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El cristianismo, ha sido defendido y mantenido en estas montañas incluso en el terrible momento de la suprema prueba, cuando la invasión musulmana y durante la premeditada, cruel, y asesina persecución de la última guerra civil, que a punto estuvo de acabar con el pueblo ... cristiano; desde los tiempos de Nerón, Decio y Diocleciano, no se conoció otra igual. Sirva de advertencia y vacuna para aquellos presbíteros y obispos que caen y han caído en los engaños de cierta izquierda «progresista», y genuflexos piden perdón por hechos que se cometieron contra ellos.
El triunfo de las izquierdas en la guerra civil, habría significado el exterminio de la Iglesia española en su patrimonio y ministros. El ejemplo de lo ocurrido con los cristianos y patrimonio de la Iglesia de Cataluña y otras zonas bajo el dominio de socialistas, comunistas, anarquistas, es suficiente prueba y advertencia para tiempos futuros, de lo que entonces se tenía preparado. También, si hoy no se levanta en la capital León, una mezquita catedral, es por aquella lejana resistencia de nuestros antepasados cántabros y astures a la fuerza de los emires y califas cordobeses. Nadie insistirá, ni podrá acusarme de animadversión o prevención contra la Suna y Alcorán, cuando el que esto escribe, noche y día convive, comparte el pan y la sal con los musulmanes; sin embargo, podemos afirmar que la invasión del 711, fue de todo menos pacífica, como algunos afirman.
La Crónica Mozárabe escrita en 754, es la primera en utilizar el término: «ruina de España» para referirse al resultado de la invasión. La constatación histórica de la fidelidad a la fe cristiana en los valles del Alto Esla- Cea, se plasmó en la lucha emprendida por Pelayo en los albores del siglo VIII, con la ayuda de aquellos montañeses cántabros que iban a concejo mayor en Valdeón. Según cuenta la crónica Alfonsina (S. IX), se levantaron en armas contra los musulmanes: «por la salvación de la Iglesia y del pueblo cristiano». La fe, se nos había trasmitido sin interrupción desde los siglos III-IV, cuando el cristianismo de origen africano, militar romano, había penetrado por la calzada del Esla o Vía Saliámica hasta las cumbres de la Cordillera Cantábrica, convirtiéndose a la nueva fe, los clanes de la tribu de los vadinienses. El fenómeno del abandono de la práctica religiosa, atañe a toda la cristiandad católica europea, que ha dado la espalda a sus raíces cristianas, las razones del mismo son prolijas: modernismo, relativismo, pelagianismo, cientifismo, fenómenos muy complejos para ser explicados aquí.
En Cistierna, Crémenes, Riaño, Burón, Oseja o cualquier otra villa importante montañesa, la disminución de la feligresía se deja notar, sobre todo, en el cumplimiento del precepto dominical y en las manifestaciones públicas religiosas populares como son las procesiones. Los efectos colaterales del Concilio Vaticano II, siguen actuando, y la desafección no ha dejado de crecer. Al día de hoy, nos preguntamos si el impredecible, sañudo, caótico Papa actual, y algunos obispos, mantienen la fe católica, empeñados como están en: romper la paz litúrgica que Benedicto XVI inició (Summorum Pontificum); convertir la Iglesia en una ONG; promover sínodos luteranos que ahondan la división y conculcan la Verdad Revelada trasmitida por el Magisterio, Tradición, Escrituras; aturdir y asustar al pueblo cristiano con insistentes prédicas sobre el cambio climático.
Apañados estamos con semejante tropa, asistimos a un proceso rupturista de pestilente tufo protestante, con purgas estalinistas dentro de la Iglesia, promovido todo ello por el Papa y clérigos modernistas que nos confunden cada día más y pretenden romper con dos mil años de Tradición para ir a la moda de los tiempos, entregados a los objetivos masónicos del nuevo orden mundial promovido por la agenda 2030. Menos mal que la Iglesia no es obra humana, si ha resistido dos mil años a los embates de republicas, reinos e imperios ya desaparecidos, todavía hay esperanza.
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