Maderas Morán en Santa Ana. Al final de Pendón de Baeza. Archivo Santos Flórez
El Odonista de la Ciudad de León

La épica historia del Pendón de Baeza y su relevancia para León

Estandarte de cientos de batallas, el Pendón de Baeza da nombre a una gran avenida del extrarradio de la ciudad, y su leyenda nos llega en forma de gran historia medieval

Miércoles, 26 de junio 2024

Después de dejar la Rúa atrás, y de habernos familiarizado con la leyenda de la calle Dámaso Merino, toca caminar por el barrio de Santa Ana para acercarnos a la historia de su construcción y de sus cambios. Cómo imaginarían el León Antiguo si les dijera que el barrio de Santa Ana, con su centenaria parroquia central se dispusiera con un empedrado y unos soportales muy similares a los de la plaza del Grano actualmente. Pues, efectivamente, así lucía el barrio de Santa Ana en la antigüedad.

Publicidad

Actual calle Pendón de Baeza. 2024. D.C

Pero no adelantemos acontecimientos, pues hay un largo camino que transitar hasta llegar a Santa Ana. De hecho, lo iniciamos en Daoiz y Velarde, donde empieza la calle que hace referencia a una leyenda milenaria, y que nos ocupa en nuestro presente artículo. Como ya habrán observado, la sección de las calles de León ha virado desde hace unas semanas hacia una vertiente más historicista obteniendo algún que otro dato sobre el pasado medieval de nuestra provincia. Ejemplos son los de las calles de Sancho el Gordo, el primer rey sometido a una operación Bikini, y la Puerta de San Albito, quien fuera uno de los encargados de llevar los restos de San Isidoro a León.

Hoy, con el ímpetu de acercarnos a Santa Ana, lugar en el que termina esta calle, pretendemos ahondar en la historia de uno de los objetos mejor conservados de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro, que rinde homenaje al Santo en una tela policromada de casi mil años. Si no han adivinado aún el nombre de la calle, ha llegado el momento de desgranar la historia del Pendón de Baeza.

Un general cargando el Pendón de Baeza. Pepe García

Seguro que muchos de ustedes, como me ocurrió a mí hace unos cuantos años, admitían como intrínseca la formación lingüística de «Pendón de Baeza» como una estructura semántica sin carácter nominal, casi sin sentido, que repetían automáticamente sin caer en la cuenta de que la palabra Pendón hace alusión a esas grandes banderas e insignias muy respetadas en la tradición leonesa popular y la palabra Baeza, no al establecimiento hostelero que en la calle se aposenta, sino a la ciudad andaluza, en la que los soldados leoneses hubieron de rendir cuentas ante el enemigo.

Maderas Morán en Santa Ana. Al final de Pendón de Baeza 1996.. Archivo Santos Flórez

Pues bien, el pendón, utilizado no solo como emblema social familiar y cultural, fue siempre utilizado como insignia militar. Consiste en una bandera más ancha que larga que ondea al final de un gran pilar de madera. Era preciso para distinguir los batallones, los regimientos y los grupos de soldados que acudían a la batalla. Pero, ¿cuál es la historia del Pendón de Baeza?

Publicidad

Polígono X desde las alturas. Comienzos del siglo XXI. A la derecha, la arteria Pendón de Baeza.

Corría el año 1147 y el ya famoso Alfonso VII, quien da nombre a nuestro querido pero olvidado Teatro Emperador, por autoreconocerse a sí mismo con ese cargo, pretendía recorrer el centro peninsular recuperando los territorios conquistados por los musulmanes, cuando cayó en manos del enemigo en la plaza (o ciudad) de Baeza.

Fuente de los leones de Baeza. Abdon Lopez. Fotos Antiguas de Baeza

Con la retirada como única solución, El Emperador de nuestras tierras leonesas solicitó la ayuda divina, permitiendo que San Isidoro, cuyos restos ya se encontraban en León desde el siglo pasado, gracias a la iniciativa de Fernando I y doña Sancha y al sacrificio de Albito de Astorga y Ordoño de León, les prestase su apoyo en el conflicto.

Publicidad

Ciudad de Baeza. Fotos Antiguas de Baeza

Al parecer, Alfonso VII, tras una agitada noche previa al asedio final, salió de su tienda asegurando que el mismísimo San Isidoro se le había aparecido recomendándole que uniera sus fuerzas y tuviera fe en la victoria, pues él estaría siempre a su lado, luchando como uno más del compendio armamentístico. Definitivamente, el 25 de julio de 1147, las tropas de Alfonso VII tomaron Baeza y expulsaron al enemigo, avanzando en su afán de reconquista.

Pendón de Baeza. Pendones de León. Alejandro Valderas

En ese momento, y tal como recoge la Cofradía del Pendón de San Isidoro en León, se les mandó a las mujeres tejer un Pendón especial en el que se reconociera el gesto de San Isidoro, cabalgando a lomos de su corcel, sujetando un puñal y la Santa Cruz en la mano izquierda. Como curiosidad, en una esquina, se bordó una nube de la que salía el brazo de Santiago el Mayor, el apóstol Santiago, en cuya mano blandía una espada de fuego.

Publicidad

Pendón de Baeza. Jorge Díez

Esta tela ha acompañado a los soldados en infinidad de batallas, desde el siglo XII hasta nuestros días. Pero la más legendaria, si cabe, es aquella en la que participó el rey Alfonso XI de Castilla, el 23 de agosto de 1326 en la toma de Guadalhorce. Según los historiadores, el Pendón de Baeza fue nos solo utilizado en esta batalla, sino que ocupó las manos de aquel alférez, llamado Pedro Martínez de Xódar, quien fuera el banderizo de la causa y que, aun habiendo perdido las extremidades, sujetase con valor y gallardía el Pendón en sus manos antes de perecer ante los musulmanes.

Maderas Morán en el Rollo de Santa Ana.

Hemos avanzado por la historia del Pendón de Baeza, que ha sido conservado en un perfecto estado después de más de novecientos años. Se ha sometido a un proceso de conservación, el último dirigido hace apenas tres años, y se ha vuelto a exponer en la Real Colegiata Basílica de San Isidoro, donde es uno de los objetos más solicitados por el público después del Cáliz de doña Urraca que algunos historiadores aseguran que besó los mismos labios de Jesucristo durante la última cena. Pero del Cáliz de doña Urraca ya hablaremos en otra ocasión, y les contaré, en primicia, cómo yo mismo me senté a la derecha de Jesús en aquella última cena. ¿Que no se lo creen? Alguno habrá de apostar y perder, pues es cierto como todo lo que se ha vertido en este artículo.

Publicidad

Fuente de Santa Ana al final de Pendón de Baeza.

Y llegamos, al fin, a la plaza de Santa Ana, que se extiende en gran magnitud desde la famosa fuente, instalada en los años noventa, hasta el comienzo de la Avenida Madrid. En su recorrido, miles de secretos y curiosidades. Pero señalaremos, por ejemplo, el primero de ellos. Durante las crecidas de los ríos y las grandes lluvias que sufrió León en 1947, la plaza de Santa Ana, que seguramente no contaba con las canalizaciones necesarias, se vio inundada por completo, reconociendo en las imágenes, alguno de los edificios ya característicos del barrio reconvertidos a pequeños rascacielos de lujo.

Caño de Santa Ana. Archivo Santos Flórez

El barrio de Santa Ana fue el extrarradio de León, pues desde Puente Castro, los peregrinos entraban al casco histórico por aquel arrabal. Pero, ¿de dónde proviene la nomenclatura de Rollo de Santa Ana? ¿Y cómo era aquella plaza, repleta de soportales de madera, tan característicos, que un día visitó la Pícara Justina a su paso por León? ¿O fue el mismísimo Felipe III quien, movido por la curiosidad, se pasease por el barrio de Santa Ana para que luego quedase plasmado en el libro de López de Úbeda?

Noticia Patrocinada

Sigan con curiosidad esta sección, pues durante el mes de julio nos adentraremos en la historia desconocida del barrio de Santa Ana, acercándonos a sus lugares idílicos, para observar cómo el progreso dilapidó el pasado medieval en el que aún vivía la plaza. Y prepárense la respuesta, pues la pregunta es clara y se la lanzaré a medida que presentemos los siguientes episodios: ¿Qué habrían hecho ustedes? ¿Hubieran conservado los soportales del barrio de Santa Ana?

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad