El Odonista de la ciudad de León
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El Odonista de la ciudad de León
Los nombres de las calles de León siempre han pasado desapercibidos para sus viandantes. Caminamos, sin mirar hacia arriba, para darnos cuenta después de años habitando en este precioso lugar, que no conocemos el rico callejero leonés. Todas ellas forman el entramado turístico de nuestra ciudad y, aunque no sepamos el nombre de todas, es deber de este Flâneur hacerles llegar a mis queridos lectores las explicaciones pertinentes sobre el origen de sus arterias repletas de vida.
Comenta este Odonista, que no es sino ese maravillado de los odónimos, o los nombres de las calles de León, a varios de sus compañeros que visitan la ciudad por primera vez: «paseemos por la calle Ancha, que ha sido miles de calles y ha servido de avenida para millones de leoneses a lo largo de toda su vida».
«¿Tan antigua es esta calle?» Me pregunta uno que desconoce su historia. Y yo respondo, con la retórica a la que les tengo acostumbrados, centrándome en la inherente verdad y en la leyenda de una calle legendaria: «Más antigua que Jesucristo».
Y puede parecer esta afirmación pretenciosa y carente de lógica, pero la Calle Ancha, entonces camino prácticamente sin nombre, fue utilizada por los romanos que, veintinueve años antes de que nuestro calendario gregoriano diera comienzo, ya se habían establecido en este bello paraje, constituyendo primero la Legio VI y posteriormente la Legio VII que culminaría con la creación de un asentamiento que llegaría a convertirse en León.
Conozcamos la historia de la calle Ancha.
La calle Ancha se fue convirtiendo, con el paso de los siglos, en el eje vertebral de la ciudad de León, transformándose en la calle predilecta de los leoneses. De hecho, era famosa por su longitud, pero no así como por su anchura, pues aún no era denominada de la forma por la que la conocemos actualmente, ya que contaba con una distancia de tres metros y medio entre casa y casa.
Pero su longitud sí que era por todos conocida, tanto que la calle que ahora conocemos como calle Ancha, antes estaba subdividida en dos calles.
Y son curiosos también los nombres que recibieron las calles que conformaban la calle Ancha. Desde el Palacio de los Guzmanes hasta la Calle Cervantes, la avenida recibió el nombre de Calle San Marcelo o Calle del Cristo de la Victoria y desde Cervantes hasta la catedral, como Calle Catedral o Calle Herrería de la Cruz. A este punto, en el que concluía la calle Cervantes y varios edificios que servía de intersección en el centro de la calle se le denominó, allá por el siglo XII como Punto de los Cuatro Cantones.
Respecto al origen del nombre de la calle Cristo de la Victoria, tiene su sentido si observamos que, a mitad de camino y frente al palacio de los Guzmanes, existe una pequeña capillla neorománica dedicada al Cristo de la Victoria. También llamado este tramo como Calle San Marcelo, provine el nombre de la plaza e Iglesia de San Marcelo, que proyectaban su continuación hacia la catedral.
La Farmacia Merino, sigue funcionando tal y como funcionaba hace 200 años. Y la capilla del Cristo de la Victoria, después de haber sido sometida a una gran reducción y cayendo en el abandono absoluto hasta 1944, se mantuvo en la misma calle pero con una pequeña representación religiosa, muy poco profunda, pero que sigue sirviendo a los feligreses.
Durante el siglo XIX, una nueva corriente arquitectónica se impuso en León, como ya ha sido protagonista de otros artículos anteriores, como el dedicado a La Casa Roldán, o a la Casa de la Imprenta Moderna. Hablamos del Ensanche.
Esta corriente, esta sensación de luminosidad y de abertura de la ciudad tiene su origen en París, con las adaptaciones de la ciudad, propuestas por el Barón Haussmann o en Barcelona, si nos acercamos más a la península, con el Plan Cerdá.
El Ensanche llegó a León con el derrumbamiento de parte de la Calle Ancha. Por ordenanza municipal y casi histórica, se ordenó que se mantuvieran intactos los restos del Palacio de los Guzmanes y el del Marqués de Villasinda, consiguiendo así que la única vertiente urbanística a demoler fuese la margen derecha de la vía.
A finales del siglo XIX, la calle Ancha lucía esplendorosa y era objeto de visita de muchos leoneses, que paseaban por sus aceras para contemplar cómo las obras de remodelación habían permitido ensanchar León desde un punto estratégico, consiguiendo más luminosidad y una arteria repleta de vida.
La calle, popularmente conocida como Calle Ancha entonces, por su lógica descripción arquitectónica y su relación con el ensanche, punto de partida de la estrategia urbanística en esta ciudad, se llenó de personas, negocios y bullicio, que permitió a los leoneses adentrarse en el siglo XX con modernidad y un moderado desarrollo social.
No fue hasta años más tarde, en pleno siglo XX, cuando parte de esa calle superior que conduce a la catedral se denominaría Calle Merino, en honor al farmacéitico que desde 1827 llevaba trabajando en esa calle.
Con el desarrollo y el crecimiento de la ciudad, llegaron también las noticias exteriores y una guerra que a todos se les antojó complicada. La ciudad recibiría a Francisco Franco en 1939, tras el final de la Guerra Civil Española y unificaría ambas calles, la calle Catedral y la Calle del Cristo de la Victoria, para convertirla, en honor a Franco, en la Calle Generalísimo Franco.
Y son muchas las calles de León que, por la importancia bélica del momento, tuvieron que verse relacionadas con aspectos de la Guerra Civil. Es el caso de la Calle Varillas, por todos conocida como la calle de la famosa tienda Gnomos. Desde la ventana del edificio, se observa la inauguración, en 1939, de la Calle Legión Cóndor, en honor a los voluntarios alemanes que ayudaron al bando franquista a ganar la guerra. Esta será otra historia, cuyo interés popular roza lo fantástico, pero a la que le dedicaremos otro de nuestros artículos.
La calle Generalísimo Franco se mantuvo hasta finales del siglo XX, cuando los coches ya corrían por la famosa Calle Ancha. Más de 1.500 vehículos recorrían la arteria de la ciudad solo por la mañana. El elevado tráfico, y los desperfectos ocasionados tanto en las fachadas de los edificios como en la propia portada de la Catedral de León, provocaron que se pensase en un posible proyecto de peatonalización.
La ausencia de coches, y de movimiento, provocó una estampida de negocios, que se vieron obligados a exiliarse a Ordoño II, consiguiendo esta recuperar el pasado glorioso del que había disfrutado cuando era el recién inaugurado Paseo de las Negrillas. Tardó la flamante nueva Calle Ancha en recuperar su esplendor comercial, pero habiendo conseguido convertir una intrincada carretera con aceras estrechas en una de las calles más hermosas de España.
Conocemos la historia y, como seres humanos, nos vemos involucrados en ella de maneras que nunca podríamos adivinar. No somos capaces de elegirla ni de controlarla, pues algunos no somos más que espectadores del paso del tiempo. Pero, aun así, formamos parte de ella.
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La Calle Ancha ha sido, desde hace más de dos mil años, la columna vertebral de la ciudad de León, y sus innumerables bautismos han permitido que una nueva versión de la misma llegue a los habitantes de León. Dirán ustedes que este Odonista no es más que un romántico y un asceta de la melancolía, y no se equivocan pues, a través de mis ojos, veo el pasado glorioso de la ciudad en la que habito y disfruto, con nostalgia de las leyendas que los nombres de las calles nos han traído. Pero siempre intento, con mi relato, trasladarles a ustedes, queridos lectores, la magia de un bello presente que bebe de una fantástica e interesante Historia.
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