Cuando tiene las tiras demasiado cortas, duelen las orejas; si se anda a paso ligero con ella se condensa el sudor y la cara parece recién salida de la ducha -maquillaje incluido-; notas cómo gotea la nariz cuando pasan las horas de oficina y el ... calor ambiental subía; se llega a perder la cuenta de cuántos días persiste esa carraspera de origen desconocido y hasta llega el día en el que la barbilla amanece llena de granos. «¡Maldita mascarilla!», pensará al haber sufrido alguna de estas situaciones. Es verdad que su uso continuado, para el que ni estamos programados ni preparados, puede ser el culpable de muchas nuevas molestias que aquejan a parte de la población. Pero este recurso constituye una de las pocas armas eficaces contra la expansión del coronavirus. Y nadie niega que el fastidio pueda ser real, pero existen hábitos que lo contrarrestan. Toca aplicarlos y reconciliarse con la prenda.
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Para que la tarea de 'perdonar' lo pesada que puede llegar a ser le sea menos costosa, lo primero debe ser descartar dudas sobre su supuesta capacidad de provocar daños graves en las vías respiratorias. Quizá este haya sido el bulo más extendido por los detractores de la protección, a pesar de que todas las sociedades científicas coinciden en desmentir tal extremo.
David Díaz-Pérez, enfermero respiratorio coordinador del Área de Enfermería Respiratoria de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), explica que no existe evidencia científica que avale el supuesto de que la acumulación de patógenos provocada por tener una barrera física frente a la nariz y la boca derive en enfermedades respiratorias, ni meros catarros ni dolencias más graves como la neumonía.
«La mascarilla es un vector de contagio más, como cualquier otro objeto contaminado, como puede serlo el móvil; si no se cambia, no se guarda bien, se manipula mal, no se limpia correctamente... claro está, es un factor de transmisión más y sobre todo de la COVID-19. Se ha especulado mucho con sus perjuicios, pero todo eso es humo», zanja tajante Díaz-Pérez. Es más, para las personas con enfermedades respiratorias graves «tiene más beneficios que perjuicios» usarla. Ellos son, recuerda el especialista, quienes deben llevarla con más razón.
Lo que sí puede provocar es sequedad porque la mascarilla resta humedad al aire inspirado. «El esfuerzo a la hora de respirar aumenta por la resistencia que ejerce esa barrera y, sumado a que el aire entra más seco, puede provocar pequeñas irritaciones en la garganta. Para evitar esta molestia hay que hidratarse correctamente con frecuencia y correctamente. Además podemos chupar caramelos o mascar chicles de limón o menta, ya que nos ayuda a segregar saliva y disminuir la molestia que puede dar la sensación boca seca», aconseja el citado coordinador de la SEPAR.
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Ahora bien, lo más importante es cumplir con las normas de uso (recambio y manipulación correctas) porque de no hacerlo pierden su efectividad y confort. Las normas, de cualquier modo, parecen ser conocidas por la mayoría, pero quizá falte disciplina a la hora de cumplirlas. Cofares, distribuidora farmacéutica de referencia nacional, ha realizado una encuesta que revela «un conocimiento alto sobre el tiempo de uso de las mascarillas entre la población», pero no terminan de llevarse a la práctica de forma correcta en el día a día: 8 de cada 10 encuestados reconocen tener olvidos con respecto al recambio.
Quienes no deben estar muy a gusto con ellas son aquellos que sufren alteraciones en la piel debido al roce y a la acumulación de humedad que provocan. El Colegio de Dermatólogos constata el auge, sobre todo, de problemas de acné. El doctor Raúl de Lucas, coordinador del grupo de dermatología pediátrica de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV), destaca que se está dando con más frecuencia en pieles, sobre todo adolescentes, que ya padecían esta dolencia.
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«Lo que vemos es un agravamiento debido al aumento de la humedad vinculado al vapor de agua que se genera por la exhalación de aire durante horas». Y añade: «Esto favorece un ambiente muy propicio para los gérmenes que producen inflamación de las glándulas sebáceas y oclusión de los poros».
Otros problemas dermatológicos que pueden darse son la rosácea (acumulación por zonas de capilares rojos), la urticaria o la dermatitis, por la presión o el roce.
Pero hay formas de minimizar estos efectos. Los especialistas aconsejan evitar el uso de maquillaje, ya que supone más oclusión de los poros, lavar la cara con agua templada y usar limpiadores suaves, no jabonosos y sin fragancias antes y después de utilizar las mascarillas. «Es fundamental mantener una correcta hidratación, para evitar lesiones cutáneas por el roce, así como adaptar el tipo de crema a hidratantes más ligeras», apunta De Lucas.
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Este tipo de alteraciones en la piel son muy visibles. Pero hay otras patologías más sutiles que también empiezan a estar asociadas al uso de las mascarillas y que no son tan fáciles de identificar. Son, por ejemplo, el conjunto de tensiones musculares que pueden provocan en la cara, el cuello y la cabeza.
Virginia Moreno, fisioterapeuta titular de la clínica que lleva su nombre en Segovia, está especializada en trastornos de la articulación temporomandibular (la que permite abrir y cerrar la boca) y reconoce notar un aumento de pacientes que se quejan de molestias en esta zona, junto con otras de la cabeza y el cuello.
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En primer lugar advierte de que no ha dado tiempo a que haya estudios científicos para avalar su experiencia en consulta, pero encuentra explicaciones al por qué de este auge de molestias tensionales detectadas. Estas no tienen tanto que ver con la propia protección, sino de la postura antinatural que adquirimos cuando algo nos molesta. «Por ejemplo, la mascarilla se suele subir y como no nos deja ver echamos inconscientemente la cabeza hacia atrás, y eso genera a su vez un cambio en la postura de la articulación mandibular, cervical y craneoencefálica que desemboca en desajustes musculares y articulares», explica la especialista.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias? Cefaleas de tipo tensional, dolor a un lado y a otro de la mandíbula o del cuello y la cara, por ejemplo. Digamos que todo tiene más que ver con las posturas y gestos raros que hacemos, que con la propia mascarilla en sí. Moreno lo compara con los movimientos repetitivos que se realizan en algunos empleos, que suelen acabar en lesiones. «Esto es igual. Hemos detectado mucha gente que acaba con dolor porque se pasa el día abriendo y cerrando la boca, incluso la mantiene muy abierta durante un buen rato, para recolocarse la mascarilla», señala la fisioterapeuta, quien aconseja utilizar las manos.
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Obsérvese: ¿no lo hace usted también? Este hábito debe evitarse porque sobrecarga la articulación de la mandíbula. «Cuando hacemos pequeños movimientos repetitivos de apertura y cierre bucal para los que nuestra boca no está programada, el disco de la articulación puede desplazarse hacia atrás y eso podría llevar hasta una luxación», añade. También los hay que se pasan el día apretando los dientes, con el consiguiente dolor, porque lleva la mascarilla demasiado apretada, o los que hacen movimientos laterales porque les hacen cosquillas las pelusas que a veces se forman en el tejido interior. De no parar, estos movimientos prolongados pueden acabar en patologías más graves.
Relevo. Es importante cumplir con el tiempo de vida de la mascarilla, ya que de superarlo pierde efectividad y confort. Si es quirúrgica hay que desecharla a las cuatro horas de uso continuo. Si es de uso discontinuo puede durar días pero no sumas más de 6 horas. Las autofiltrantes duran 8 horas. Para el resto, hay que atender a las instrucciones del fabricante.
Guardarlas. No hay que dejarlas colgadas al cuello ni debajo de la barbilla. Cuando no se vayan a usar puntualmente hay que guardarlas en lugares que faciliten la transpiración, para que seque la humedad que hayan podido acumular. Mejor que los plásticos herméticos son las bolsas o sobres de papel.
¡Más saliva! No le va a provocar un catarro ni una neumonía, pero sí puede dar lugar a cierta sequedad bucal y de las vías respiratorias. Quizá esa carraspera se deba a que el aire entra más seco al ser filtrado por la mascarilla. Para evitarlo puede chupar un caramelo mientras la usa y así lograr que se genere más saliva. Hidrátese también.
Piel más limpia. Los dermatólogos aconsejan no escatimar en la limpieza de la cara para evitar alteraciones como el acné. Hay que utilizar agua templada y limpiadores no jabonosos y sin perfume, antes y después de usar las mascarillas.
Sin maquillaje. Si puede prescindir de este producto de tocador su piel también lo agradecerá, ya que evitará un mayor cierre de los poros, ya comprometidos con la humedad y la acumulación de gérmenes que se produce con la boca tapada.
Cambie de hidratante. Ahora que la piel se vuelve más grasa por la oclusión de los poros, los dermatólogos aconsejan adaptar la crema hidratante que se utiliza y elegirlas más ligeras. Eso sí, su uso es imprescindible para evitar lesiones por la fricción que provocan las mascarillas.
Ajustadas. El cartílago del que está compuesto la oreja es muy sensible a los cambios de postura y puede padecer con las tiras de las mascarillas. Estas no deben quedar nunca tirantes. A la larga, el dolor aparecerá. También porque puede lesionar la piel por la fricción. Las tiras de plástico diseñadas para enganchar las gomas en la nuca son aconsejables, pero hay que tener cuidado de que el ajuste no sea excesivo porque, de forma inconsciente, provoca que se apriete la mandíbula. Una sujeción hecha con tejido elástico (una goma, un trozo de media, etc.) puede adaptarse mejor.
Estiramientos. EstiramientosSi siente dolor tensional en la cara, las cervicales o la cabeza, los estiramientos específicos deben estar supervisados por un fisioterapeuta. Pero a modo genérico puede hacer unos de cuello que consisten en llevar el mentón hacia los hombros, aun lado y al otro, y hacia el pecho, arriba y abajo. Son básicos pero funcionan. Si ha detectado que la mandíbula le chasca, el problema puede ser más grave y hay que tener cuidado porque a veces lo que funciona para el músculo no lo hace con las articulaciones.
Ojo a la postura de la lengua. Si cuando se quita la mascarilla le duele la cara puede ser porque haya apretado los dientes. El truco para evitar este gesto inconsciente tan dañino es apoyar ligeramente la lengua sobre el paladar con la boca cerrada. Así le resultará imposible.
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