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Daltonismo, o las dificultades con el rojo y el verde

Daltonismo, o las dificultades con el rojo y el verde

Así limita en el día a día esta afección que tiene mucha más incidencia en hombres

Miércoles, 20 de octubre 2021, 00:03

Las cenefas desquiciaban al pequeño Ibon en el colegio. Mientras que para sus compañeros de clase hacer gamas cromáticas suponía un divertido juego, él se volvía loco para diferenciar el tono propuesto por la profesora y pintarlo. «¡Todos los azules eran iguales!», relata hoy este ... instructor de buceo vizcaíno de 53 años.

Al principio, pensaba que el problema era que no conocía los nombres de las diferentes tonalidades, pero luego se dio cuenta que era incapaz de identificarlas. Su afección se llama discromatopsia y supone una discapacidad para la visión de los colores que, en su caso, resulta congénita. Él y su hermano son daltónicos y la mayoría de los casos remite a una raíz hereditaria. Uno de cada doce hombres resulta afectado, mientras que tan solo alcanza a una de cada doscientas mujeres.

El colegio y la asignatura de plástica son los ámbitos donde se suele detectar esta deficiencia a edad bien temprana. La dificultad para ver los colores y sus brillos o la imposibilidad de establecer la diferencia entre sombras del mismo o similar cromatismo anuncian su aparición. El denominado test de Isishara (en la imagen que acompaña a este reportaje) evalúa la alteración que, usualmente, concierne a la apreciación del rojo y el verde.

La prueba

  • Test de Ishihara: El test del doctor japonés Shinobu Ishihara consta de cartas con puntos de colores y tamaños aleatorios. En cada pieza se forma un número perceptible por individuos con vista normal, pero difícil de ver o invisible para alguien con problemas de visión. Son 38 círculos, pero con los primeros 25 ya se puede realizar un diagnóstico preciso.

«Cuando se descubre, produce cierto desasosiego por parte de los padres, porque existe un profundo desconocimiento al respecto y no saben cómo abordarlo», reconoce Ahmad Zaben, vocal de la junta directiva de la Asociación de Optometristas Unidos. Y enseguida tranquiliza: «Tras detectar, se establecen una serie de pautas que le permitirán abordar su trabajo escolar. Hoy, además, los niños, que son nativos informáticos, cuentan incluso con una 'app' que facilita la adaptación».

El trastorno puede variar entre la imposibilidad total de ver el color o la dificultad de reconocerlo. Las responsables son las células nerviosas del ojo encargadas de percibir el color y que reciben el nombre de conos. «Existe la creencia generalizada de que confundimos rojo y verde, pero, en realidad, las dificultades provienen de los colores que son mezcla de ambos», indica Luis Gómez Robledo, profesor del Departamento de Óptica de la Universidad de Granada y daltónico. «A mí me cuesta distinguir los marrones y no distingo el morado del azul, pero no tengo problemas con los colores puros», cuenta Ibon. A veces, las dificultades derivadas de este problema, más que prácticas, son psicológicas, ya que puede generar baja autoestima entre los niños.

Ojo con los filtros de colores

No existe cura para el daltonismo, si bien se han desarrollado mecanismos para paliar sus efectos, como los filtros de color. Algunos cálculos establecen que estas lentes son efectivas en el 80% de las personas con dificultades, pero el experto no está de acuerdo con esta proyección tan optimista. «Lo que vende la publicidad no es cierto, hay ciertos filtros para aplicaciones concretas, pero perjudica a la mayoría de los usuarios porque quitar la luz es perder calidad de visión», señala, y asegura que los avances científicos se hallan aún en una fase experimental.

En el caso de Ibon, los colores básicos en condiciones de nitidez no le suponen ninguna duda. «Pero, si hay poca luz, no los identifico o los mezclo si no son muy intensos». Asegura este instructor de buceo que su daltonismo no le condiciona apenas su vida diaria, aunque sí le ha supuesto limitaciones importantes en algún momento: «A mí el cuerpo me pedía ser bombero, policía municipal o guardia forestal, pero era consciente de que no podía pasar las pruebas psicotécnicas. No he podido hacer lo que he querido».

Aunque se dedica por trabajo y por pasión al agua, las ascensiones al monte son otra de sus pasiones, y en esos paseos sí es consciente de lo que le limita su daltonismo. «A veces, mi hija me dice que el cielo tiene un rojo intenso, pero para mí es un azul palidito, y sé que la vegetación posee un amplio abanico de tonalidades, pero yo me conformo con lo que veo».

Los semáforos, en cambio, no le suponen problema pese a tratarse de rojos y verdes. «Están muy bien hechos, incluso se percibe con nitidez cuando las tulipas están sucias y de noche se ven perfectamente». Otra cosa son los teléfonos móviles, donde también están muy presentes los colores verdes y rojos. «En los cargadores de móvil no puedo distinguir cuándo está el pilotito en rojo y cuando se pone en verde, así que suelo preguntar».

– ¿Más afecciones que note en su vida diaria?

– Ninguna grave. Pero, cuando hay que pintar una pared, yo solo pongo la brocha.

«¿Para qué ir a las Maldivas si no puedo ver sus fondos?»

Ibon pasa media vida sumergido bajo el agua, un hábitat en el que se encuentra a gusto y en el que esta dificultad con los colores que resultan de la mezcla de verde y rojo no le supone mayor problema. «En el agua se pierde la gama cromática», explica este instructor de buceo, aunque reconoce que en las aguas del Cantábrico, donde él práctica el deporte, los colores palidecen a sus ojos. ¿Eso supone problema alguno en sus inmersiones, le dificulta acaso de alguna manera el trabajo en su día a día? Asegura que no. «Otra cosa bien distinta es que, en mi caso, no me merece la pena ir a las Maldivas, ya que no voy a poder disfrutar de sus fondos».

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