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Hace casi una década desde la última vez que Aurelio se subió al campanario. Lo hecha de menos y aún confía en poderlo volver a hacer en los años que le quedan de vida. De momento buscan fondos y un proyecto que salvaguarde el «principal monumento» de un pueblo en el que residen apenas 17 personas.
La iglesia de San Clemente, fechada en el siglo XVI, es el faro de Escobar de Campos. Un faro que se cerraba en 2015 cuando una enorme rotura resquebrajaba el campanario.
Ubicada en pleno centro de la localidad, el alcalde Javier Vega y su teniente de alcalde Aurelio Garrán lanzan un mensaje para que alguien se haga cargo del artesonado antes de que se derrumbe. «Llevamos varios años esperando a que tomen una decisión», lamenta el regidor, que espera dinero de la Junta para «empezar a hacer algo» y evitar que se desmorone y cause daños personales que luego haya que lamentar.
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Desde Escobar miran con temor a otras localidades como Garaballes, Urdiales del Páramo o Villaturiel, donde la iglesia dijo basta y el campanario acabó por ceder a la gravedad.
La solución no es sencilla. Desde el interior se puede observar una avería que requerirá de inversión y unos fondos de los que ni por asomo dispone un ayuntamiento con 33 vecinos censados. «Es complicado, pero hoy hay medios. Tiene que haber soluciones y las habrá, tendremos que mantener la paciencia».
Si alguien conoce a la perfección a la iglesia de San Clemente ese es Aurelio. Era el chico para todo cuando estaba operativa. Tocaba las campanas, «a muertos y a vivos», ayudaba al sacerdote y se encargaba del mantenimiento. «Hacía las veces de sacristán en el pueblo». Solo le faltaba dar misa, apostillaba el alcalde.
Este emblema de Escobar es «la ilusión» del mozo, ya entrado en años, que aún se emociona mirando las puertas cerradas del templo. «Siempre me llamó y la quiero mucho».
De hecho, él fue el último en subir al campanario, ya en un lejano 2015, cuando le prohibieron que lo volviera a hacer debido al estado de riesgo de desplome en el que se encontraba. «Me fastidia mucho porque tenía ilusión de volver a tocar a misa en las fiestas o por el día de San Clemente, pero ya no se puede». El párroco don Emilio, el fundador del campanario, les puso hasta nombre a todas ellas: «Una se llama Clemente, otra Salvador y la otra Aleluya».
Y es la de Salvador la que evidencia el abandono que sufre la iglesia desde que se resquebrajara su torre. La campana se desprendió de la pared y quedó apoyada sobre el ventanal, empotrada, evitando que hubiera caído y destrozado el techo de la nave central. Esta era, precisamente, la que volteaba Aurelio en día de procesión.
Desde la Diócesis de León afirman que están pendientes de acometer trabajos para recuperar la torre de Escobar. Se están barajando diferentes proyectos y, aseguran, se actuará «lo antes posible y de forma inminente» antes de la próxima Semana Santa.
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María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
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