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Mónica Alonso recuerda la pérdida del olfato y el gusto como «una sensación incómoda». Cuando le sucedió, la comunidad científica aún no había asociado estos síntomas a la covid-19. «Sería la alergia estacional», pensó ella allá por abril. Pero el polen no tuvo nada que ver: cuando dejó de tomar los antihistamínicos porque se sentía mejor seguía con los sentidos anulados. El culpable era el coronavirus. «Si eres una persona que normalmente detecta muy bien los olores, o cocinas y pruebas la comida o disfrutas de los dulces, se hace un poco raro. Recuerdo un día en el que, desinfectando los cuartos de baño, debí pasarme con la lejía porque en casa todos se me quejaban de que aquello olía fatal, pero yo no era capaz ni siquiera de oler la mezcla de lejía, amoniaco y agua, que es terrible. A veces lo mezclaba a propósito para ver si había recuperado el olfato, pero nada. Al final, solo comía si tenía hambre; no me apetecía nada porque sabía que no lo iba a saborear. Incluso recuerdo que se te quedaba al final una sensación como de haber comido los restos del sacapuntas, algo quemado, de hierro o algo así», relata pasado ya más de un semestre. Hasta pasados 10 días desde que se percató de que ya no contaba con dos de sus cinco sentidos no volvió a percibir olores y distinguir los sabores. «A partir de entonces empezaba a notar algo, pero solo con olores muy fuertes. Hasta que pasó un mes no empecé a sentirme como antes de haberlo perdido. Es más, aún no tengo la sensación de haberlo recuperado del todo. Pero no estoy segura del todo a qué se debe esa sensación extraña», describe.
La experiencia que traslada esta arquitecta madrileña es la misma que han vivido alrededor de 345.000 personas que, tras contagiarse del coronavirus, sufrieron la pérdida del olfato y del gusto. Este síntoma de la enfermedad tardó en ser identificado como tal, pero finalmente ha resultado ser más prevalente de lo esperado. Según datos de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), el 88% de los pacientes de Covid-19 presentaba la anulación o la alteración de estos sentidos. Muchos, pasada la enfermedad, lo recuperaban espontáneamente, pero otros, aproximadamente un 20%, dicen no sentirlos a pleno rendimiento. Algo parecido a lo que le sucede a Mónica Alonso. Como ella, al no tener otros síntomas y sentirse sanos, no se plantean ir al médico. Pero lo que pocos saben es que el olfato, y por ende el gusto, puede recuperarse con un entrenamiento muy concreto y cuya efiacia ha sido descrita por científicos del ramo. Además ahora, como novedad, se puede llevar a cabo desde casa, sin necesidad de acudir a consulta.
Antes de que el virus que nos mantiene ahora en vilo hiciera aparición, solo existían unas cuatro o cinco consultas hospitalarias especializadas en la recuperación del olfato en España. Las causas más comunes de pérdidas han sido, hasta ahora, las infecciones respiratorias víricas (como un catarro o una gripe); traumatismos graves en la cabeza que pueden haber roto los nervios implicados en el sentido del olfato, el consumo de tóxicos (como lo pueden ser el tabaco) o algunos tumores. «Hasta ahora ha sido un asunto que se infravaloraba mucho, pero con la Covid-19 esto ha cambiado. Hemos visto que la incidencia es muy alta», valora el doctor Raimundo Gutiérrez Fonseca, secretario general de la citada Sociedad de Otorrinonaringología.
Estos especialistas han trabajado con anterioridad en consulta el entrenamiento de este sentido con el método descrito en 2009 por el investigador Thomas Hummel sobre entrenamiento olfatorio, publicado en la revista Laryngoscope, con el título 'Effects of Olfactory Training in Patients with Olfactory Loss'. En él concluye que «el proceso de entrenamiento olfatorio por exposiciones cortas a sustancias odoríferas puede incrementar la sensibilidad olfativa».
El citado especialista relata su experiencia en consulta: «Hacemos lo que se denomina una olfatometría en la que exponemos al paciente a 40 aromas que debes ser conocidos (mandarina, melón, ahumados…), tras lo que se realiza una evaluación que puede ser cualitativa –mide la capacidad para identificar estos aromas– o cuantitativa, que detecta el umbral de intensidad de la percepción del paciente aquejado de anosmia, como se denomina a la pérdida de olfato en Medicina. Puede parecer un tema menor, pero tengo pacientes dedicados al mundo de la alta cocina que han acudido a la consulta llorando porque el olfato era su medio de vida».
La relación entre el olfato y el gusto es curiosa. Este último no se pierde con la anosmia. Los cinco sabores básicos que lo componen se mantienen, pero no los matices. «Lo que le da el sabor placentero a la comida es el olfato. Cuando masticamos, el aroma del alimento sube por detrás de la nariz y es el que le da matices a la comida para que la percibamos en toda su dimensión y la sintamos como placentera, más allá de si está salada o sosa. Si se pierde el olfato, con él se van los matices», explica Gutiérrez-Fonseca. Esto explicaría la extraña sensación que dicen tener muchos afectados por el coronavirus con estas secuelas que consiste en que la comida les sabe rara o a poco.
En consulta se entrena el olfato con el método del citado investigador Thomas Hummel. Se trata de oler durante unos 30 segundos un aroma que debe estar englobado en la categoría de floral, frutal, resinoso y especiado. Con tiempo, y junto con un estímulo visual, se logra rehabilitar la memoria olfativa. De su experiencia con un paciente, a Gutiérrez Fonseca le surgió la idea de realizar un kit con estos cuatro olores que permitiese a los pacientes de Covid-19 entrenarse en solitario en casa. «Esta persona tenía relación con los laboratorios Arkopharma, que trabaja la aromaterapia, y decidimos desarrollar el kit (llamado Olfae) que ya se vende en farmacias», explica el secretario general de la (SEORL-CCC). Lo ideal es el seguimiento de un otorrino, pero si la persona se siente sana puede hacer el entrenamiento olfativo en casa sin pasar por consulta. «Lo mejor es que no tiene contraindicación porque no es un fármaco», advierte el ideólogo del novedoso producto. Eso sí, si junto a la pérdida de olfato aparecen otros síntomas como sangrado, visión doble o congestión, hay que acudir al otorrino.
1.
El entrenamiento olfativo realizado por los especialistas médicos solo es efectivo si se lleva a cabo con cuatro aromas que estén dentro de la categoría de floral, frutal, resinoso y especiado. Olfae, el kit desarrollado para entrenar en casa para pacientes con secuelas de Covid-19, contiene cuatro botes con esencia de limón, geráneo rosae, eucalipto y clavo. Como se ve, deben ser olores muy conocidos, ya que la persona se debe autoevaluar si los reconoce y en qué grado.
2.
El tratamiento se realiza con la exposición a los citados aromas durante solo 30 segundos. De superarse este tiempo, el sentido deja de funcionar porque se satura. Es lo que sucede en una habitación con mal olor: pasado un tiempo deja de percibirse. El kit incluye un código QR que, al escanearlo con el móvil, redirigie a unos vídeos con imágenes relativas al olor correspondiente para mirarlas mientras se huele. Con el refuerzo visual se fija mejor la memoria olfativa.
3.
Es el propio afectado quien debe anotar en unas tablas que se adjuntan con el producto, si reconoce el olor –si distingue el eucalipto del clavo, por ejemplo– y con qué intensidad en una escala del 0 al 6, de nada a intenso. Esta operación, que no lleva más de unos minutos, puede ser repetida varias veces al día. La cantidad de sesiones las delimitará el grado de pérdida de olfato (y por consiguiente, de gusto) que padezca el paciente indicado en las instrucciones del kit.
4.
Dicen que genéticamente estamos programado para ir mucho más allá de los 10 aromas básicos (floral, leñoso o resinoso, frutal no cítrico, químico, mentolado o refrescante, dulce, quemado o ahumado, cítrico, descompuesto y rancio). Con esta idea se desarrollan los kits de entrenamiento para expertos en catas (vino, agua, aceites, etc.), muy populares en el mercado desde hace bastante tiempo. Olfae es el único que existe en la actualidad con fines médicos.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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