Secciones
Servicios
Destacamos
Antonio ha descubierto a su hijo de cinco años, Daniel, hablando solo en la habitación. Desde el quicio de la puerta, sin hacer ruido, ha oído al pequeño relatar cómo le ha ido en el parque hoy y que ha conocido a un nuevo vecino. ... También que echa de menos a Nemo, un pez que tenía cuando era más pequeño. El padre tose para hacerse notar y el niño se da la vuelta para saludarle. «¿Con quién hablas», le pregunta con curiosidad Antonio. «Con mi amigo invisible», responde resuelto el pequeño.
Tener un colega imaginario como el de Daniel es muy normal a su edad. Les pasa a seis de cada diez niños. «Forma parte de su desarrollo personal», explica el psicólogo Sergio García Soriano. Según crecemos, perdemos a ese amigo invisible, pero no nuestra capacidad de hablar solo. Piense: ¿a que usted también lo ha hecho hoy? «En personas sanas es algo muy natural y humano», sostiene Núria Casanovas, vicepresidenta de la Sección de Psicología de la Intervención Social del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya. Precisamente, explica la experta, la capacidad de mantener esta conversaciones con nosotros mismos nos hace seres más complejos y nos diferencia de los primates.
También es un ejercicio que, según algunas investigaciones, puede ayudar a recuperar recuerdos, tener seguridad en uno mismo y concentrarse. Gary Lupan, profesor en la Universidad de Wisconsin-Madison, en EE UU, es uno de los que ha estudiado su repercusión y sostiene que no es algo irracional, que también sirve para «aumentar la percepción y el pensamiento».
Hay varios tipos de conversación que podemos tener en alto sin miedo a estar bordeando ninguna patología. Por ejemplo, cuando esbozamos en alto las tareas que tenemos pendientes, nos las organizamos o nos animamos entre una y otra. «Ahí, lo que se está produciendo es un diálogo de carácter procedimental, sobre algo, en el que nos decimos a nosotros mismos cosas», matiza García Soriano. No hay nada raro.
– En los gimnasios también se ve a mucha gente hablar sola... Se animan en alto.
– Claro. Y no tiene nada de patológico. Aunque desde mi punto de vista son diálogos o actitudes un poco impostadas y que confunden los verdaderos mensajes.
¿A partir de qué momento tenemos que preocuparnos si hablamos solos entonces? Cuando en vez de algo constructivo, se convierten en todo lo contrario. Como bien decía Goethe, «lo peor que puede pasarle a un hombre es llegar a pensar mal de sí mismo». «Es normal ser críticos con nosotros mismos, pero hasta cierto punto», advierte Casanovas. Cuando lo sobrepasamos, debería encendérsenos una alerta. Eso, aplicado a nuestro día a día, se puede clasificar en cuatro diálogos negativos. El primero es el catastrófico y se produce cuando anticipamos los hechos sin que ocurran. «Va a ser terrible», «no voy a poder», «me va a dar un ataque», «saldrá mal»... Son algunas de las frases que más se repiten y que no nos hacen ningún bien.
Luego está el diálogo autocrítico. Durante el tiempo que lo mantenemos no paramos de hacer énfasis en aquello que hemos hecho mal o que no nos gusta. Es habitual también compararse con los demás y quedar siempre por debajo. Nos hablamos mal, con poco cariño y tampoco nos favorece en nada. Después, está quien se aposenta en el plano victimista, se compadece de sí misma todo el rato. «Nadie me quiere», «todos están contra mí», «es que no me entienden», «soy una incomprendido»... Todo esto nos aleja de la realidad y a la vez retrae nuestro contacto social. Y por último, queda el autoexigente. Ponerse metas es normal, pero hay que hacerlo de forma controlada, sin que nos generen un estrés extra y con posibilidad de alcanzarlas. Si no lo hacemos, caeremos en la trampa.
«Cuando estamos ante diálogos culpables, recalcitrantes, que nos impiden seguir adelante, hay que prestarles atención», señala García Soriano. «No hay nada terapéutico en volver a ellos de forma permanente», prosigue. Y si nos ocurre a menudo, lo recomendable es ir a un especialista.
La soledad es otro factor que debemos manejar bien, sobre todo porque «vivimos en una sociedad tendente a mascullar», considera este experto, que recuerda al personaje de Tom Hanks en 'Náufrago': «Como necesita hablar con alguien toma a la pelota, Wilson, como su interlocutor». Es lo que les pasa también a muchos mayores que viven solos y hablan frecuentemente en alto consigo mismos.«Estamos rodeados de personas, pero muy solos», advierte. Y a esto también hay que prestarle atención.
Núria Casanova recibe en su consulta a mucha gente con la misma preocupación:«No me para la cabeza». Son personas 'rumiantes', que no pueden dejar de pensar en ciertos asuntos. Para ellos tiene tres ejercicios.
1. Escucha música que te guste. «Nos estimula y hace que nuestra atención vaya a otra parte en vez».
2. Lee. «Es una buena actividad de compensación porque, además de estimularnos, lo hace desde el plano verbal».
3. Practica 'mindfulness'. Y si no puedes con el tradicional, elije el «occidental», que consiste en hacer paradas de un minuto a lo largo del día y focalizarnos en algo que nos rodea: colores, personas, objetos. También podemos hacer «relajaciones dinámicas»:observar, respirar consciente... mientras caminamos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.