Durante la anterior semana han conocido una pequeña parte de mí, pues se han acercado a esa investigación sobre la familia Alfageme, su edificio y unas fotografías prácticamente inéditas de León que nos han permitido ilustrar la ciudad de mediados del pasado siglo.
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Hoy les ... abro un poco más mi pequeño corazón, queridos lectores, en estas fechas donde el calor ya gobierna nuestras decisiones y el verano asoma por el horizonte. Desde hace años, y aunque ustedes no supieran nada de mí, vengo investigando la historia de León. Todo comenzó con un pequeñito proyecto que comencé a desarrollar y que aún tengo la ilusión de algún día llegar a cumplir. Por el momento, les contaré de qué trataba el principio.
Como no es de extrañar, tiene relación con la provincia de León; no solo con ella, sino con su callejero y su bestiario histórico, donde podemos encontrar personajes ilustres que dan nombre a una calle. Alguno pudiera pasar por Ordoño II, por Bermudo III o por Alfonso V reparando en la grandeza de los reyes que dan nombre a la vía, pero estoy seguro de que pocos han indagado sobre la historia de este curioso hombre que apenas podía levantarse de la silla pues la obesidad mórbida que padecía se lo impedía.
Muchos habrán caminado desde la estación de Autobuses hasta la Estación de Trenes de León por una pequeña calle que transcurre tras el parque de bomberos y los juzgados adornada con el odónimo de Sancho el Gordo, diciéndose a sí mismos: «sí, este era un rey de León que estaba muy gordo».
Y por supuesto que era así, pero permítanme el lujo de narrarles su historia, para entender por qué su grandeza le condujo a ser el protagonista de una de las calles más desconocidas de León:
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Daniel Casado Berrocal
Daniel Casado Berrocal
Para conocer la historia de Sancho I, hemos de viajar hasta comienzos del siglo X, cuando llega, por casualidad, el trono a su poder, tras fallecer su celebérrimo padre Ramiro II. De la unión de este último con Urraca Sánchez (no confundir ni con doña Urraca, ni con la Reina Urraca), nace Sancho I y Elvira Ramírez. Este Sancho, tristemente obeso, es nieto a su vez de Toda Hernández, quien puede parecer un personaje secundario en la historia, pero cuya intervención será de gran importancia en la vida de Sancho.
Al morir Ramiro II, el trono le fue entregado a Ordoño III, hermano de Sacho I, pero este no tardó en pasarle el testigo al protagonista de nuestro artículo, pues falleció cinco años después de tomar posesión, en 956. Para cuando a Sancho I le llegó la oportunidad de labrarse un futuro como Rey de León, ya se le conocía como El Craso, o el Gordo, pues era famoso por su obesidad, y la mala salud que poseía.
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Durante dos años, Sancho fue un rey muy poco unido a su pueblo, pues las duras críticas sobre su peso no solo afectaban a su reinado, sino que daban muestras de su debilidad. Por ello, en el año 958, su tío, Fernán González, aliado de Ordoño IV, apodado El Malo, le arrebataron el trono a Sancho I, haciendo que este huyera de León, cobijándose con su abuela, Toda Hernández.
Toda, una mujer estratega como pocas personas había en aquella época, al más puro estilo Juego de Tronos, ordenó a su nieto Sancho perder los kilos extra, recuperar la salud que la obesidad le había sustraído y regresar a León para arrebatarle el reino a Ordoño IV. Por ello, Toda pidió ayuda a Abderramán III, que contrató al mejor doctor andalusí, Hasday Ben Sharput, para realizar, sobre el paciente con sobrepeso, la primera Operación Bikini de la historia.
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Ben Sharput encerró a Sancho en una habitación, para que sus impulsos no pudiera traicionarle, devorando todas las viandas que a su disposición tenía en el castillo de Toda Hernández. Le cosió la boca y le obligó a tomar tan solo alimento líquido. Durante cuarenta días, Sancho I El No tan Craso, ingirió agua e infusiones, recibiendo baños de vapor durante largas horas y consiguiendo dar extensos paseos arrastrado por las cuerdas de las que tiraban sus esclavos.
Las crónicas cuentan que Sancho perdió más de ciento veinte kilos. En suma, Sancho volvió a León en el año 958 y derrotó a Ordoño IV el Malo en la batalla de Zamora, recuperando la ciudad de León. El reinado de Sancho apenas duró seis años y, con intención de ser eternamente recordado tuvo una idea que cambiaría la historia de León tal y como la conocíamos antes del siglo X.
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Levantó un templo, en honor a San Pelayo, quien fuera un niño mártir asesinado y desmembrado en Sevilla por desobedecer al Califa, que le instaba a cometer laxas actividades que le hubieran despojado de su dignidad. El lugar elegido por Sancho I el Craso ya es antológico hoy en día. Escogió el asentamiento de la Legión VII Gémina, aprovechando parte de la muralla que hoy en día se conserva, y que se levantaría con intención de traer los huesos y la cabeza de Pelayo a León. De eso se encargaría su hermana, Elvira, quien luego muriera en Asturias, consiguiendo salvar las reliquias del santo cuando años después de la muerte de Sancho, Almanzor arrasase la ciudad y destrozase la Iglesia de San Pelayo.
¿Les suena a ustedes esta historia? ¿Saben el lugar exacto en el que se levantó dicha iglesia? ¿Y si les adelantase qué ocurrió después, sabrían identificarlo? Pues bien, tras la destrucción de Almanzor, la iglesia fue de nuevo levantada por los siguientes reyes de León. La iglesia, muy primitiva y construida de manera muy arcaica, dejaba mucho que desear, y no permitía a los leoneses desarrollar una feligresía de calidad.
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Por ello, cuando Fernando I y doña Sancha llegaron al poder, en el siglo XI, proyectaron una iglesia mucho mayor, que pudiera ser digna de la ciudad de León. Pero, al igual que había pensado Sancho antes que ellos, la iglesia necesitaba unas reliquias a las que rendir pleitesía. ¿Sabrían decirme qué reliquias fueron las escogidas por Fernando I? Efectivamente, lo han adivinado. Aquella iglesia antigua, levantada por Sancho I, que luego fuera derribada por Almanzor y construida de nuevo por su descendencia, es ahora reconocida como la Real Colegiata Basílica de San Isidoro.
Pero la historia de cómo trasladaron los restos de San Isidoro desde Sevilla a León me la guardo para la siguiente semana, pues converge, esta calle, la de Sancho I, metafóricamente y no en el plano urbano, con la de San Albito, cuya historia nos hará comprender por qué Fernando I, en realidad, deseaba los restos de Santa Justa en lugar de los de San Isidoro.
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En definitiva, aunque era reconocido como un hombre llamativo por su aspecto físico y por su obesidad, Sancho I el Craso hizo varias cosas por León. De resultas de ello, la calle que une ambas estaciones lleva su nombre.
Esta calle también ha sido testigo de la elucubración y del cambio, pues ha pasado de ser una vía casi abandonada, como se ha podido ver en las fotografías a lo largo del artículo, a poder llegar a servir de pasarela entre la estación de Trenes y la de autobuses, si el proyecto se hubiera llevado a cabo.
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¿Qué piensan ustedes acerca de Sancho I el Craso? ¿Conocían la historia de este rey de León? ¿Sabían que una calle llevaba su nombre?
Queden pendientes, pues la semana que viene conoceremos la historia de San Albito, de una puerta que nunca existió en la muralla romana de León y que transformó el plano urbanístico de nuestra ciudad, dándole el nombre del segundo obispo más famoso de León.
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