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RODRIGO PARRADO
Tierra, tiza, tejido y otras cosas que come alguna gente. ¿Por qué?

Tierra, tiza, tejido y otras cosas que come alguna gente. ¿Por qué?

Salvo casos culturales, es un trastorno conocido como 'pica'

Martes, 1 de junio 2021, 00:14

A la mayoría de nosotros, la simple idea de comernos un puñado de tierra, un trozo de tela o una barrita de tiza es suficiente para provocarnos una mueca de repugnancia. Porque nuestro cerebro, en condiciones normales, está preparado para buscar y seleccionar alimentos que nos sienten bien o nos produzcan placer. No suele 'divertirse' boicoteándonos y haciendo que nos apetezcan cosas incomestibles que ni son buenas para nuestra salud, ni estamos preparados para digerir. Así de sabia (casi siempre)es la evolución. Pero, como en todo, hay salvedades. En algunas ocasiones, hay personas que sienten un deseo irrefrenable de ingerir o lamer materiales que no son aptos para consumo humano.

Se trata de un trastorno alimentario y de la conducta conocido popularmente como 'pica'. Al parecer, este nombre no viene de la palabra 'picar', entendida como el hábito de tomar caprichitos fuera de las comidas principales, sino de 'Pica pica', que es el nombre científico de las urracas, ya saben, esos pájaros de la familia de los cuervos que tienen la costumbre de robar objetos –sobre todo brillantes– y también de comerse todo lo que encuentran.

«Para hablar de 'pica' se tienen que cumplir varias condiciones. Entre ellas, que la ingesta no sea de nutrientes, que dure un mes o más y que no forme parte de una tradición cultural. Por ejemplo, en la localidad estadounidense de Piedmont, en Georgia, es tradición comer arcilla», apunta José Antonio Piniés, especialista en Endocrinología y Nutrición del hospital universitario de Cruces y del IMQ. Y también ocurre en otras partes del mundo, sobre todo en países como Camerún, Namibia o Kenia, donde no es raro encontrar a la venta envases de tierra aliñada con alguna especia. Fuera del continente africano, en Argentina o Irán, también se han descrito casos con motivación cultural. Según algunas tesis antropológicas, esos vestigios de tradición quizá tuvieron en algún momento de la historia una base biológica si a la población de esas zonas les faltaba algún nutriente que podían conseguir ingiriendo tierra o arcilla (la geofagia es el tipo de 'pica' más común junto con la de comer hielo, o pagofagia). ¿Más explicaciones culturales y religiosas de comer cosas que no son alimentos? Muchas. Por ejemplo, la tribu yanomami, que vive al norte de Brasil y al sur de Venezuela, se come las cenizas de los huesos de sus difuntos (sólo si eran buenas personas) para que queden integrados en su cuerpo. Y los amantes de los remedios naturales afirman que la arcilla blanca es buena para el sistema digestivo, como sustancia depurativa. De hecho, se vende en herbolarios con esa finalidad.

«A algunas embarazadas les da por comer yeso o polvo durante los primeros meses de gestación»

José Antonio Piniés, especialista en Endocrinología y Nutrición

Al margen de estos casos –que, además, no responden a deseos irrefrenables–, Piniés asegura que en la sociedad actual la 'pica' está muy limitada a ciertos grupos de personas –embarazadas, niños, personas con discapacidad intelectual o trastornos psiquiátricos– generalmente con problemas de pobreza y/o emocionales. «Necesitarían tratamiento, claro», indica Piniés, quien apunta que la 'pica' afecta a un 10% de los niños de 2 a 6 años. «Y hay embarazadas a las que les da por comer tiza, yeso o polvo durante el primer y segundo mes de embarazo. Luego este hábito desaparece tras el parto.En este caso se debería al mayor gasto en calcio que hay durante esas fases y habría que suplementarlas. Otros casos de carencias que se relacionan con la pica son la falta de hierro y sobre todo, de zinc. De hecho, en personas con falta de zinc, la 'pica' es hasta seis veces más frecuente que entre la población sin carencias. Así que... en algunos casos de 'pica', sí que el cuerpo te está pidiendo alguna sustancia, aunque en sociedades donde no hay problemas para acceder a una dieta variada es raro que ocurra», relata Piniés, quien subraya que en nuestro entorno el problema suele tener un origen psicológico o psiquiátrico.

El 75% acaba en el quirófano

Tal y como enumera el experto, hay «más de 29 tipos de fagias» según el tipo de material que se ingiera. Y enumera: «Pagofagia (ingestión exagerada de hielo), coniofagia (polvo), coprofagia (excrementos), stachtofagia (ceniza de cigarro), emetofagia (vómito), foliofagia (papel), bibliofagia (libros o revistas), litofagia (piedras), tricofagia (cabello o lana), xilofagia (madera)...».

¿Pero está nuestro cuerpo preparado para ingerir este tipo de cosas? «El 75% de los casos acaba en cirugías –imaginemos la obstrucción que puede sufrir una persona que come trocitos de tejido– y una pequeña proporción, sobre el 10%, incluso mueren. Comer excrementos de animales acarrea muchas enfermedades, lo mismo que ingerir, por ejemplo, pintura de la pared, que lleva plomo, con lo tóxico que es...», repasa el endocrino.

Los niños: no es un problema si aún están en la fase oral

A los pediatras ni les choca ni les pilla de nuevas. Están acostumbrados a recibir a padres preocupados porque sus peques comen cosas raras: papel, tierra, tela y hasta heces. Tranquilidad. No supone un problema... dependiendo de la edad del niño. Durante la fase oral, que acaba en torno a los dos años, los críos tienden a meterse todo en la boca y a explorar el mundo (las texturas, los sabores) chupando todo tipo de materiales, intentando mordisquearlos o incluso comiéndoselos. Esta práctica es fuente de muchos sustos para los progenitores, que tienen que lidiar con amagos de atragantamiento, arcadas, vómitos... y visitas a Urgencias porque sus chiquitines se han tragado piezas pequeñas de algún juego, por ejemplo. «Si, pasada esta etapa, siguen comiendo cosas que no son alimentos, sí que habría que estudiar qué pasa», aconseja Piniés.

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