Opinión

La maldición de San Guillermo de Peñacorada

El «hueso» es la reliquia que el pueblo creyente de la villa venera con respeto desde 2013, cuando se trasladó a Cistierna desde S. Miguel de las Dueñas en el Bierzo

Sábado, 29 de junio 2024, 09:31

El pasado día 28 de junio, recibíamos con pesar en Cistierna la noticia de un robo en la ermita de S. Guillermo de Peñacorada. El titular decía displicente: «Robo del hueso de S. Guillermo». El «hueso» es la reliquia que el pueblo creyente de la villa venera con respeto desde 2013, cuando se trasladó a Cistierna desde S. Miguel de las Dueñas en el Bierzo, monasterio donde se guardan y veneran las principales reliquias de nuestro santo patrón. A esta reliquia, le precedió otra que súbitamente apareció cuando vino la del Bierzo. Esta, es una pequeña figura del S. Guillermo en hábito de S. Benito, unos dicen que desapareció durante la guerra civil, otros después del Concilio Vaticano II; nos inclinamos por lo segundo, cuando tantos curas, se pasaron a la iconoclastia protestante o musulmana, vaya usted a saber.

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Esta reliquia antigua de S. Guillermo se conserva actualmente en la iglesia parroquial. Si los grandísimos hijos de Caco, piensan que el relicario y el cáliz tienen algún valor están muy equivocados, peltre y bronce dorado, nada más. Al Bierzo, nos llevó una investigación animada por el Instituto Bíblico y Oriental de Cistierna. La reina Teresa de Portugal, esposa del glorioso rey de León Alfonso VIII, funda en 1229 un monasterio en el Bierzo para sus hijas Sancha y Dulce, la reliquia fundacional será el cuerpo de S. Guillermo. El monasterio erigido junto al río Cúa, recibirá el nombre de S. Guillermo de Peñacorada de Villabuena. Cuando en el siglo XVI, una crecida del río lo destruye, la reliquia de S. Guillermo, se traslada al monasterio de S. Miguel de las Dueñas, dónde aún se conserva y guarda por las venerables hijas de S. Bernardo. En el año 2013, antes de enviar la antigua reliquia a restaurar, aquella que desapareció y apareció súbitamente, la examinamos concienzudamente.

Tenía una cavidad interior a la que se accede por un opérculo circular, protegido por un cristal. Pegado o sujeto a la parte superior de la oquedad, había un papel amarillento de 5 por 4 centímetros, se deshizo en nuestras manos, pero con tiempo suficiente para memorizar y transcribir lo que estaba escrito en procesal encadenada del siglo XVII, papel al que entonces no le dimos mayor importancia. Entre paréntesis viene lo que suponemos que eran abreviaturas: «el que en la oscuridad robe esta sagrada reliquia, la desgracia ira metida en sus r(opas). Buscará él y su familia la comida en los m(uladares). El pan sabrá a p(odrido), el agua amarga. La m(uerte) se ensañará con sus deudos y parientes». No es nada extraño para nosotros este tipo de maldiciones, aunque el mandato evangélico es bendecir y no maldecir, forman parte de la cultura popular de nuestros antepasados. Para ellos no era ninguna fruslería profanar templos, ermitas y las cosas sagradas, con las maldiciones protegían aquello que respetaban y veneraban. Esperemos que los cacos, se arrepientan y devuelvan al menos la reliquia procedente del cuerpo de S. Guillermo de Peñacorada. Estamos seguros que tarde o más temprano aparecerá.

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