Seguramente, a finales de febrero como nos hallamos, y habiendo conocido ya que este Flâneur cumple un año como cronista no oficial de León, nos encontramos en la dicotomía de dar a conocer aún más, si cabe, edificios de esta maravillosa ciudad.
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Hoy reconocerán, en ... las fotografías antiguas, un entorno muy famoso, pues tanto este que narra los hechos, como el Odonista, bien insistentes hemos sido en contarles la historia de Guzmán y de su plaza, pero seguro que encuentran algo diferente. No hablo de la casa de Francisco Ugidos, ni de la de Mella Alfageme, ya desaparecidas (ubicadas en el mismo punto, una antes que la otra). Hablo del bello edificio que observan sus ojos y que, desde hace casi cincuenta años, ya ningún leonés ha vuelto a ver en directo. Hoy conocemos, posiblemente, la casa con más nombres de León. Permítanme escoger uno, de entre todos ellos, al azar. Hoy conocemos la historia de la Casa de los Picos.
Antes, realicemos un recorrido, desde el puente de los leones, que por aquella fecha sería el puente de hierro de Saavedra, o el puente de la Estación, hasta la rotonda de Guzmán. Ya sabrán, por mi homólogo literario, que la estatua de Guzmán el Bueno fue colocada allí alrededor del año 1900, por lo que su estela ha visto crecer los edificios a su alrededor.
Y más concretamente la de la Casa de los Picos, que fue levantada en 1914, por lo que esta fotografía, en la que pueden ver la transición, es de incluso antes, cuando por la plaza de Guzmán apenas circulaban los diez coches que estaban matriculados en León.
Ya se observa su figura, erguida sobre todos los edificios, y asomada a la plaza de Guzmán el Bueno. Su característica silueta llama la atención, pero acerquémonos más a su historia para comprender quién la diseñó y quién fue su promotor.
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Aquí la ven, desde el puente de los leones, en una visión que hoy ha quedado, según muchos, empañada por la huevera, que no le hace justicia. Como saben, yo tan solo trasmito la información, y mi subjetivo criterio aquí no tiene importancia alguna. Aunque, para los que ya me van conociendo, saben de mi atracción por la arquitectura de nuestros antepasados.
Fue Manuel de Cárdenas, un conocido ya para nosotros, el que proyectó la construcción del edificio con la apariencia del lugar en el que se producía un conciliábulo espectral, que por sus sombreros picudos, muchos confundieron con la morada de muchas brujas.
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Manuel de Cárdenas Pastor es ya íntimo amigo de este Flâneur, pues ha recorrido su extensa trayectoria, desde la Casa Lubén, la Casa Goyo, La Lorenzana, o las escuelas del Cid. E incluso hemos conocido tanto a su mujer, Carmen, como a sus suegros; en especial a doña Carmen Guisasola Fernández-Ladreda, a quien con honores le dedicaron la calle de Carmen.
Y hablando de Manuel de Cárdenas, que parecía utilizar todos los estilos arquitectónicos, apurando su eclecticismo al máximo, para ofrecernos todas las caras de un movimiento que despuntaba en León, el arquitecto también levantó la Casa Ciriaco, que se llamó Calvo Quirós por su promotor. Algo parecido le pasaba a esta edificación, pues no tenía un nombre, sino cinco, seis, o hasta siete, según muchos.
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Les hago entrega, con la pasión con la que Magín me los entregó a mí en su día, de los planos originales, fechados en 1914, que diseñó Manuel de Cárdenas y que permitieron a los constructores levantar un edificio que parece haber sido olvidado en el panorama leonés.
La Casa de los Picos, llamada por supuesto así por sus características terminaciones (entiéndase que ni arquitecto ni experto soy, ni pretendo serlo, por eso utilizo un vocabulario técnico mucho más contrito, dejándole la profesionalidad, por supuesto, a los profesionales)
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La Casa Picón fue otro nombre, supongo que también por la alusión al detalle de antes. Desde esta perspectiva, que yo sitúo, seguro que erróneamente, cerca de la Avenida Roma o San Agustín, por la perspectiva, observamos la Casa de Francisco Ugidos, proyectada por Torbado en 1919. La explanada aledaña a las casas son los terrenos de Ordoño II que vacíos estuvieron en su día y que conforme el tiempo fue pasando, se fueron llenando de vida.
Ya ven cómo va tomando forma la plaza de Guzmán el Bueno, apareciendo en el horizonte el Sanatorio Miranda, la Casa Arce (o del Coño, por la exclamación repentina ante tan alto edificio) y la Casa Arriola, tan interesante por su historia superficial, y por la terrible tragedia que acompaña a su desarrollo, que contaremos dentro de un par de semanas.
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También era llamada la Casa de Ambrosio Fernández Llamazares, que fue su promotor y que dio las directrices a Manuel de Cárdenas sobre su forma y dinámica.
Aquí se observa una fotografía mucho más precisa, donde se establece un paralelismo entre Guzmán el Bueno y la Casa de los Picos. También se vislumbra ese contraste con la realidad cromática, que con un saborcillo afrancesado, nos recordaba la picardía de la arquitectura de principios del siglo XX, donde León, sin duda alguna, ocupó un lugar predilecto entre las ciudades más adelantadas a su tiempo.
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Uno de los nombres más comunes que tuvo la casa: el de su dueña; Casa de Flora Gonzáelez del Ron, o casa del Ron. Encontramos, en el archivo digital de Castilla y León, información sobre ella, aunque tan solo se realizan un par de apuntes burocráticos: En el Boletín Oficial de León, el 13 de enero de 1938, se avisaba que se le concede a doña Flora González del Ron, la permuta de la sepultura del viejo cementerio de su propiedad por la de la nueva necrópolis en Cuartel D., manzana b) nº38.
Debió haber, como no podría ser de otra manera, algún litigio con el Ayuntamiento, pues debido a unas obras públicas realizadas en 1946, se presentaron varios recursos para que los vecinos, entre los que encontramos tanto a Flora González, como a Emilio G. Miranda, un conocido ya entre nosotros, nos avisan del fallo de la sentencia, en 1952:
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«Fallamos que estimando la demanda debemos revocar y revocamos, dejando sin efecto el fallo, del Tribunal Económico Administrativo provincial, el 30 de junio de 1946, por el que estimando la reclamaciones ante el mismo deducidas por doña María Pallarés, D. José Eguiagaray Pallarés, D. Manuel Campo Uguido, y en la representación del mismo, el Procurador señor Fernández Pereiro, D Emilio G. Miranda y doña Flora del Ron, anuló el expediente de contribuciones especiales aprobado por el excl. Ayto por razón de las obras de reforma y sustitución del pavimento de aceras de la Avenida de los Condes de Sagasta de esta Ciudad y en su lugar declaramos firme y por consentido y ajustado a los preceptos legales, el acuerdo impositivo y todas las actuaciones de expresados expediente y la consiguiente obligación por ello de los reclamantes de hacer efectivas las cuotas que le fueron señaladas, las que deberán ingresar en arcas municipales y una vez firme esta sentencia, que se publicará en la forma acostumbrada, devuélvase el expediente administrativo a la oficina de su procedencia, dejando nota».
Sin duda, el nombre que más caló en la sociedad de aquellos días, y que resultó pasar a la posteridad, pues es el único con el que todo el mundo reconoce la Casa tan solo con citarlo, es el de Cóndor. Aunque la Cafetería Cóndor tan solo ocupó los bajos de la casa durante los últimos años de su vida arquitectónica, el nombre permaneció para siempre en el recuerdo de los leoneses.
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Pero no fue el único establecimiento que ocupó la Casa Cóndor, o de Flora González del Ron, pues también existía una empresa de Mantequerías llamada Granizo, que luego se transformó en Inderlesa. Al parecer, en los locales que miraban hacia la Condesa Sagasta, también existió un negocio llamado Labanda Capillas, en el que vendían instrumental médico.
En definitiva, aunque contase con tantos nombres, la Casa de los Picos, era famosa en todo León por su curiosa y llamativa estructura física. Fue demolida en 1977 y, en su lugar, se levantó la ya conocida como «La Huevera», que verán en obras en esta nostálgica fotografía del Archivo de Santos Flórez.
La Casa Picón, la de los Picos, la de Fernández Llamazares, la de Flora del Ron o del Ron, o incluso la Casa Cóndor. Su multitud de nombres no impidió a la historia de la casa que proliferase hasta nuestros días, permitiéndonos observar, a través de las fotografías, el incansable paso del tiempo, que construye y destruye a voluntad.
Al lado de este fantástico edificio, descansa otro, cuya historia arquitectónica es atractiva, sin lugar a dudas, pero posee, en su intrahistoria, la persecución de la Guerra Civil y la muerte de un joven que ya forma parte de la literatura y el cine.
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Descubriremos, la semana que viene, la historia de la Casa Arriola.
¿Y ustedes? ¿Llamaban a la Casa Cóndor de otra forma? ¿Saben alguna historia sobre la Casa de los Picos? Como siempre, este atónito Flâneur, sorprendido por la historia de León, lee con atención y gratitud sus comentarios, que seguro versarán alrededor de sus experiencias y sobre los Edificios más emblemáticos de León.
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