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GERARDO ELORRIAGA
Viernes, 29 de octubre 2021, 19:01
No hay que rendirse forzosamente a la peluca y el peluquín o recurrir a procedimientos radicales como el rapado integral. La calvicie no es un destino inevitable. Los dermatólogos tricólogos cuentan con un arsenal en constante renovación contra la alopecia, un proceso que puede comenzar en diversas etapas de la vida humana. Analicemos esta cuestión en la que se entrecruzan la salud capilar y la preocupación por la imagen.
El espejo advierte de la irrupción del mal y de sus pequeños avances. Cuando la frente se despeja y el cuero cabelludo se vuelve perceptible, debemos ponernos en alerta. La alopecia ha llegado y amenaza con desertizar nuestra cabeza. Pero no se trata de una enfermedad específica, sino de un término genérico que engloba a las diferentes pérdidas anormales de pelo. «Hay más de cien alopecias descritas, cada una con una o varias causas, entre las que figuran factores exógenos como deficiencias nutricionales, disruptores endocrinos, radiaciones o variaciones de la microbiota y endógenos, caso de las enfermedades autoinmunes o las alteraciones hormonales o genéticas», advierte Daniel Ortega, dermatólogo de la Unidad de Tricología y Trasplante Capilar del Grupo Pedro Jaén en Madrid.
Los anuncios del proceso son también diversos. Una caída de más de cien o ciento cincuenta cabellos diarios durante un tiempo prolongado, con disminución del grosor de la coleta, puede suponer un tipo denominado efluvio telógeno. La reducción de la densidad capilar que provoca 'clareo' en entradas y coronilla es un síntoma que suelen sufrir los varones. También el prurito intenso y la aparición de granos purulentos pueden avisar, asimismo, de lo que está por venir.
«Yo propongo acudir a los médicos de cabecera para una primera evaluación», aconseja el médico murciano Jesús Hernández Gil. Su especialidad, la dermatología tricóloga, acoge a los afectados: «El diagnóstico preciso es fundamental para iniciar un tratamiento positivo y evitar que el folículo se haga pequeño y se pierda definitivamente el pelo», aclara.
La alopecia androgénica, derivada de la influencia hormonal, es la más frecuente y tiene carácter hereditario. Los varones entre 20 y 25 años sufren sus efectos, mientras que las mujeres experimentan su impacto durante la adolescencia y la menopausia, por los cambios hormonales. «El patrón en ellas consiste en una pérdida de densidad difusa en la línea media, es decir, que se va ensanchado la raya de forma progresiva», indica el doctor Ortega.
El estrés también alcanza el cabello. «La salud del pelo padece las consecuencias de nuestros hábitos de vida y esta circunstancia se ha apreciado especialmente durante el confinamiento, con episodios agudos que, afortunadamente, suelen ser autorresolutivos, es decir, con recuperación autónoma», indica el doctor Sergio Vañó, director de la Unidad de Tricología del Hospital Universitario Ramón y Cajal.
Los tratamientos médicos han experimentado grandes avances a lo largo de la última década y dotan de mayor calidad al pelo. El minoxidil oral en dosis bajas ha favorecido el engrosamiento del pelo, las microinyecciones directas en el cuero cabelludo y el uso de fármacos como la espironolactona y la bicalutamida oral han apoyado el combate contra la alopecia androgénica femenina. «Pero hay que desconfiar de aquellos que aducen el uso con células madre, porque aún se halla en fase de experimentación», advierte el especialista.
La caída del pelo afecta al estado de ánimo y puede herir la autoestima. «Algunos lo llevan fenomenal, otros no, y sobre todo afecta a los jóvenes, muy preocupados por su aspecto, ya que en esta sociedad entras por los ojos y sienten que no van a gustar precisamente cuando necesitan el reconocimiento de su entorno», aduce Ana Iribarri, fundadora de Aiasesores de Imagen en Madrid. Además, el cabello es una herramienta fundamental para cambiar el estilo. «De ahí el actual 'boom' de las barberías», apunta, y señala que la influencia depende más del carácter del sujeto que de la magnitud del problema. «Hay quien llega a la depresión porque no sabe cómo afrontarlo».
La experta es partidaria de coger el problema de la calvicie por los cuernos y convertirlo en un recurso más del individuo. «Mira Zidane, es calvo y resulta extraordinariamente atractivo, porque posee un 'look' muy cuidado», arguye. «Olvidamos que, además, en nuestro look resultan muy importantes el peso y la ropa que utilices, elementos que hay que trabajar mucho –afirma–. La imagen es un todo. En cualquier caso, si no asumes el proceso, recomiendo acudir al médico, que hagas todo lo que esté en tu mano».
El peinado es una de las principales claves que ofrece a sus clientes con alopecia. «Si es posible, intentamos proporcionar mayor volumen a la parte trasera», indica. Muchos hombres pretenden compensar la falta de pelo sobre la cabeza con el desarrollo de una barba frondosa, pero no siempre es una opción recomendable. «No siempre sienta bien –advierte–. Depende de la imagen que deseas dar y, asimismo, hay que tener en cuenta cuestiones fisonómicas, como la forma de tu rostro y tu estilo personal».
Aceptarse como uno es se ha convertido en la máxima de esta experimentada asesora. «Con la calvicie ocurre algo similar a lo que sucede con las canas: hay personas a las que les sientan fenomenal, como a George Clooney, y otros a los que no les gustan y se las maquillan». Los accesorios son un buen aliado, según su colega Laura Costa, profesional de la imagen en Barcelona. «Yo soy partidaria de poner el acento en otras partes del rostro y utilizar, por ejemplo, gorras tipo inglés, gafas con montura de colores y la barba, si quieres apostar por un 'look' alternativo. Pero no intentar esconder, porque resulta completamente contraproducente». Ella reprueba la tendencia a compensar una tonsura dejando crecer la melena. «Se produce cierto efecto rebote –apunta–. Lo quieres disimular y se acentúa más».
La calvicie femenina resulta aún más complicada. «El hombre calvo está aceptado socialmente, mientras que en la mujer genera sufrimiento porque se asocia a enfermedad», alega. Además del empleo de pelucas y sombreros tipo borsalino o boina, recomienda el empleo de maquillaje para poner el acento en otras parte del óvalo facial y capitalizar el interés visual.
El trasplante es una opción terapéutica más dentro del abanico de lucha contra la alopecia. «Pero hay que saber que el paciente no siempre es candidato, que hay que hacer una cuidadosa selección del paciente para que la intervención sea efectiva y que debe seguirse el tratamiento farmacológico para conservar el cabello trasplantado», aduce la doctora tricóloga Ángela Hermosa. Una densidad muy pobre y el cabello muy fino, por ejemplo, son condiciones que desaconsejan la operación.
El turismo capilar se ha convertido en una fuente de ingresos para las clínicas privadas turcas. Cada año, unos 400.000 calvos potenciales acuden al país euroasiático para llevar a cabo operaciones de injerto de pelo por su asequibilidad. «Hablamos de cirugía en toda regla, dura entre 8 y 10 horas y requiere un equipo nutrido de profesionales en un quirófano bien dotado, preferiblemente con anestesia para evitar molestias y dolor –apunta la especialista–. Escoger un tratamiento basándose únicamente en el precio e ignorando el resto de factores conlleva unos riesgos que el paciente debe conocer de antemano».
La intervención, además, es tan solo un paso más dentro de un largo proceso. El dermatólogo Daniel Ortega hace hincapié en la supervisión posterior. «Es necesario el seguimiento para supervisar la correcta evolución del pelo trasplantado y abordar las complicaciones tardías que puedan surgir, así como para ajustar el tratamiento para la alopecia que el paciente debe mantener». No es lo mismo una fotografía y una llamada que disponer de un equipo durante las veinticuatro horas del día, en opinión del doctor Hernández Gil. «Esto no consiste en poner 2.000 unidades foliculares y se acabó, porque puede pueden surgir problemas».
El fenómeno de las clínicas 'low cost' es aún más reciente. Sus tasas suelen ser incluso un 60% más reducidas que las convencionales. «Hay que tener mucho cuidado –advierte el doctor Vañó–. Algunas de estas empresas operan con infraestructuras carentes de quirófano o con un titular para ocho quirófanos, y recurriendo a material desechable reutilizado. Esas razones explican que puedan bajar sus precios por debajo de los 4.000 euros».
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