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Calle Carreras y Puerta de San Albito a comienzos de siglo y tras el derribo de los muros.
Calle Carreras y Puerta de San Albito a comienzos de siglo y tras el derribo de los muros. Archivo Santos Flórez
El Odonista de la Ciudad de León

La leyenda del hombre que trajo los restos de San Isidoro a León

San Albito de León, el obispo cuya calle pasa desapercibida en el centro de la ciudad pero que aguarda una preciosa historia sobre cómo los restos de San Isidoro de Sevilla vinieron a parar a León

Miércoles, 15 de mayo 2024, 08:15

Avanzamos a lo largo de la historia de León. Ya han conocido la magnífica leyenda de la Carretera de los Cubos y la Calle Carreras. Pronto, de cara más a verano, se sumergirán en un sencillo y directo estudio sobre las murallas de León, con intención de diseccionar y acercarles la composición y diferenciación entre muralla romana, medieval y cercas.

Muy relacionado con esta columna vertebral de nuestra ciudad, se encuentra una pequeña calle, que deriva hacia una conocida puerta que conforma uno de los accesos a la muralla. Conozcamos la historia de la Puerta de San Albito.

Interior de la Puerta de San Albito. 2022.

Es muy probable que no conozcan la ubicación predilecta de la calle San Albito, pues es intrincada, y está escondida tras la muralla. Se trata de un pequeño tramo que conecta el barrio de Santa Marina con la calle carreras, tal y como observan en la imagen.

Desemboca en la puerta de San Albito, un gran arco que no hace mucho tiempo no existía. De hecho, algunos de los oriundos recordarán aquellos tiempos, cuando Carreras era transitable con el coche, que la puerta era protegida por una valla de acero que protegía a los viandantes de un desafortunado atropello al bajar las escaleras sin mirar a ambos lados.

Exterior de la Puerta de San Albito. 2023.

Anteriormente, la calle San Albito llevó el nombre de Corralón de Santa Marina, pero se le fue cambiado el nombre a principios de siglo, cuando los cubos de la muralla desaparecieron y se levantó el arco que podemos observar actualmente.

Esta es, a grandes rasgos, la historia urbanística de este pequeño tramo de nuestro callejero leonés. Pero no se asombren por la corta extensión de este artículo, pues en realidad aún queda mucha leyenda por narrar. ¿Quién era San Albito? ¿Y por qué este obispo de León es uno de los nombres más importantes dentro de nuestro patrimonio histórico?

Fernando I y doña Sancha. Reyes de León hasta 1065.

He de reconocerles que la figura de San Albito me ha acompañado desde hace varios años, cuando el intrépido escritor que comencé siendo se interesó por la historia de la Colegiata de San Isidoro, y allí encontré mucha información de sustancial importancia. Con ella, elaboré un proyecto, que muchos de ustedes pudieron leer en otro periódico.

Antes de comenzar a conocer la historia que a grandes rasgos pretendo acercarles, me gustaría contextualizar los hechos, ocurridos en la segunda mitad del siglo XI. Concretamente en 1063. Nuestro reino, gobernado por Fernando I y doña Sancha, matrimonio que revitalizó la fe cristiana de León e impulsó el crecimiento de la ciudad, se encontraba en plena búsqueda de un santo al que adorar.

Vista superior de la Puerta de San Albito, calle Carreras y Calle tras los Cubos o Avenida de los Cubos. 1889.

Fernando I escuchó los milagros de Santa Justa, que descansaba en Sevilla, y que había muerto ochocientos años antes. Aquí he de aplicar el principio de Fe de Erratas, pues, como reconocía una lectora, hace varias semanas, cuando se publicó el artículo de la Avenida de los Cubos y Carreras afirmé que la Santa llevaba el nombre de Teresa, cuando en realidad, era el de Justa.

Movido por la leyenda de Santa Justa, Fernando envió a sus mejores hombres a recuperar los restos de la mujer. Aquel equipo tan bien formado estaba integrado por Albito de León (obispo de la ciudad) y Ordoño de Astorga. Escoltando a estos, los seguían el valeroso caballero Gonzalo Núñez de Lara y los condes Fernando Ansúrez y Gonzalo Salvadorez.

Santa Justa y Santa Rufina.

La misión era clara y sencilla: recuperar los restos de Santa Justa. Pero algo ocurrió, que a continuación pretendo narrarles cual trovador medieval.

De resultas del esfuerzo y del viaje, llegando a Sevilla, sin éxito en la empresa y azorados por un sentimiento de frustración, Alvito, ya mayor y cansado sintió el éxtasis imprevisto al ver aparecer frente a él la figura de un barbudo obispo fantasmagórico que nadie más veía excepto él mismo.

Quizás ocurrió aquí lo que le sucedió a Macbeth mientras disfrutaba del banquete victorioso y se cruzó con el espectro de Banquo, que atestiguaba su final, pero en las facciones de aquel fantasma que se le apareció a San Albito, este reconoció nada más y nada menos que a San Isidoro.

San Isidoro de Sevilla con la pluma y el libro en símbolo de erudición. Manipulada por Daniel Casado

Dijóle entonces el santo ya característico de León que cejase en su empeño de perseguir los restos de Santa Justa, pues el destino había querido que Isidoro de Sevilla fuera el digno santo que fuera trasladado a León. Ofrecióle San Isidoro las coordenadas exactas de su cuerpo, allí donde encontraría las reliquias y donde podrían exhumarlas para ser llevadas a León, donde reposarían eternamente.

De primeras, San Albito no dio crédito a las palabras del espíritu, que las achacó al cansancio extremo. Pero San Isidoro, que no deseaba dar la empresa por fallida, convenció a Albito con un último argumento que terminó por inclinar la balanza. Le aseguró que, días después de encontrar el cuerpo de San Isidoro, moriría debido a una enfermedad, y que su última misión pasaba por recuperar las reliquias del santo y llevárselas a Fernando I.

Puerta de San Albito a comienzos de siglo y tras el derribo de los cubos en 1911. Archivo Santos Flórez

Días más tarde, y tras informar a sus compañeros de las nuevas, encontraron los restos de San Isidoro en una pequeña ermita erigida en su honor. Los exhumaron y los llevaron a León. Aquella ermita no estaba sostenida por los huesos de San Isidoro, sino que brillaba con luz propia, pues se mantuvo en pie durante al menos otros trescientos años. En el siglo XIV, se levantó sobre ella el Monasterio de San Isidoro del Campo de Santiponce, que ya recordarán ustedes como el lugar de descanso del ya celebérrimo Guzmán el Bueno y su familia.

Ordoño de Astorga aseguró que a Al-Mutadid, custodio de los huesos del santo, le fue muy complicado despedirse de San Isidoro, pues incluso cubrió la urna en la que viajaban hasta León con un manto. Esta historia, y la de aquellas iglesias en honor a San Isidoro que fueron levantando a lo largo del camino hacia León, serán objeto de otro de nuestros artículos, donde conoceremos la historia completa de un viaje que cambiaría la ciudad en la que vivimos.

Calle Carreras ya sin los cubos. Mediados del siglo XX. Archivo Santos Flórez

Ordoño trasladó, aparte de la urna, también el ataúd con los restos de Albito, que efectivamente había fallecido pocos días después, cumpliendo así el vaticinio de San Isidoro. Pero la historia de Albito no termina ahí, pues se dice que la noche en la que los restos de ambos santos llegaron a León, la figura de Isidoro se le volvió a aparecer, esta vez, a Fernando I, quien recibió órdenes del santo, para conmemorar la figura de Albito. En aras de enaltecer la empresa y el sacrificio de Albito, se celebraron unos funerales con intención de sepultar a San Isidoro, y Fernando I sostuvo la urna en la que las cenizas de Albito se encontraban ya dispuestas para su futuro sepulcro, rindiendo homenaje a su estela y a su historia.

En cuanto a sus restos, hubo una gran disputa sobre el lugar en el que debían reposar, dirimiéndose definitivamente que lo hicieran en la Catedral de León, donde una capilla actual lleva su nombre desde entonces.

Puerta de San Albito antes de la peatonalización de la calle carreras. Lourdes Pérez Martínez

Se encuentra, según la página oficial de la Catedral, frente a la capilla del Nacimiento, el sepulcro de San Albito, elaborado por Juan de Badajoz el Mozo. Este data de 1527. En su interior, descansan las cenizas del hombre que dio pie a la leyenda de San Isidoro de León, que arriesgó su vida para dotar al Reino de León de un pasado ilustre y de un presente histórico.

Interior de la puerta de San Albito. PabloX.

Bien saben ustedes que a la historia, en ocasiones se le da un retoque rimbombante, para elevar la figura de Albito, de San Isidoro, o de Fernando I y doña Sancha. Nunca sabremos lo que realmente ocurrió, ni sabremos si el fantasma de San Isidoro se le apareció de forma veraz a San Albito o fue una estratagema para evitar seguir buscando los restos de una Santa Justa que no aparecía. Esa decisión, como siempre, se la lego a ustedes, que bien sabrán valorar qué prevalece de una buena historia.

Mientras, nosotros seguimos caminando por León; cojan la mano de este Odonista para acercarnos al siguiente callejón, que guarda una historia increíble y por muy pocos conocida.

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