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El 'candidato perpetuo' mexicano Nicolás Zúñiga y Miranda. Agustín Víctor Casasola
El político que hablaba con Aristóteles y otros candidatos perpetuos
¿Sabías que...?

El político que hablaba con Aristóteles y otros candidatos perpetuos

Una lista electoral de aspirantes excéntricos que no se dejaron desanimar por las derrotas, aunque fuesen más de ochenta

CARLOS BENITO

Domingo, 28 de junio 2020

Ni con la ayuda de Aristóteles

A menudo, la condición de candidato perpetuo va unida a una buena provisión de extravagancia. Y, desde luego, ese es el caso de nuestros protagonistas de hoy. El primero, el mexicano Nicolás Zúñiga y Miranda, suele ser recordado por un par de rasgos singulares: aseguró ... que había inventado una máquina para predecir terremotos (y, en una ocasión, acertó por pura chiripa) y trató de poner remedio a la Primera Guerra Mundial mediante una sesión de espiritismo en la que Aristóteles ejerció de asesor. Pero, sobre todo, al atildado Zúñiga y Miranda, con su sombrero de copa, su monóculo y sus guantes, se le recuerda por su insistente concurrencia a las elecciones presidenciales, que arrancó en 1892 y se extendió hasta 1924. No pudieron con su tozudez ni la Revolución mexicana, ni las sucesivas derrotas, que ni siquiera llegaba a reconocer: al parecer, él estaba convencido de que sus desastrosos resultados electorales siempre eran consecuencia de algún amaño en su contra. Murió en la miseria, pero quedó preservado para la posteridad en un mural de Diego Rivera.

Del tridente a la escalera real

El indio Hotte Paksha Rangaswamy fue todavía más pertinaz, hasta tal punto que acabó en el libro Guinness como el aspirante que se había presentado a más elecciones. Lo hizo en 86 ocasiones, siempre sin éxito, con la lucha contra la escasez de alimentos como columna vertebral de su programa: bautizó su formación política como Partido del Estómago y solía dedicar la campaña a vender cereales a bajo coste. El ascético Rangaswamy, que siempre portaba un bonito tridente, falleció en 2007, así que se ahorró el mal rato de ver cómo lo derrotaban también en el Libro de los Récords: el actual número uno es el jugador profesional canadiense John C. Turmel, que a estas alturas ronda ya el centenar de elecciones. Turmel suele lucir una corbata con naipes (concretamente, una escalera real) y aspira a que «no haya polis del juego, la droga, el sexo y el rock and roll».

Carreteras de plástico y debates eternos

La carrera política del filipino Pascual Racuyal se extendió medio siglo: sus primeras elecciones presidenciales fueron las de 1935 y las últimas, las de 1986, frente a los pesos pesados Ferdinand Marcos y Corazón Aquino, aunque en aquella ocasión lo eliminaron a priori de la contienda por considerarlo un «candidato fastidioso». En realidad, Racuyal se ganaba la vida como mecánico y basurero, pero también albergaba grandes planes para el país: por ejemplo, proponía construir todas las carreteras de plástico para reducir el desgaste, o establecer una moneda también de plástico, o usar un sistema «algebraico-geométrico» para detectar la corrupción. Además, le gustaba retar a los candidatos más rumbosos a debates de doce horas. ¡Y todos se acobardaban!

Todo deberían ser pasos de cebra

El Reino Unido siempre ha sido pródigo en personajes excéntricos, que a veces desembarcan en la política. Uno de los más entretenidos fue Bill Boaks, un oficial de marina que centraba sus propuestas en asuntos de seguridad vial. Su primera elección fue en 1951, como representante de la Asociación de Monárquicos Demócratas en Representación de Todas las Mujeres, y ya no paró hasta 1982. Boaks solía hacer campaña en su coche, un Vauxhall pintado como un paso de cebra (defendía que toda la calzada fuesen pasos de cebra, con algún tramo excepcional de preferencia para los vehículos), o bien en una especie de bici acorazada y envuelta en eslóganes. A lo largo de su carrera presentó denuncias contra figuras públicas implicadas en accidentes (incluido el duque de Edimburgo), batió el récord mínimo de votos recibidos en una elección (cinco) y provocó monumentales atascos al dejar cruzar a miles de transeúntes. Murió en 1984, tras sufrir un pequeño accidente al apearse de un autobús.

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