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Las solicitudes de cirugía de la obesidad han aumentado hasta un 30%el último año. Es el último de los estragos que se conoce provocado por la pandemia. Sin más posibilidades que teletrabajar y sentarse ante el televisor, el confinamiento, primero, favoreció un mayor sedentarismo ... y redujo al máximo la práctica de ejercicio físico. Después, las constantes restricciones y la creciente incertidumbre ante un final de una crisis que nunca llega han hecho el resto.
«Han sido dos años viviendo al límite, afrontándolo todo con muchísima intensidad. La gente lo ha pasado muy mal, con dificultades para la convivencia, muchos problemas de adicciones y malos hábitos. La ansiedad, unida a cierta tendencia a ganar peso, irremediablemente, favorecen la obesidad», reflexiona el internista Manuel Landecho, de la Unidad de Chequeos del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), que esta semana ha participado con otros dos expertos del centro en el foro Encuentros con la Salud de EL CORREO.
Dieta y ejercicio constituyen, según explica el experto, el primer escalón del tratamiento contra el exceso de peso, que en las últimas décadas se ha convertido en un problema de salud de primer orden en los países occidentales, incluido España. La cirugía, por su parte, representa el último de esos peldaños, después de la terapia farmacológica y las intervenciones endoscópicas. La obesidad mórbida o enfermiza afecta al 2% de la población, que es un porcentaje también al alza. La evolución de esta otra epidemia, anterior al covid, también es alarmante. En 1993, la obesidad afectaba a un 9% de la población. El último Estudio Nutricional de la Población Española habla ya de un 23%.
La cirugía de la obesidad se ha venido reservado tradicionalmente para los pacientes con un Índice de Masa Corporal (IMC) por encima de 40 o de 35 si se padecen al mismo tiempo otras enfermedades severas como diabetes o hipertensión. El IMC es una fórmula matemática que se utiliza como referencia y se obtiene al dividir el peso en kilos entre la altura elevada al cuadrado. «El IMC nos sirve como guía, pero no tiene en cuenta qué parte de ese peso es grasa y cuál músculo. El actor Arnold Schwarzenegger, en su época de culturista, pudo pesar 130 kilos. No sé si estaría sano, pero obesidad, desde luego, no tenía», cita el experto.
Para determinar mejor qué pacientes son candidatos a cirugía y definir la más adecuada, algunos centros optan por la realización de lo que se denomina un estudio de composición corporal. La prueba, según detalla el endocrinólogo Javier Escalada, permite determinar qué parte del peso se debe al exceso de grasa y cuál a músculo.
En caso de que se requiera una intervención, como primera alternativa, previa a la cirugía, se opta por técnicas endoscópicas. También se denominan técnicas restrictivas, porque buscan reducir el tamaño del estómago, no mediante la extirpación de una parte, sino mediante la anulación funcional de una parte, según detalla el codirector del Área de Obesidad, Víctor Valentí. Ese objetivo se logra mediante la realización de dos minúsculos agujeritos en la tripa, por donde se introduce el instrumental. Así se reducen las señales que el estómago manda al cerebro para informarle de la necesidad de comer.
Sin embargo, el 90% de las intervenciones se practican mediante cirugía laparoscópica. Consiste en extirpar parte del estómago y anular una pequeña parte del tracto intestinal, mediante un 'bypass' gástrico. Existe, además, un tercer método, también mediante cirugía, que consiste en provocar un mayor número de saltos en el intestino para que la comida se absorba solo en los tramos que interesa. Su uso es muy reducido por sus mayores efectos secundarios y se reserva solo para casos de obesidad muy extrema.
Todas estas técnicas permiten perder entre un 60% y un 70% del peso extra; y se acompañan de programas de seguimiento que incluyen dieta y ejercicio, para mejorar los resultados. El riesgo de que el peso perdido en la cirugía se recupere es elevado si no existe por parte del paciente un compromiso con un nuevo estilo de vida. «En el peor de los casos, aunque se recupere todo el peso perdido, la cirugía sirve para dejar de depender de la insulina, si se es diabético, o controlar la hipertensión», detalla Valentí.
Es curioso cómo sobrepeso y obesidad crecen año a año en España, uno de los países que dieron lugar a la forma más saludable de alimentarse. «La dieta mediterránea es un concepto», argumenta el internista Manuel Landecho. «Cada vez comemos peor, productos en conserva, alimentos procesados, hamburguesas de mala calidad...», argumenta.
Estar delgado, en línea o sufrir exceso de peso es el resultado del balance energético entre las calorías que se ingieren y las que se gastan, incluido el ejercicio físico, que es fundamental. En esa ecuación influyen, según añade el endocrinólogo y nutricionista Javier Escalada, los hábitos dietéticos de cada uno, su sedentarismo y la genética.
La obesidad, además de ser un problema de salud, tiene el inconveniente añadido de que favorece la aparición de otras enfermedades, potencialmente mortales. Propicia la diabetes tipo 2, y la hipertensión arterial, aumenta el riesgo cardiovascular, daña el hígado y recientes estudios apuntan a su relación con la infertilidad. El exceso de grasa corporal reduce la posibilidad de ser padre en un 20%y la de ser madre en un 10%.
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