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No es algo incapacitante, pero sí siento algo de claustrofobia. Hace poco estuve de vacaciones con unas amigas y entramos a visitar una catedral que tenía unas escaleras estrechísimas para subir. En cuanto empezé a cruzarme con gente que bajaba sentí que me faltaba el ... aire y tuve que salir de allí. Unos días atrás me sometí a una resonancia de pelvis y, aunque pude hacerla, no fueron fáciles esos veinte minutos dentro del aquel tubo tan estrecho». Lara Rozas, comercial madrileña de 41 años, es una de tantas personas que lo pasa mal en esta prueba médica, por otro lado, tan habitual. «Les avisé de que sentía un poco de claustrofobia y me dijeron que cuando empezara a sentir ansiedad echara la cabeza para atrás para comprobar que el tubo está abierto. Lo hice tres veces y me alivió mucho. También pensar en mi hija mientras estaba dentro».
Casos como el de Lara los ve a diario Inma Camarasa, técnico de radiodiagnóstico del Hospital de la Ribera de Valencia. «Venir al hospital siempre asusta por el miedo a lo desconocido. Con los pacientes hacemos hincapié en que el tubo está abierto por delante y por detrás, así que nadie se va a quedar encerrado. A veces les tocamos el pelo para que vean lo cerca que están del borde del tubo y les decimos que giren la cabeza para poder ver la abertura. En el caso de las resonancias de cabeza, en las que además de meterles en el tubo se les coloca una especie de carcasa, en ese 'casco' se incorpora un espejo para que la persona pueda ver la salida del tubo por la zona de los pies, eso les da tranquilidad».
«Hoy en día todas las resonancias se hacen en máquinas abiertas por ambos lados de unas dimensiones de 1,70 metros de largo y 50 o 60 centímetros de diámetro (existen también tubos más cortos y otros con apertura lateral)», explica la especialista.
Y el protocolo, cuenta, es que el paciente entre al tubo por los pies. «Salvo en las pruebas de cabeza, cuello y cervicales, que hay que introducir lo primero la cabeza, en el resto de casos se hace al revés para que la persona no tenga que atravesar todo el recorrido».
Pese a que la sensación es de aislamiento total, el paciente está en contacto permanente con los médicos y se le da un pulsador que puede utilizar si se encuentra mal o siente sensación de agobio. «Aproximadamente uno de cada cinco recurren al timbre, pero son muy pocos los que no pueden acabar la prueba».
Dura en torno a media hora, aunque hay excepciones (15 minutos para una resonancia de cabeza estándar para investigar el origen de una cefalea intensa y hasta 45 minutos si se requiere un estudio de columa completa).
«Hay casos de gente que se ha dormido. Me ocurrió hace poco con una señora a la que estábamos haciendo una resonancia de hombro; le llamábamos y no respondía, así que entramos a ver qué pasaba y estaba plácidamente dormida. Pero no es lo habitual. A casi todo el mundo se le hace larga esa media hora, por lo que les decimos que cuenten mentalmente los segundos. Es una forma de que la persona se dé cuenta del paso del tiempo y, de paso, se distraigan. Hay quien canta canciones mentalmente, otros piensan en recuerdos bonitos... y muchísima gente reza».
Cristina Wood es psicóloga sanitaria y doctora europea en Psicología. Trabaja también con pacientes que sufren claustrofobia y para quienes meterse en un ascensor, un avión, o el tubo de una resonancia es un auténtico trago. «El sesgo atencional es la tendencia a prestarle atención a aquella informacion que para mí es amenazante, como el espacio, en este caso: 'No me va a llegar el aire', 'me voy a desmayar', 'no voy a poder salir de ahí nunca'... La atención es la gasolina de la ansiedad, así que la clave es enseñarle al paciente a cambiar el foco de atención». Pero sucede que cuando intentas suprimir un pensamiento, aparece con mas fuerza. «Se dicen: 'No pienses en lo pequeño que es el tubo de la resonancia' y solo consiguen prestarle más atención. La única manera de no prestarle atención a algo es la distracción. Contar hacia atrás, cantar mentalmente, recordar escenas de la serie que vi anoche, pensar en los cambios de decoración que quiero hacer en casa... Requiere concentración y roba atención a lo que me preocupa», explica la experta.
Al margen de la terapia cognitiva conductual, la psicóloga recomienda a sus pacientes la práctica de mindfulness y de ejercicio físico. «Hacer deporte la misma mañana de la resonancia o el día anterior ayuda porque tiene beneficios a nivel químico, ya que las endorfinas que segregamos producen bienestar».
¿Y después de la resonancia? «Vida normal, igual que antes de la prueba. Aunque cuando hace falta usar contraste o el paciente tiene ciertas patologías hay que tomar algunas precauciones», explica la radióloga.
¿Estaré exagerando?, ¿estaré sobrevalorando las consecuencias negativas? «Son las dos preguntas que se tiene que hacer el paciente. Porque, en realidad, ¿qué es lo que te puede pasar por estar veinte minutos tumbada en un tubo o atrapada en un ascensor? Realmente, nada, pero no se paran a pensarlo, se quedan en el 'ay, ay, ay'. Tienden a exagerar, infravaloran sus capacidades, su sentido común. Y también infravaloran la ayuda que pueden recibir de los demás. Si te quedas en un ascensor hay que pensar que te van a ayudar los bomberos o si te tienes que someter a una resonancia debes pensar que los médicos te hablan, te escuchan si te sientes mal. No vas a estar sola pese a estar ahí dentro», explica la psicóloga Cristina Wood.
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