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Mi hermana, que tiene 5 años menos, aprendió a andar en bici de niña, pero yo no. Toda la vida me ha dado envidia la gente que pedaleaba, mi marido por ejemplo, que hace rutas y hasta va al monte en bicicleta. Me intentó enseñar ... varias veces pero nada, al final casi acabábamos enfadados. Me enteré de que daban un cursillo para gente mayor y me apunté. Cuando, de repente, me vi dando pedales no me lo creía. '¡No te estamos agarrando!', me gritaba el profesor. ¡Qué sensación! Es una emoción que no te la crees». María José, vizcaína de 61 años, está ya pensando en la segunda parte: comprarse una bici, aunque antes quiere dar «otro cursillo para quitar el miedo».
Una de cada diez personas en España no sabe andar en bicicleta, porcentaje que se eleva hasta el 25% en el caso de los mayores de 70 años. En esto, como en casi todo, se nota la brecha de género: un 5% de hombres jamás se ha subido a una bicicleta, frente a un 15% de mujeres, según los datos del Barómetro de la Bicicleta en España 2019, un informe bianual elaborado por la Red de Ciudades por la Bicicleta, la Dirección General de Tráfico y la Federación Española de Municipios y Provincias.
María José se contaba entre estas últimas hasta que en octubre se apuntó a un curso de cinco días que organiza periódicamente Biziz Bizi, organización sin ánimo de lucro que promueve el uso de las dos ruedas en Bilbao. Los talleres tienen una duración de cinco horas y son gratuitos: «El 90% de la gente que acude sale pedaleando», asegura Javier Umaran, portavoz de Biziz Bizi.
Confirma María José: «Yo sé pedalear; decir que sé andar en bici me parece demasiado de momento». Pero sabe sí y, lo que es mejor, los expertos consultados en este reportaje aseguran que es algo «que no se olvida». Javier, 'profe' de María José, cuenta cómo se enseña a andar en bicicleta a un adulto entrado en años. Y experiencia tiene, que los usuarios del curso que imparte desde 2003, usuarias más bien, tienen de media entre 55 y 70 años.
«El primer día se montan en una bici con el sillín bajo, de manera que toquen con los pies en el suelo, y se lanzan despacio por una pequeña cuesta». Para quien no se ha subido nunca a una bicicleta puede parecer un arranque un poco fuerte, pero en vista del éxito del cursillo, debe ser la forma. «Se pasan una hora lanzándose por la cuesta, al principio apenas levantan los pies del suelo, van frenando, pero poco a poco se van inclinando menos hacia los lados y van cogiendo equilibrio. El equilibrio es proporcional a la velocidad que cogen». Las clases duran solo una hora «porque más de ese tiempo resultaría muy cansado, y, con el cansancio, llega el riesgo de caída», alerta Umaran.
Hay quien es esta primera hora ya se acaba lanzando con los pies en alto y otros, como María José, que hasta la cuarta sesión no se atreven a pedalear. «A mí me costó. Me decían: '¡Qué precavida!', pero no, no es precaución, es que tengo un miedo...». Pero lo hizo. «La mayoría de las mujeres que se apuntan a nuestras clases no ha tocado una bici jamás. Probablemente, no tenían de niñas o en casa solo había una para todos los hermanos y únicamente la usaba el mayor. Por eso, cuando consiguen pedalear solas –y lo consiguen casi todas– sentimos una alegría tremenda», relata Javier Umaran.
Cuando ya dominan la cuesta y pedalean a ratos, el siguiente y definitivo paso es la arrancada en llano. Sin la inercia que proporciona la inclinación del terreno, aquí vuelven a complicarse un poco las cosas: «La clave es coger un buen impulso con el pie que tenemos apoyado en el suelo –el otro está en el pedal–, arrancar rápido y, como casi todo, repetir muchas veces», recuerda el instructor, que recomienda para quienes se inician ya de mayores en este deporte «bicicletas de paseo con la barra baja o plegables, que al tener las ruedas más pequeñas suelen dar menos miedo a la gente».
Al margen del gusto de pedalear, hacerlo a partir de los 60 años tiene dos beneficios claros: «La bicicleta es un deporte que mejora el equilibrio, que es un aspecto a trabajar a esas edades para disminuir el riesgo de caídas», advierte Íñigo Urretxua, preparador físico con más veinticinco años de experiencia en el mundo del ciclismo. El segundo gran beneficio es el desarrollo de la musculatura: «El problema de las caídas en mayores es que, al no tener apenas musculatura que proteja y sujete la estructura osea, los huesos se rompen más fácilmente. Con la bici se desarrolla músculo, especialmente en el tren inferior, donde se producen los accidentes más delicados. No obstante, aunque la bicicleta, junto a la natación y caminar, es uno de los deportes con menos 'contraindicaciones', no todas las personas pueden pedalear. «No es aconsejable en gente que sufre arritmias porque puede haber cambios en la frecuencia cardiaca y necesitarían la supervisión del cardiólogo. Ni para quienes toman anticoagulantes o sufren pérdidas de conocimiento, mareos, epilepsia...».
La mejor edad: «Cuando mejor se trabajan las capacidades físicas es hasta los 12 o los 14 años; y con 5 o 6 es una edad buena para iniciarse en la bicicleta», propone Íñigo Urretxua, preparador físico de ciclismo.
Sin 'ruedines': «Colocar dos ruedas pequeñas atrás no es aconsejable porque ralentiza el aprendizaje».
Impulsarse con los pies: Los niños aprenden «impulsándose en llano con los pies». Para ello, necesitan una bicicleta adaptada a su talla con la que lleguen perfectamente al suelo. «Se van hacia un lado y otro, pero enseguida saben qué pie deben poner para recuperar el equilibrio», asegura Urretxua.
Ir 'soltándoles': Una vez que han trabajado el equilibrio, es hora de pedalear. Al principio lo harán con un adulto sujetándoles por detrás, que les irá soltando poco a poco. «En un mes de verano lo tienen dominado».
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