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Los episodios relacionados con el sueño están a menudo envueltos en una suerte de nebulosa, en la que la persona no alcanza muy bien a diferenciar el sueño –o pesadilla– de la realidad. Pero esto es real... y muy angustioso. «Estás despierta, pero no te ... puedes mover. Quieres levantar un brazo, una pierna..., pero no responden. La sensación es la de estar encerrada en tu propio cuerpo, con el cerebro despierto pero el organismo dormido. Dura apenas unos segundos, pero se te hacen eternos, porque lo vives con una angustia muy intensa».
Relata Sara Garrido (Barcelona, 42 años) un episodio que ha vivido varias veces: parálisis del sueño. Es relativamente frecuente –entre el 7% y el 8% de la población lo ha sufrido alguna vez, según datos de la Sociedad Española de Sueño (SES)– y «extremadamente desagradable». «Nuestra médula espinal está 'dormida' pero nuestro cerebro está despierto. Somos conscientes de todo cuanto sucede alrededor pero solo podemos mover los ojos, lo que resulta muy agobiante. Incluso hay quien siente opresión en el pecho», explica Ana Fernández, neuróloga y coordinadora del Grupo de Estudio de Sueño de la Sociedad Española de Neurología. Aunque ese 'ahogamiento' no tiene riesgo: «Puede dar sensación de dificultad respiratoria, pero la función diafragmática está conservada».
La parálisis del sueño aislada recurrente, que es su nombre clínico, tiene «un curso benigno», tranquilizan los expertos; y, salvo que se produzcan episodios de manera muy frecuente y vayan asociados a otros trastornos del sueño, no habría razón para preocuparse. Lo que no resta angustia a quien lo sufre. «Igual oigo a los niños jugando y trato de decirles que no hagan tanto ruido, pero no soy capaz de articular palabra. La primera vez fue horroroso, ahora ya lo vivo de otra manera», prosigue Sara.
empieza en la adolescencia
En el documento 'Grupo de trastornos de la conducta y del movimiento durante el sueño', realizado por la SES, se recoge que la parálisis «dura de segundos a minutos y suele tener resolución espontánea, aunque los estímulos sensoriales (que toquen o hablen al paciente) o el esfuerzo intenso del individuo por moverse pueden hacer que se termine».
Cuenta Sara que estos episodios se han manifestado, especialmente, «en periodos de mucho cansancio». Y, sobre todo, al amanecer, en el transcurso de sueños cortos o al despertar de la siesta. «Ocurre tanto cuando nos estamos despertando como cuando estamos empezando a dormir, en esas transiciones. Hay una disociación entre el sueño REMy el despertar. Es más frecuente en personas que están cansadas, que han trabajado por la noche o que han dormido poco por lo que sea y tienen un despertar muy rápido», confirma la neuróloga.
La frecuencia de los episodios, advierten desde la Sociedad Española de Sueño, es variable dependiendo de cada individuo, «desde uno cada varios meses a prácticamente diarios».
Los investigadores no han encontrado explicación, pero es un hecho: en la inmensa mayoría de las ocasiones sucede cuando la persona está boca arriba. De manera que parte del 'tratamiento' es cambiar de postura. «Dormir de lado es mejor para todo y boca abajo tampoco supondría un problema en este caso», confirma la doctora Ana Fernández.
No se trata de una dolencia, así que no hay que esperar 'cura' tampoco. En todo caso, hay una serie de precauciones que se pueden tomar, advierten en la SES: «El manejo de la parálisis de sueño aislada recurrente se basa, fundamentalmente, en mantener una buena higiene de sueño, reservándose el tratamiento farmacológico (clomipramina, fluoxetina) para casos muy persistentes o que produzcan una gran repercusión en la vida del paciente. La terapia postural puede proponerse cuando las parálisis de sueño ocurren exclusivamente en decúbito supino».
A Sara, desde luego, no se le han olvidado estos episodios. Ni a ella ni a nadie. «La conciencia está completamente conservada y hay recuerdo», confirman los especialistas. Además, «como es frecuente que suceda más de una vez en la vida», apunta la doctora Fernández, el recuerdo es más fácil que persista. Aunque no entrañan peligro para la persona que los sufre, sí tienen consecuencias que podrían traducirse en «ansiedad o miedo a dormir».
A veces estas parálisis se 'resuelven' con unos segundos de angustia, pero hay casos en los que las manifestaciones son más extremas: «Entre el 25% y el 75% de los casos se acompaña de experiencias alucinatorias auditivas (ruidos), visuales (personas o animales), táctiles (opresión en el pecho), cinestésicas (volar, levitar) o de sensación de presencia en la habitación, que hacen que el evento sea todavía más desagradable», advierten los especialistas de la Sociedad Española de Sueño en su documento 'Trastornos de la conducta y del movimiento durante el sueño'.
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