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La fiebre asusta y damos por hecho que es mala, pero no es más que una respuesta natural del cuerpo humano a una agresión externa de un virus o una bacteria. Se lo explica Jorge Muñoz a los padres primerizos en cuanto llevan al bebé ... a su consulta. Porque ya se sabe que los niños están bien y en tres horas se ponen a 39,5ºC. «A los pequeños les sube la temperatura muy rápido porque sus células son jóvenes y reaccionan rápido a todo. Pero también se ponen buenos de la noche a la mañana por esa misma razón», explica el pediatra. Junto a Beatriz Torres, miembro del Grupo de Trabajo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, desmonta mitos en torno a la fiebre.
La causa
«La fiebre de forma aislada no es una enfermedad, sino una respuesta de nuestro cuerpo, generalmente ante una infección. La fiebre es una defensa natural de nuestro organismo que se desarrolla cuando un patógeno como un virus o una bacteria logra penetrar las barreras físicas del cuerpo. Entonces, nuestro organismo lo que hace es aumentar la temperatura con el fin de activar nuestro sistema inmune y lograr la destrucción de esos gérmenes perjudiciales», explica Beatriz Torres. Contado para los niños, como lo hace Jorge Muñoz en su libro 'Doctor, ¿y ahora qué? Preguntas que solo le harías al pediatra de tus hijos' (Espasa): «Los virus y las bacterias crecen y se multiplican en torno a los 37ºC, así que el cuerpo sube la temperatura para intentar cargarselos y que no se encuentren cómodos».
Coja el termómetro
En este caso, hay que distinguir niños y adultos. Sobre los segundos, orienta la doctora: «El límite considerado normal para la temperatura corporal son 37ºC medidos en la región axilar. A partir de ese límite aparece febrícula y por encima de 37,8ºC se considera fiebre, pudiendo llegar a sobrepasar los 41ºC». En el caso de los niños, «la medida de la fiebre son 38ºC», dice el pediatra.
En todo caso, hay que tener en cuenta que la temperatura corporal normal varía de una persona a otra, e incluso varía a lo largo del día. «Entre las 16.00 y las 20.00 se produce un ligero aumento para, posteriormente, descender hasta aproximadamente las 6.00», explica su ritmo circadiano Beatriz Torres.
¿Qué hago?
¿Intervenimos o no? Pues depende de cómo tolere la fiebre cada uno, de dónde se sitúe su umbral, porque hay quien con tres décimas está tirado en la cama y otros con 38,5ºC que apenas la notan. Como referencia general, los especialistas consultados sitúan en 38ºC para adultos (especialmente en el caso de personas con diabetes, insuficiencia renal, cardiaca o gente especialmente vulnerable) y en 38,5ºC para niños el momento de intervenir.
Lo primero, paracetamol: «Se trata de un medicamento antipirético, es decir un fármaco que reduce la fiebre, además de tener un efecto sobre el control del dolor», señala la doctora Torres. Y la misma indicación para los niños: «Es mejor empezar con paracetamol y dejar el ibuprofeno como plan B si a las tres horas vuelve a subir la fiebre».
Coinciden ambos especialistas en la conveniencia de tratar la fiebre también con medios naturales: baños con agua templada, paños de agua fría, desnudar al enfermo... Si así nos alivia, suficiente. Aunque en el caso de los niños deberemos estar atentos a la deshidratación, alerta el doctor Muñoz. «Que un niño con fiebre no quiera comer no es preocupante, pero si no quiere agua, leche... Entonces sí que hay que combatir la fiebre». Y llamar al pediatra si persiste más allá de dos días. Otra cosa, «no es raro que en los niños el cuadro febril se acompañe de vómitos y, en esos casos, se puede administrar el apiretal en supositorios».
En niños...
Los padres que han visto a su hijo convulsionar a causa de la fiebre siempre describen el episodio como angustioso. Lo es, aunque no sea peligroso. «Pueden aparecen entre los 6 meses y los 5 años de edad, siendo más frecuentes durante los primeros años de vida», explica Beatriz Torres. Y el pediatra da las indicaciones de actuación: «Están bien y, de repente, empiezan a convulsionar. Se ponen rígidos como un palo y debemos colocarles lateralmente por si vomitan. Se puede colocar la cabeza del niño entre nuestras piernas para evitar que con las convulsiones se golpee y no, no hay que sacarle la lengua con el dedo, es un bulo. Normalmente duran segundos pero aterrorizan. Tras ese episodio, no es raro que el pequeño se ponga tranquilamente a jugar». «Una vez cesa el episodio convulsivo, debemos intentar reducir la fiebre del enfermo y acudir a un centro médico para una valoración», completa Beatriz Torres.
Un último consejo: «La temperatura, siempre mejor tomarla en la axila». Niños y mayores.
El pedriata Jorge Muñoz entiende la intranquilidad de los padres que llegan a consulta con un niño con fiebre. «Muchos me piden que les recete antibiótico desde el primer día». Y la mayor parte de las veces no les haría nada. «Lo más común es que sea un cuadro vírico y que la fiebre desaparezca al segundo o tercer día. En estos casos, tomar antibióticos no van a ayudar al pequeño a mejorar». Si la fiebre no cesa, «hay que hacer una valoración cada cuarenta y ocho horas».
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