Íscar: naranjas y pañuelos en honor a la Virgen de los Mártires

Hablar de patrimonio inmaterial en Íscar es hablar entre otras cosas de celebraciones festivas, entre las que destaca la que cada año tiene lugar el 13 de mayo con los quintos como protagonistas. Aunque se desconocen los orígenes, según el historiador local Jorge Esteban Molina es resultado de la confluencia de diversas tradiciones religiosas y profanas, algunas de carácter ancestral. Así, está constatado que antes de la Guerra de África (1911-1927) se pidió a la patrona de la villa carpintera, Santa María Virgen de los Mártires, que velara por los que marchaban al frente y por todos los mártires que sufrirían esa contienda.

El 13 de mayo es un momento culminante en el ciclo festivo anual, ya que se festeja con gran devoción religiosa y fervor popular a la patrona a la que los vecinos veneran desde hace siglos en el día en el que la Iglesia católica conmemora a los Primeros Mártires de Roma, siendo uno de los pocos municipios españoles que lo hace. Es también la jornada en la que los jóvenes de ambos sexos que alcanzan la mayoría de edad, los quintos, cobran protagonismo dando continuidad a una arraigada tradición en las zonas rurales.

Un evento elevado a la categoría de seña de identidad, resultado de la confluencia de costumbres de muy diversa índole y origen, sin perjuicio de la habitual aportación emanada directamente de la iniciativa popular, que explican su carácter genuino.

Ese día los quintos realizan una gran ofrenda colocando una enramada de pinos y chopos en la escalinata de acceso al templo, la cual engalanan con guirnaldas de naranjas, una curiosa decoración teniendo en cuenta que es inusual el cultivo de esta fruta en la zona, y completándola con un cartelón de claveles rojos y blancos.

Años atrás, previo al día de la fiesta, los jóvenes que pretendían a alguna chica y querían que ellas no les olvidaran tras su marcha a filas, colocaban en sus ventanas una rama de chopo con una cesta de naranjas. Generalmente ellas ya eran conscientes de que les rondaban, y como muestra de aceptación les bordaban un pañuelo blanco con la imagen de la Virgen, flores o las iniciales del joven, que portaban anudado al cuello, vestidos con sus mejores galas, durante toda la jornada festiva.

Una original manera de constatar que su amor era correspondido. Hoy día son las madres quienes agasajan a sus vástagos con el pañuelo. El culmen de la celebración llega, tras la misa mayor, cuando la imagen del siglo XVI sale en procesión a hombros por los quintos al son de la jota.

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