Copa de vino rosado DO León Yezrael Pérez

Rosados DO León, ponle color a la vida

La Prieto Picudo es la variedad de uva autóctona con la que se elaboran vinos visualmente más atractivos y extraordinariamente aromáticos, frescos y polivalentes

Alejandro González, DO León

León

Miércoles, 1 de julio 2020

Volvemos a estar contigo desde la Denominación de Origen León para acercarte ahora a los vinos rosados, sin duda los más característicos de nuestra tierra. Si recuerdas, contamos en primer lugar la historia del Albarín, nuestra perla blanca. Pero ahora vamos a adentrarnos en el maravilloso mundo de la Prieto Picudo, la uva leonesa por excelencia, puro carácter, con la que nuestras bodegas elaboran los rosados y tintos.

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Quizá no somos conscientes de la suerte que tenemos al disponer de dos variedades de uva tan distintas a las demás y que, sin embargo, nos permitan abarcar todo el espectro de elaboración de vinos de calidad.

Y es que, si cuando te hablamos del Albarín lo hacíamos en términos de exclusividad, diferenciación y calidad, ahora que nos referimos al Prieto Picudo vamos a tener que repetir el discurso empleado con la variedad blanca y añadir a todo lo dicho un nuevo término: versatilidad.

No se conoce una variedad de uva que permita vinificar una gama tan diferente y amplia como la que posibilita nuestra Prieto Picudo. Con ella podemos elaborar desde rosados clásicos a rosados madreados, o someterlos a fermentaciones y crianzas en barrica, además de tintos jóvenes, de cortos envejecimientos o de muy largos añejamientos. Y lo mejor de todo es que estaremos siempre ante vinos de una gran calidad. No sólo es que la variedad presente mejor aptitud para algunos de estos tipos de vino: es que resulta perfecta para elaborar todos ellos.

Pero, ¿qué es el vino «madreado», o el «madreo»? Pues sencillamente una técnica de elaboración de vinos rosados desconocida en otras zonas vitivinícolas de la geografía nacional e internacional; es decir, es un auténtico patrimonio cultural exclusivo del vino leonés. Y, como muchas cosas de la vida y del vino, se descubrió por casualidad. Ya nuestros abuelos empleaban esta técnica sin saber muy bien porqué o qué beneficios relativos a la calidad aportaría al por entonces clarete leonés o vino de aguja. Sabemos que antiguamente se vendimiaba absolutamente toda la uva que había en las viñas y lógicamente era mayor la cantidad de kilos recogidos que el espacio disponible en las bodegas para albergarla. Por tanto, se decidía encubar la uva sobrante en los depósitos que ya estaban fermentando sin saber la trascendencia del resultado; lo que sí se apreciaba una vez terminado el proceso es que aquellos claretes madreados eran diferentes a los no madreados. Se decía que tenían «chispa», «aguja»… Todavía hoy puede leerse en muchos libros de enología de la época la expresión «claretes de aguja de Valdevimbre» o de la comarca de Los Oteros. Esta técnica dio nombre y prestigio a las elaboraciones de aquellos años y gracias a ella hoy podemos presumir de unos rosados únicos, diferentes y excepcionales por su calidad, poniendo en valor la enorme tradición vitivinícola de nuestra zona y ese gran legado con el que la Denominación de Origen León carga en sus espaldas.

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¿Y en qué consiste esta técnica? El vino de madreo, ya lo hemos dicho, recibe este nombre porque en su elaboración se utiliza la «madre», que no es otra cosa que racimos de uva enteros, seleccionados durante la vendimia, que se añaden al mosto y se mantienen en contacto con él durante toda la fermentación alcohólica, e incluso después, hasta que se realiza el primer trasiego. Llegado ese momento, se separa la «madre» (racimos depositados en el fondo del depósito que ya no tienen ninguna utilidad) del vino ya terminado. En él podemos observar ya las bondades de esta técnica al percibir una mayor intensidad aromática, un color más estable en el tiempo y, sobre todo, la aguja del vino: ese gas carbónico de origen natural generado durante la fermentación alcohólica y que se manifiesta con un leve y agradable picor en la lengua y en el paladar.

Así que no lo pienses más y busca en las etiquetas de nuestros vinos aquellos en cuya etiqueta figure la referencia a esa técnica del madreo para probarlos y compararlos con los que conozcas. ¡Quizá descubras una gama de vinos diferentes de los que presumir y disfrutar!

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Proponemos que te preguntes cuánto sabes o conoces de los vinos rosados. Seguro que menos de lo que te gustaría. Y es que el vino rosado en España es el gran olvidado. En un país de tintos, en el que los vinos blancos van teniendo un hueco importante en el mercado que se lo han ganado por su altísima calidad, el rosado debe abrirse camino sorteando muchas dificultades competitivas y demasiados prejuicios. No goza de un hueco asignado en nuestro subconsciente para ser consumido: tenemos muy claro que con el pescado se toman vinos blancos y con la carne se toman tintos, sin saber muy bien cuándo es el momento y cuál la mejor compañía para el rosado. Proponemos que seas valiente y rompas falsos mitos heredados: el vino rosado, ideal en la barra durante todo el año, es perfecto para cualquier comida, aperitivo o cena. Su frescura, aromaticidad, elegancia y calidad hacen de él compañero ideal, especialmente en el momento del año en el que nos encontramos. Atrévete y cambia la cerveza o el vino tinto por un rosado cuando estés con los amigos o en tu próxima comida familiar. No te decepcionará.

Cuando hablamos del «mundo rosa» no nos referimos al del corazón ni al del papel couché, sino al asociado al consumo de vinos rosados. Si eres de León y visitaste en estas fechas del año pasado el Barrio Húmedo recordarás lo bien que sienta el rosa para todo: desde darle color a las calles para vestirlo e incluso para tomarlo en forma de vino rosado de la DO León. Justo hace un año celebramos la fiesta «Rosado y Picudo», que repetiremos cuando las circunstancias sociales lo permitan.

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En España hay cuatro denominaciones de origen vinculadas al vino rosado: Utiel-Requena, Navarra, Cigales y, por supuesto, León. Cuatro denominaciones de origen, de las sesenta y nueve que hay en todo el país, claramente vinculadas a esa manera de entender y disfrutar el vino. Y de todas ellas, la nuestra lo está de manera muy especial.

Si hacer repaso de la lectura verás que sólo habías leído la palabra clarete cuando nos referimos estrictamente a elaboraciones tradicionales. No es casualidad. Hoy en día debemos hablar de rosados y no de claretes, especialmente en León, ya que la elaboración de claretes no está vinculada a nuestra tierra. Antiguamente se hablaba de claretes porque se mezclaban en su elaboración las uvas blancas con las tintas, o los mostos blancos con los tintos para obtener así unos vinos más claros. Hoy en día en los rosados de la DO León sólo se emplea una uva, la Prieto Picudo, que es una variedad tinta. Es cierto que la técnica de elaboración de claretes sigue viva en algunas zonas de España. Por eso, cuando lo pidas en un bar o en un restaurante recuerda hablar de rosado y no de clarete. Seguramente el camarero lo entenderá, pero no estaréis refiriéndoos correctamente al vino. Contribuyamos entre todos a incrementar la divulgación de la variedad y la técnica de elaboración, pero también la presencia del vino rosado leonés para ponerlo en el lugar que se merece por historia, tradición y calidad. Al fin y al cabo, el rosado es el más nuestro de todos nuestros vinos, aunque cada uno tenga su momento.

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