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Un estudio publicado hace unos días en la revista 'Science' arrojaba un titular cuanto menos llamativo: el cerebro de la mujer ve reducido su tamaño durante el embarazo. En concreto, decían, perdía volumen en la materia gris y en la corteza frontal. Lo cierto es que no hay razón para preocuparse. Que esta disminución ocurría era algo ya sabido. «Lo novedoso es que han seguido el proceso con un detalle hasta ahora desconocido», explica Susana Carmona, neurocientífica y autora del libro 'Neuromaternal', donde explica de forma sencilla qué es lo que ocurre exactamente en el órgano más complejo del ser humano.
«Estamos descubriendo la punta del iceberg», advierte la experta, que lleva desde 2017 ahondando en este área. Es una obviedad que el cuerpo femenino sufre una transformación radical durante la gestación. De hecho, no hace otra cosa que adaptarse para poder dar cobijo al bebé y dar a luz, dos procesos nada sencillos. Enumerar la lista de alteraciones sería casi interminable. Se ven afectados el sistema endocrino, el cardiovascular, el respiratorio, el urológico, el hematológico, el esquelético y el nervioso. Todo esto hace que además de aumentar de peso a medida que crece la criatura, su corazón bombee entre un 40% y un 50% por las necesidades del útero; que el volumen de sangre se incremente hasta en un litro –mucho si se tiene en cuenta que en condiciones normales oscila entre 4,5 y 6 litros-; que las pulsaciones suban; que orinen más...
En cuanto a las hormonas, más de lo mismo. La producción de estrógenos y progesterona se disparara hasta por mil. La primera ayuda, entre otras cosas, a la maduración de los huesos del feto y a estimular el crecimiento del pecho para favorecer la producción de leche. La progesterona, por ejemplo, prepara al endometrio para que pueda dar cobijo y nutrir al feto.
Todo esto lo saben de sobra los médicos y, de forma directa e intuitiva, las embarazadas. Los cambios cerebrales se conocen desde hace poco. Como queda dicho, se reduce la cantidad de materia gris y el volumen de la corteza cerebral. «La materia gris es donde se encuentran las neuronas y las glías –unas células que básicamente ayudan a las neuronas a funcionar como deben y que se están investigando por su papel en enfermedades como el párkinson, el alzhéimer o la esclerosis múltiple–. En la sustancia blanca están los axones, que son las carreteras de transmisión de información entre las células cerebrales», explica Cardona. «La corteza cerebral es lo que diferencia el cerebro de los mamíferos. En el caso de los seres humanos, está especialmente desarrollado», describe Fernando García Moreno, investigador Ikerbasque del Achucarro Basque Center of Neuroscience.
Como queda dicho, esta disminución no es ningún problema. «Normalmente se asocia atrofia cerebral a déficits cognitivos, pero no es así», incide la experta. Los cambios son parecidos a los que se experimentan en la adolescencia –por el aluvión hormonal– y en el caso de la gestación servirían para facilitar el vínculo entre la madre y el pequeño (o pequeños). «Facilitar, no determinar, porque también lo desarrollan las madres adoptivas y los padres», subraya la neurocientífica. Esto se conoce en los animales desde hace 50 años y hasta se les puede provocar sin embarazo de por medio.
Carmona precisa que además de cambios en el tamaño, se ven afectadas las redes neuronales por defecto y las relacionadas con la atención. Las primeras «son las regiones que se activan cuando no hacemos nada», dice la experta. Dicho de forma más sencilla, cuando no estamos haciendo nada, nuestro cerebro sí que está trabajando. Piensa, por ejemplo, en el futuro, en lo que vamos a hacer más adelante. Y esta red es clave también para reflexionar sobre uno mismo o sobre lo que piensan los demás sobre nosotros. «Aunque es más complejo, es lo que a nivel popular llamamos empatía».
Los cambios en esta red parece que son permanentes y «seguramente se mantienen de por vida». Las otras son las redes atencionales, lo que explica cómo consiguen los bebés «secuestrar» la atención de sus madres. Estas sí que suelen volver a su estado anterior al embarazo.
¿Influye de alguna manera en el cerebro femenino el tipo de parto? «Creemos que ponerse de parto produce también cambios cerebrales, independientemente si es por vía vaginal o por cesárea. Sería diferente si es por cesárea programada», concluye.
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