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Olvida el altavoz si vas a la playa

Olvida el altavoz si vas a la playa

Hablar a gritos, invadir el espacio del vecino, echarle arena, enterrar colillas... Los comportamientos

Jueves, 15 de julio 2021, 19:04

Puede ser tranquila y luminosa, como la playa que Sorolla reflejaba en sus cuadros; melancólica y decadente, igual que aquella en la que finalmente expira el protagonista de 'Muerte en Venecia' con el tinte negro del pelo resbalando por su frente; peligrosa como la de 'Tiburón', o tan hermosa que empujaba a Burt Lancaster y Deborah Kerr a besarse apasionadamente sobre la arena en 'De aquí a la eternidad'... Pero también puede resultar simplemente un infierno, especialmente si se está tumbado con los ojos cerrados, sintiendo el picorcillo del sol en el cuerpo, y los decibelios de un altavoz nos arrancan el murmullo de las olas para introducirnos por la oreja el ritmo sabrosón de Daddy Yanquee. Trasladándonos directamente de la toalla a la pista de autos de choque. Sí, esto va de molestias varias a pie de mar, de comportamientos incívicos en la playa.

  1. Demasiados decibelios

Aprovechemos la repercusión que puedan tener estas líneas para dejar clara una cosa: a la playa no se llevan altavoces ni se pone música en el móvil a todo volumen, pues lo que a uno embelesa a otro retuerce, y si todos llevásemos nuestro altavoz eso parecería el desembarco de Normandía. Solo hay que imaginar a Camela en una toalla pugnando con el black metal de Immortal a unos metros y, poco más allá, bajo la sombrilla, por qué no, un aficionado al free jazz con ganas de compartir la experiencia. No.

Enrique García Huete es psicólogo clínico, director de Quality Psicólogos y profesor en la Universidad Complutense. Lleva toda la vida veraneando en Baleares: «Con 4 niños. Y ahora voy en barco porque no soporto la playa donde he estado 25 años, el exceso de gente y ahora la Covid, así que teniendo la posibilidad del barco me ahorro muchas cosas de estas de las que hablamos. Y eso que comprendo muchas porque tengo empatía».

Recuerda García Huete una frase para esta ocasión: «No hay parto sin dolor ni hortera sin transistor. Para esa gente es un valor añadido tener la música a tope, también pasa con los coches que van con las ventanillas abiertas atronando por la calle. Y si les dices algo te dirán '¿qué pasa, que no puedo escuchar música?'. Ahí tenemos una total falta de empatía y autocrítica».

Cita también las voces altas, los gritos cuando no hacen falta... «Y te fijas en los guiris y no hacen lo que hacemos nosotros, parece una tontería pero en Suecia no entienden por qué levantamos tanto la voz, llevan muchísimos años de democracia y saben que hay que respetar. Me he pasado toda mi vida viendo en los autobuses carteles de 'no escupir' y 'no decir palabras soeces'. ¡Necesitábamos un cartel que nos lo recordara hasta hace bien poco! En los países nórdicos no entienden que tengamos políticos corruptos, quizá cuenten con algún caso, pero no lo nuestro. Porque aquí seguimos vanagloriándonos de eso de las novelas ejemplares, de la picaresca, de conseguir beneficios sufra el otro o no».

«A veces te encuentras con una total falta de empatía, de autocrítica y de educación»

enrique garcía huete

«En las sociedades individualistas, los comportamientos incívicos son más habituales»

guillermo fouce

  1. Colillas, condones, heces...

Insiste García Huete en que en realidad estamos hablando de educación. «Ahora tenemos papeleras en la playa, pero durante 25 años no hubo. Y hay algunos que recogían la basura y otros no. Hoy día también, esconden las colillas, dicen 'vamos, por una no pasa nada', y hasta el más preocupado por el cambio climático puede caer en esto. La gente sigue meándose, y otras cosas, en la playa. Y ves preservativos flotando, que está bien usarlos por salud, pero luego no los eches en cualquier sitio. Por cierto, que la gente de los barcos también tira los desechos por la borda y termina luego todo en la playa». Aunque recuerda que lo de dejar los residuos no pasa solo en el mar, «con la cantidad de botellones que tenemos, mira cómo lo dejan todo, cuánta gente se hace cargo de eso...»

  1. Niños (o mayores) que molestan

Si ya lo cantaba Serrat hace un porrón de años, eso de que «A menudo los hijos se nos parecen» y «Niño, deja ya de joder con la pelota». Y sirve para acordarnos de las veces que estando en la playa los hijos del vecino nos tiran una y otra vez la arena encima. Y aunque tampoco sean solo los niños los que molestan. «No, no se trata de la libertad de los más pequeños, yo he tenido cuatro, sé de lo que hablo –dice el psicólogo–. Yo no permitiría que mis niños molestasen con su juego, que tiraran arena, que dieran con la pelota. Necesitan unas pautas educativas, un control. Nada de 'son niños y tienen que jugar', porque se pueden ir a jugar un poco más lejos. Cuando ves a familias extranjeras no ocurre, el padre le da al niño el toque de atención cuando molesta».

  1. La distancia adecuada

Estas cosas pasan; da igual que nos encontremos en una playa de Cádiz, de esas que se extienden por kilómetros y kilómetros, que siempre hay alguien que encuentra cierto placer en clavar los cuatro palos de su toldo a un palmo de nuestra toalla. Y puede suceder que además enchufe el altavoz. «Vamos a ver, qué necesidad hay –se queja García Huete– de estar a medio metro cuando hay mucho más sitio. A los que les da igual extender el pareo casi invadiendo tu toalla. Y te dirán 'pero si no le estoy tocando, ¿es que la playa es suya?'. Luego están esas personas mayores que se van a las 6 de la mañana a reservar sitio porque quieren estar en primera línea de playa. ¡Si hay gente que hasta te pisa!».

  1. El respeto a la autoridad

En la playa hay una cosa que son tres, las banderas: verde para entrar al agua sin problemas, amarilla para meterse con precaución, y roja, que prohíbe el baño. Sencillos colores y sencillas reglas que algunos no asumen. Porque hacer caso omiso a una bandera roja puede acabar en tragedia, en la propia y en la de los que tengan que meterse a salvarnos si las cosas se ponen feas, ya sean socorristas u otros bañistas. Considera García Huete que hablamos de «gente que asume riesgos porque no los detecta y otros porque dicen que son libres de bañarse donde les dé la gana. Es lo mismo que cuando corres en la carretera porque no hay un radar cerca. A algunos les pone mucho la transgresión. Es una desviación del pensamiento, les dan igual los demás y buscan el peligro porque les gusta el chute de adrenalina. Se meten con bandera roja, tiran arena, se tiran un pedo y estallan en carcajadas. Volvemos a hablar de falta de educación» .

  1. 'Topless' en el chiringuito

Nos referimos aquí a esos hombres que practican el 'topless' en el chiringuito playero cuando van a comer, vamos, que se sientan sin camiseta. También a las mujeres en bikini. Y no por el exceso de carne a la vista, que a algunos puede molestar y a otros entretener, sino más bien por los aromas que pueden llegar. Señala García Huete que hay que saber leer el contexto, «donde fueres haz lo que vieres. En Ibiza hay chiringuitos de gays donde van completamente desnudos y eso vale porque está aceptado, está en el contexto y no chirría. Pero en el comedor de un chiringuito de playa pues no. Puede que se trate de cierta sensación de libertad y de querer epatar a los demás, pero quizá no te des cuenta de que hueles».

  1. Individualismo, egoísmo

Guillermo Fouce es doctor en Psicología, profesor de la Universidad Complutense y presidente de la Fundación Psicología sin Fronteras. A su juicio, «todo lo que invada la libertad del otro, colisiona: ocupar más de la cuenta, no mantener las distancias aunque haya sitio para ello, comer sin cuidado... Conductas de incivismo se dan en todos los sitios y también en la playa. Y tiene que ver con el egoísmo, quien hace este tipo de cosas piensa solo en sí mismo. En las culturas más individualistas el único mundo existente es el mío. Y colisiono con los otros». Destaca que si aumenta el incivismo es precisamente porque aumenta el individualismo.

En el caso de transgredir las normas, «como cuando no te pones el cinturón de seguridad o te bañas con bandera roja, sucede porque tienes una baja percepción del riesgo, y acabas poniendo en peligro a los demás. Pero luego está la resistencia a la autoridad y el por qué no lo voy a hacer yo si lo hacen los demás. El año pasado en la playa ya se vio que era muy frecuente la ausencia de medidas de seguridad y protección contra el coronavirus, como la distancia o la mascarilla, pese a poner en riesgo la salud del otro».

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