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Con el paso de los años vamos perdiendo unas cosas y ganando otras (o eso dicen). Es ley de vida. Lo que pasa es que el cuerpo no es el mejor parado en este proceso de reequilibrio. Fisiológicamente no mejoramos, es así, y hasta los ... más optimistas lo tenemos que aceptar. Nuestra maquinaria, al envejecer, empieza a presentar fallos y algunas cuestiones mecánicas que antes ocurrían 'solas' empiezan a requerir esfuerzo. Mantenernos hidratados es una de ellas, porque vamos perdiendo agua: una persona se compone de líquidos en más de un 60%... hasta que rebasamos la edad madura y nos quedamos en un 50%.
Así lo explica Naiara Fernández, doctora especialista en Geriatría y directora de los servicios sociosanitarios para mayores IMQ Igurco. Dicho de manera menos sutil: nos secamos. «Baja la masa magra y el material óseo, ya que los huesos pierden agua», indica. Para colmo, todo ello viene acompañado de una reducción de la sed: los mecanismos cerebrales que regulan la necesidad de beber se vuelven vagos y no nos avisan de que nuestras reservas óptimas de líquido van bajando. ¡Y son tan necesarias! «Sobre todo, porque a ciertas edades ya vamos acumulando enfermedades y tomamos muchos fármacos... y el riñón necesita agua para funcionar bien, eliminar toxinas y no resentirse», desgrana.
Por eso, la deshidratación es un problema de primer orden entre los mayores. Sobre todo, según la experta, a partir de los 70 o 75 años, aunque en las décadas inmediatamente anteriores ya se aprecia que las ganas de beber van a menos. «Para una persona, sobre todo si es mayor, la deshidratación es muy peligrosa: al tener la boca seca, se pierde el sentido del gusto (las papilas notan menos sabor) y el apetito», advierte. Y una persona mayor que deja de comer se debilita rápido y empieza a tener problemas que atacan a su movilidad y a sus órganos internos.
Pues bien, a pesar de estas consecuencias tan graves, este es un tema al que no se otorga demasiada importancia. Al fin y al cabo, se 'cura' bebiendo líquidos, ¿no? ¡Nada más fácil! Pues parece que no lo es tanto. Beber sin ganas es para mucha gente un verdadero sacrificio. Por eso, las personas mayores (o quienes las cuidan, si estas son dependientes) deben estar muy atentas a los signos que nos alertan de que estamos a falta de líquidos. Son estos:
«Para mí, el principal signo que nos avisa de la deshidratación son las mucosas», indica Fernández. La lengua, especialmente. Además, muchas medicaciones (por ejemplo, para la depresión o para trastornos neurológicos) secan la boca. Si es así, ojo, hay que ingerir más líquidos. Nuestro cuerpo lo está pidiendo a gritos. «A veces a los mayores les cuesta hablar o incluso tragar por la falta de hidratación», indican fuentes de TKE Home Solutions, firma especializada en la tercera edad.
Cuando los ojos aparecen hundidos en las personas mayores, también es un signo de deshidratación y, por tanto, hay que poner remedio. Es muy frecuente que a su escasa ingesta de líquidos se acompañe el uso de diuréticos para tratar afecciones coronarias, lo que acentúa aún más la deshidratación.
Esta prueba consiste en pellizcar la piel del abdomen entre los dedos pulgar e índice, sin retorcer la piel, para comprobar su turgencia, que depende del nivel de hidratación. En personas jóvenes es más efectiva que en mayores para detectar el problema, pero, si alguien de edad se hace la prueba y le arroja resultados inequívocos, es una buena llamada de atención.
«Puede aparecer cuarteada incluso», indica Fernández. La falta de agua se ve en la piel.
«Los cartílagos y articulaciones también necesitan agua y esto no se ve, claro, pero, si notamos problemas de movilidad, puede ser que nos falte», apunta la experta en Geriatría. Y, si hay poca hidratación, los mayores tienden a sufrir calambres por la reducción de electrolitos en la sangre.
Desde TKE indican que orinar poco y muy concentrado, con color oscuro, revela que nos deshidratamos. Es porque los riñones filtran menos sangre y producen menos orina.
Las heces son en buena parte agua. Si no se ingiere la suficiente, se produce estreñimiento y dolor abdominal.
«La falta de agua en la sangre provoca una bajada de tensión y hace que estemos cansados, con desgana y fatiga», apuntan desde TKE.
Si hay falta de agua, se reduce el flujo de sangre y oxígeno al cerebro y esto provoca dolor de cabeza.
Es otra de las consecuencias. La maquinaria corporal, ante una carencia, se altera: por eso el corazón, por ejemplo, se acelera.
Café con leche ¡Descafeinado! A veces es complicado que la gente de edad beba los ocho vasos de agua o de líquido que precisan, como mínimo, para que el cuerpo funcione bien. ¿Algún truco? «Lo que no suele fallar es decirles que se tomen cafés con leche, descafeinado, claro. Les apetecen siempre», desvela Fernández.
Sopas, infusiones, zumos Son otras formas de ingerir líquidos que pueden resultar más apetecibles que el agua sola. Gelatinas, helados y batidos también son una buena opción para los enemigos del agua sola.
¿Y una cervecita? Cero cero Si apetece una cerveza sin alcohol, también aporta líquido. «Y, si se toma con compañía, tiene ese factor social que también ayuda», añade Fernández.
Dieta Frutas y verduras Sandía, melón, pepino, tomate, lechuga... aportan líquidos y ayudan a eliminar toxinas.
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