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YOLANDA VEIGA
Jueves, 11 de noviembre 2021, 19:14
Tal vez usted siga llevando en la cartera una aspirina por si acaso. Durante años hemos escuchado que en caso de infarto podría ayudar en los momentos iniciales. Y no es del todo así. Tampoco es verdad que una aspirina diaria, como también se decía ... antes, sirva como método preventivo si está usted sano. «Todo lo contrario. La aspirina no es inocua», advierte Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). El especialista desmonta mitos y aclara dudas en torno a un medicamento que durante décadas fue el imprescindible del botiquín casero.
No se ha dejado de tomar, pero ya solo se hace bajo prescripción y supervisión médica. Se desterró de los botiquines hace unos treinta años, «cuando se descubrió su efecto gastroerosivo, esto es, que podía causar hemorragias digestivas». La alternativa a la aspirina fue, principalmente, el paracetamol, «que tiene una capacidad similar para bajar la fiebre, pero muchos menos efectos», explica el doctor Armenteros.
La aspirina, explica el especialista, tiene dos efectos beneficiosos: análgésico (calma el dolor) y antipirético (baja la fiebre), de ahí que durante mucho tiempo fuera el analgésico de uso más extendido. Hoy, sin embargo, se recurre a ella por su «efecto antiagregante», es decir, por su capacidad para evitar la formación de trombos. «Aunque las células de nuestros vasos sanguíneos están preparadas para que no se formen trombos, cuando estas se alteran, se pueden acumular sustancias como el colesterol, que obstruyen las arterias y, en consecuencia, no se irrigan partes del corazón, el cerebro... Entonces, se forma un trombo que puede provocar un infarto, un ictus... La aspirina tiene ese efecto de prevención ante los trombos». Como vulgarmente se dice, «aligera la sangre».
«Existe una fórmula que calcula el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular en diez años. Cuando un determinado porcentaje se rebasa es cuando es recomendable la aspirina como prevención». Nunca, incide el doctor, en personas sanas.
«Siempre se administra a personas con factor de riesgo cerebrovascular tales como diabetes, hipertensión, colesterol alto... y se hace de manera controlada por el médico». Una salvedad: «No pueden tomarla personas que presenten un incremento de riesgo de sangrado por el efecto gastroerosivo».
Es una idea muy extendida, pero conviene matizar porque, como norma, no vale, advierte el especialista. «En el caso de un determinado tipo de infarto, siempre confirmado tras una prueba médica, se administra en dosis de entre 150 y 300 miligramos y masticada por su efecto antitrómbico, junto a otros fármacos».
Ponerse una aspirina debajo de la lengua en caso de síntomas asociados al infarto como sistema, insiste el doctor, «no sería adecuado». «En primer lugar porque hay otras patologías que no son un infarto y cuyos síntomas son similares, así que no sabemos si es un infarto o no. Además, colocada bajo la lengua, la aspirina es muy difícil de absorber y la dosis de una pastilla sería demasiado baja para lograr el efecto deseado en caso de que hiciese falta tomarla». Además, recuerda el experto, «existe riesgo de hemorragia digestiva».
En el caso de personas que hayan sufrido ya un infarto anteriormente, «la aspirina probablemente ya esté incluida en el tratamiento que le hayan asignado de forma crónica, de manera que no haría falta tomar por nuestra cuenta una pastilla en caso de presentarse de nuevo la sintomatología», incide.
Por otro lado, «hay estudios que demuestran que mantener unos buenos hábitos alimenticios y hacer deporte de manera regular prevendrían cuatro de cada cinco infartos de miocardio. Esa sí es una prevención válida».
Dalsy: «Es ibuprofeno líquido, un jarabe indicado por su efecto antiinflamatorio y analgésico».
Apiretal: «Es paracetamol y tiene efecto analgésico y antipirético».
Le ha sucedido a la aspirina que sus graves efectos gastroerosivos han obligado a desterrarla de nuestros boquines domésticos, aunque sigue teniendo uso médico en casos muy concretos y, principalmente, por su efecto antiagregante (evita trombos). Pero ha habido medicamentos de uso corriente que han desaparecido del mercado pese a que en un tiempo fueron muy populares. «Sucedió con el piramidón, que era de uso muy frecuente, sobre todo para la cefalea, hasta que se descubrieron sus efectos adversos, cancerígenos, incluso», se acuerda el doctor Lorenzo Armenteros.
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