral, que luego pasaron a unificarse para ser reconocida como Calle Generalísimo hasta finales del siglo XX. Llevó el nombre, según el nomenclator, de Los Cuatro Cantones, evolucionando años después a Calle Correo.
Esta denominación se debe a que, según reconoce Colino, en 1923, aún se ubicaba en esta calle la Administración de Correos que luego sería trasladada al edificio de Correos levantado por Manuel de Cárdenas a escasos pasos, en la Plaza de Regla. Pero la calle Cervantes no es solo una calle de tránsito, sino que en ella se desarrollaron infinidad de actividades comerciales, que nutrían al barrio de vida y generaban esa rutina diaria en el corazón de León. Como ejemplo, Miñon, que ven ustedes en el edificio Balbuena Medina, y que luego pasaría a transmutar hacia otros derroteros comerciales.
Es un placer observar la pleitesía que rendía el fotógrafo (que en muchas ocasiones sería diferente) al edificio en cuestión, que, por supuesto, será objeto de otro de esos artículos del incansable Flâneur que se asoma a las terrazas de los Edificios más Emblemáticos de León. Gracias a su tesón, observamos la metamorfosis del barrio, que se ejemplifica en la desaparición de Miñon y la aparición de A. Torres, que poco tardaría en convertirse en otro de esos negocios famosos en la ciudad por todos los oriundos.
Efectivamente, años después, A. Torres se convertiría en las Galerías Las Camelias, que todos los vecinos del barrio recuerdan con nostalgia. Algunos aducen que las galerías iluminaban la calle Ancha con sus escaparates corridos que llegaban hasta la mitad del edificio. Otros que siempre estaban abarrotadas de gente. Pero la tónica es muy similar, el buen recuerdo de la calle Cervantes.
Ya lo habrán adivinado, queridos lectores, que muchos de los negocios descritos en aquel artículo sobre los trabajos olvidados, sucedieron en esta famosa calle. Otros muchos recuerdan, cómo no, la tienda de Matachana, la cual se encargaba de dispensar la carne a los aventajados clientes que madrugaban para coger la vez. Destacan otros negocios como bicicletas Robles, el Bar Madrid, y los negocios de sastrería de los que ya hemos hablado en otros artículos.
Un buen ejemplo de este bestiario comercial es la aparición, en la década de los años veinte, del lustroso y elegante taller de sastrería, pañería, y modista Almacenes Hermógenes. Quizás su nombre no les suene de primeras, pero, ¿y si les dijera que su hermano era el mismísimo Ciriaco? En efecto, la familia de Ciriaco siempre estuvo relacionada con la moda. Tanto fue así que Hermógenes fue dueño del taller de Cervantes, Ciriaco del de Ordoño II y su otro hermano, aunque más apartado de la moda, también obtuvo la gloria arquitectónica en León, acordándonos por lo tanto de la Casa Goyo, que lleva el nombre del tercer hermano, Gregorio.
De igual manera, nos recuerda Jorge la presencia de la Farmacia Pedro Martín Escudero, que formaba parte de ese paseo vespertino de los leoneses, en su camino desde el desayuno al almuerzo y que siempre estaba llena de gente. Pero, ¿qué ocurrió en la calle Cervantes? ¿Qué terrible asesinato se cometió entre sus edificios?
Debemos agradecer de nuevo el testimonio de Armando, sin el que nunca hubiéramos llegado a conocer la terrible tragedia que aquí se experimentó. El primer asesinato data de 1907 y la triste víctima de este suceso fue María Fernández Pastor, quien fuera asesinada por el soldado Severino Colinas. No se saben las causas del crimen ni por qué sucedió. Ni siquiera ha podido encontrar información este Flâneur. Pero sí que hemos buceado en la hemeroteca oficial para desgranar los secretos del segundo crimen, más conocido.
Se trata de la muerte del ex Gobernador Civil de Bilbao, don Fernando González Reguera. Las crónicas así nos narran que se encontraba caminando por León, volviendo del teatro, en compañía de uno de sus hijos cuando tres individuos desconocidos, que se hallaban apostados en una callejuela, le hicieron tres disparos de pistola contra él.
Sigue la crónica de la siguiente manera: «Cuando el señor González Reguera caía al suelo, ya mortalmente herido, exclamó: - ¡Me han matado! Al ruido de los disparos acudió un gran número de transeúntes y policías que se echaron sobre los sospechosos, no impidiendo que estos se dieran a la fuga. Ante las heridas de severa gravedad, don González Reguera murió en el acto. Su familia hubo de recibir ayuda psicológica, pero esto no evitó que, según los periódicos, estos sufrieran síncopes y desarrollasen escenas emocionales.
Se sospechaba, en la época de un crimen social y político, contra las ideas de González Reguera, pues durante sus mandatos reprimió de manera enérgica movimientos sindicalistas con los que cosechó el odio de muchos de los integrantes de estos grupos. Debió también recibir varios mensajes amenazantes y amenazas de muerte. Se llegó a la conclusión de que la Guardia Civil de León había comenzado la persecución de un auto en el que viajaban dos caballeros con descripciones muy similares a las aportadas por los testigos, que viajaban dirección Oviedo por la Carretera Asturias.
Ya han conocido una de esas historias oscuras de la ciudad de León y de su callejero, que dibuja en el panorama urbano la historia de nuestro querido hogar. El tiempo, los oriundos, los paseantes solitarios y los extranjeros han visto cómo León se metamorfoseaba para dar paso al progreso, acompañando a este nuevo negocio, como Las Camelias, que iluminaban la calle Ancha con sus escaparates. Pero otros secretos se ocultan en las cercanías de la Calle Cervantes. ¿Saben acaso, el rostro monstruoso que se esconde en una calle aledaña, que vigila con sus ojos de jade el eterno fluir de los ciudadanos? Esperen y conozcan el secreto de la calle Dámaso Merino, que nos conducirá a la iglesia secreta de la Fundación Sierra Pambley.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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